2.7.20

Montessori: Educar con amor

La regla Montessori que cambió mi forma de educar 













Como educadores, tenemos la posibilidad de asistir y participar en un proceso de cambio; restructuraciones educativas que se transitan paralelamente a los caminos concebidos por la Dra. María Montessori desde hace poco más de un siglo. Y en este tiempo, después de todo un cúmulo de experiencias que como comunidad e individuos hayamos transitado por el camino de esta propuesta educativa, es tiempo de construir nuevas propuestas siguiendo estos principios de autoconstrucción.
Toda posibilidad de cambio es «un llamado» para aprender y desaprender, pero sobre todo para darnos cuenta que cada quien está inmerso en este proceso de crecimiento y que hay que andar una y otra vez los recorridos de la vida, por decirlo de alguna forma.
De ahí que nuestro proyecto de escuela sea una propuesta para participar en el cambio, para darnos cuenta de que estamos en el mejor de los momentos posibles porque es el tiempo de transformarnos, de participar en un proceso tan significativo como recorrernos en conciencia, en nuestro papel de acompañamiento a otros y a nosotros mismos, en nuestra vocación.
Es también, un momento que invita a entrar en una acción conjunta ante los cambios de la actual reforma educativa.
Paulatinamente se está propiciando un trabajo paralelo entre el enfoque constructivista del Método Montessori y la propuesta educativa que se está dando a nivel mundial, creando de esta forma un vínculo entre ambas formas de trabajo.
Como comunidad, también es tiempo de analizar qué podemos compartir: cada una de nuestras experiencias y de nuestras historias con soluciones a partir de nuestros recursos y respuestas que se adaptan a las necesidades reales.
Autoconstruirnos, tener confianza, preparación, escoger los nuevos materiales para realizar esta tarea con creatividad y congruencia para trascender el cambio a los distintos ámbitos de nuestra existencia.
El aprendizaje no debe vivirse en base a la competitividad y el temor, pues ellos producen inseguridad y desinterés. Aunque el conocimiento no sea un fin en sí mismo, sino un medio para el desarrollo de la personalidad humana, debe y puede construirse en forma placentera
Esto se da cuando los conocimientos y la forma en que se presentan corresponden a la etapa en que el niño está viviendo, cuando se enfatiza sus cualidades y éste llega a sentir a su escuela como un segundo hogar.
Un lugar donde los niños no hacen lo que quieren, sino donde quieren lo que hacen. Este es el verdadero concepto de la disciplina.
Nuestro concepto pedagógico no considera al niño del cuello para arriba, sino que atiende integralmente sus necesidades sociales, físicas y espirituales, además de las intelectuales.
Esto se puede resumir con una frase de María Montessori: «Mi visión del futuro no es la de un grupo de personas pasando exámenes y tratando de obtener certificados de la escuela hasta la Universidad. Sino de individuos pasando de una etapa de independencia a otra mayor, por medio de su actividad y a través de su propio esfuerzo, lo que constituye la verdadera evolución interna del individuo».
El lado difícil de este trabajo es nadar contra la corriente, porque la propuesta Montessoriana rompe los esquemas tradicionales de educación. Además de que hay mucha desinformación. Tratar de satisfacer todas las potencialidades del niño, de una manera integral no es tarea fácil porque muchos de nosotros, los adultos, no fuimos preparados de esa forma.
El lado amable de este trabajo es la relación con los niños que son nuestra vitamina diaria. Con ellos, no hay juegos ocultos, la comunicación es directa. Es un trabajo muy creativo.
Ningún día es igual a otro, ni un año como otro. Se está en constante crecimiento y se aprende de ello.
La importancia de la educación Montessori es formar nuevas generaciones y seres pensantes:
  • Que estén conscientes de su dignidad y valor.
  • Que luchen por sus derechos.
  • Que sepan tomar decisiones responsables.
  • Que sean críticos, reflexivos y propositivos, con una fuerte y marcada individualidad.
Es sumamente sorprendente que existen niños en nuestros colegios molestos porque en sábado, domingo o en vacaciones no hay clases. ¡Cómo hubiera yo deseado sentir lo mismo! Pero ese malestar fue el motor que me hizo buscar y encontrar Montessori.


«Los que ya aprendieron se encuentran equipados para vivir en un mundo que ya no existe. En una época de cambio radical, el futuro pertenece a los que siguen aprendiendo».   Javier de la Peza Hijar.