Imagínate que tú, como adulto que eres, entras en la cocina, no te
das cuenta de que hay una puerta de un armario de los altos abierta y
ZAS! Te das un porrazo en la cabeza con el canto de los que “pican”.
Inmediatamente te llevas las manos a la cabeza, te tensas, tal vez
grites, golpees, blasfemes o llores durante un rato, hasta que el dolor
acaba mermando.
Como te sentirías si en plena explosión del dolor llegara tu pareja y te dijera:
– “Venga va que no pasa nada”
– ¿Qué es lo más probable que dijerais? Yo personalmente estoy segura que le diría con cierta molestia:
– “¡No te pasará a ti, yo me he hecho daño, y me duele!”
– ¿Cierto o no?
Pues lo mismo pasa con los niños, por alguna razón se ha extendido entre la población la falsa creencia que decirles a los niños cuando se caen que “no pasa nada” es bueno para ellos. Es como “quitarle importancia a la caída”, tal vez con la intención de que el niño o niña no se asuste y siga jugando.
Pero ello confunde al niño. Que se preguntará: ¿Cómo que no pasa nada si me he hecho daño? ¿No es importante mi dolor para mis padres? ¿Por qué no me dan cariño ahora que lo necesito?
No hay que “quitarle importancia a la caída” lo que hay que hacer es “no ponerla”.
¿Qué hay de malo en que el niño se caiga? NADA. Es importante aprender a caer desde que el niño o niña empieza a moverse de forma natural, y aprender a levantarse después. Los niños se caen y se levantan constantemente, forma parte de su desarrollo. Lo importante es aprender a caer bien y a levantarse después.
Metafóricamente los adultos nos caemos muchas veces y hemos de saber caer para levantarnos de nuevo después.
Algunos pensaréis, ¡pero si se cae se puede hacer daño de verdad! Por eso le digo “te vas a caer” tan a menudo…
Bueno, el “daño de verdad” es un valor subjetivo, todo depende de la importancia que cada uno le quiera dar. Dos personas que sufren el mismo golpe en el mismo lugar, para una puede ser un golpe tremendo y que le afecte durante horas y otra puede no darle la mas mínima importancia.
Por ejemplo, ayer mismo, en un parque infantil, vi a dos niños de la misma edad, peso y altura aproximados, chocar uno con otro de forma casual al correr, los dos se cayeron de culo, uno se levantó y siguió corriendo y jugando como si nada, y el otro se puso a llorar, se fue a buscar a su madre que lo recibió con los brazos abiertos asustada, se sentó en su regazo y… ya no regresó al parque, se había terminado el juego para él…
¿Qué os parece si en lugar de utilizar esa frase que afirma que el niño se va a caer sí o sí (no somos adivinos, puede que no se caiga), la cambiamos por otras frases en función de la situación?
Voy a poner algunos ejemplos:
– Niño corriendo: En vez de decir “Te vas a caer” podemos decir: “Nada”, en este caso no hay que decir nada de nada. Confía en el niño. ¿Qué es lo peor que te imaginas que puede pasar? Que se caiga de morros al suelo sin poner las manos, pues habrá sido una oportunidad para aprender a ponerlas en futuras ocasiones. Mejor que lo aprenda cuanto antes, pues los niños cada vez corren más rápido. Las heridas de los labios curan enseguida. Y los dientes de leche se acaban cayendo y salen unos nuevos 😉
– Niño subiendo o trepando por sitios difíciles con alto riesgo de caída: En vez de decir “Te vas a caer” podemos decir: “Eso que estás haciendo es bastante difícil, me voy a quedar cerca por si acaso te caes o crees que te vas a caer y necesitas mi ayuda, tu puedes, confío en ti, adelante” (no es necesario verbalizarlo todo, hay cosas, como la confianza en ellos, que se transmiten con nuestros actos). Y si caen, podemos animarles a volverlo a intentar. En la repetición está el aprendizaje.
¿Qué haremos pues si un niño se cae, se hace daño y se pone a llorar?
Lo mejor es caminar hacia él con tranquilidad, quedarnos a su lado, mostrar empatía, ofrecer un abrazo, demostrar amor y comprensión, darle la importancia que se merece a la caída, es decir, no decirle que no pasa nada, ni exagerar la situación. Recordar que las heridas físicas se curan enseguida, las emocionales no son tan fáciles de curar.
Susurrarle al oído alguna buena frase, por ejemplo ésta fabulosa que me he inventado siempre funciona bien:
“Acuérdate cariño de lo que siempre te digo: que el dolor tiene algo bueno, que viene… está un ratito… ¡y luego se va!. Ten paciencia, pronto pasará, me quedo contigo si quieres hasta que se te pase…”
De esta forma ¿qué crees que les haremos sentir?: Pues se sentirán respetados, tranquilos, queridos y valorados por sus seres más queridos, por sus figuras de referencia, sus padres o sus maestros/as.
De esta forma tan sencilla, podemos convertir algo tan normal como es una caída en algo positivo, en una oportunidad para aprender, aprender a caer (poner las manos, rodar para minimizar daños…), aprender a gestionar nuestras emociones (tanto del niño como las nuestras como padres), saber cómo actuar cuando un amigo se cae y no están cerca sus padres u otros adultos, aprender a curar una herida (stick de árnica o similar o frio para chichones, agua oxigenada y tirita para los cortes… ), aprender a recoger las cosas que se hayan podido caer junto con el niño (por ejemplo cristales, porcelana, líquidos…) etc…
Por desgracia, la sociedad en general tiende a ver las caídas como algo malo. La típica frase: “¡Cuidado que te vas a caer!” utilizada en exceso lo demuestra.
Como crees que se sienten cuando les dices: “Te vas a caer” y encima cuando se caen les dices: “te lo dije!”: Piénsalo…
En lugar de ir corriendo y que nuestra prioridad sea ver la “gravedad” de la pupa, primemos el consuelo del niño o niña, pues ¿qué más da a priori si ha llegado a cortarse un poco o solo ha sido un porrazo? La forma de consolarle va a ser el mismo, y eso es lo que se le va a quedar marcado en su registro al niño de forma inconsciente, tu forma de actuar ante su caída, no las secuelas físicas de la misma. (Recordar que estoy hablando de caídas con daños leves o moderados)
De lo que se trata es de no ser exagerados, de hacer un uso racional de la frase “te vas a caer”, no sentenciar, no vaticinar, de usarlo solo en aquellas situaciones en las que es prácticamente seguro que se vayan a caer y que además la caída pueda generar daños importantes en el niño (no meros rasguños o moratones), pero no usarla de forma aislada, sino acompañada de un refuerzo positivo, por ejemplo:
– Te vas a caer si sigues subiendo por ahí y es peligroso, prueba mejor a subir por este otro lado…
– Te vas a caer si lo haces de esa manera, creo que sería posible si lo intentaras de este otro modo…
– Creo que te vas a caer, yo me voy a quedar cerca por si acaso, me quedo más tranquila/o si estoy cerca, adelante, inténtalo.
Viene en su naturaleza, los niños han de saber cuáles son sus límites, hasta donde pueden llegar. Como van creciendo y sus habilidades aumentan, siempre van a estar poniendo a prueba sus destrezas y habilidades, es lo normal, lo sano.
Así que querido padre/madre, acéptalo lo antes posible y piensa en el cuento aquel que decía: “Que viene el lobo! Y todos acudían…, hasta que de tanto decirlo dejaron de hacer caso…”
Mi hijo/a hoy en día cuando se hace daño, aunque sea poco, ya dramatiza la situación, algo ha fallado, pero… ¿qué hago para solucionarlo?
Para comprenderlo, piensa, ¿cómo reaccionabas cuando el niño o niña estaba empezando a caminar?, ¿cuál era tu reacción en las primeras caídas del niño?
Ibas corriendo y lo levantabas del suelo preocupado? O te agachabas a su altura sonriendo y le dejabas tiempo para que se levantara por sí mismo?
Un poco más mayores, en torno a 2 años, las primeras pupas en las manos, los primeros cortecitos, ¿Cómo reaccionabas? ¿Cogías tal vez con preocupación la mano de tu hijo/a analizando la gravedad del corte, corriendo al botiquín a desinfectar la herida y cubriéndola con una tirita asegurándote de que el niño/a entendiera que era algo importante para que no se arrancara la tirita?
Reflexiona un momento… El levantar a un niño rápidamente del suelo con preocupación cuando se cae dando sus primeros pasos les hace sentir miedo ante las caídas, acaban percibiéndolas como algo malo y acaban relacionando el error con algo malísimo, con vergüenza y con frustración, mermando así su autoestima con cada error, con cada caída, por muy pequeña que sea… y lo mismo sucede con los cortes debidos a su curiosidad innata por explorar el mundo que les rodea.
Una de las cosas maravillosas de la educación Montessori es que se les transmite el concepto de que el error forma parte del proceso de aprendizaje, y establecen frente a él una actitud positiva, es decir que saben que caerse o equivocarse no es algo malo, es una OPORTUNIDAD para crecer, para aprender, para mejorar. Que el daño físico dura poco rato, que se pasa, que forma parte de la vida y lo interiorizan como algo positivo.
Es curioso que con los niños que empiezan a caminar la tendencia de los padres es a tener reacciones desproporcionadas ante caídas, golpes y rasguños, pero cuando ya son más mayorcitos, que ya caminan, corren, trepan y saltan constantemente es cuando le vemos caer (y estamos casi seguros de que ha sido una “caída tonta” y no se ha podido hacer mucho daño desde nuestro umbral subjetivo del dolor) les decimos “no ha sido nada”.
¡Menuda contradicción!, primero les hacemos sentir miedo a las caídas y luego queremos quitarle importancia porque el niño o niña le da más de la necesaria. Reflexiónalo…
Como decía María Montessori: Sigue al niño, si de bebé no le da importancia a las caídas, golpes y rasguños, tu tampoco, y si de más mayor se las da, tu también (en el momento crítico), para posteriormente restarle importancia extrayendo conclusiones positivas de la situación, tomándola como una oportunidad para aprender.
Simplemente he querido compartir con todos vosotros mi opinión personal como madre y guía Montessori del uso y abuso de éstas frases tan típicas (“No pasa nada” y “Te vas a caer”) cuando un niño se hace daño.
Espero que este post os haya gustado y que os haga reflexionar acerca de este tema. Espero vuestros comentarios.
Como te sentirías si en plena explosión del dolor llegara tu pareja y te dijera:
– “Venga va que no pasa nada”
– ¿Qué es lo más probable que dijerais? Yo personalmente estoy segura que le diría con cierta molestia:
– “¡No te pasará a ti, yo me he hecho daño, y me duele!”
– ¿Cierto o no?
Pues lo mismo pasa con los niños, por alguna razón se ha extendido entre la población la falsa creencia que decirles a los niños cuando se caen que “no pasa nada” es bueno para ellos. Es como “quitarle importancia a la caída”, tal vez con la intención de que el niño o niña no se asuste y siga jugando.
Pero ello confunde al niño. Que se preguntará: ¿Cómo que no pasa nada si me he hecho daño? ¿No es importante mi dolor para mis padres? ¿Por qué no me dan cariño ahora que lo necesito?
No hay que “quitarle importancia a la caída” lo que hay que hacer es “no ponerla”.
¿Qué hay de malo en que el niño se caiga? NADA. Es importante aprender a caer desde que el niño o niña empieza a moverse de forma natural, y aprender a levantarse después. Los niños se caen y se levantan constantemente, forma parte de su desarrollo. Lo importante es aprender a caer bien y a levantarse después.
Metafóricamente los adultos nos caemos muchas veces y hemos de saber caer para levantarnos de nuevo después.
Algunos pensaréis, ¡pero si se cae se puede hacer daño de verdad! Por eso le digo “te vas a caer” tan a menudo…
Bueno, el “daño de verdad” es un valor subjetivo, todo depende de la importancia que cada uno le quiera dar. Dos personas que sufren el mismo golpe en el mismo lugar, para una puede ser un golpe tremendo y que le afecte durante horas y otra puede no darle la mas mínima importancia.
Por ejemplo, ayer mismo, en un parque infantil, vi a dos niños de la misma edad, peso y altura aproximados, chocar uno con otro de forma casual al correr, los dos se cayeron de culo, uno se levantó y siguió corriendo y jugando como si nada, y el otro se puso a llorar, se fue a buscar a su madre que lo recibió con los brazos abiertos asustada, se sentó en su regazo y… ya no regresó al parque, se había terminado el juego para él…
¿Qué os parece si en lugar de utilizar esa frase que afirma que el niño se va a caer sí o sí (no somos adivinos, puede que no se caiga), la cambiamos por otras frases en función de la situación?
Voy a poner algunos ejemplos:
– Niño corriendo: En vez de decir “Te vas a caer” podemos decir: “Nada”, en este caso no hay que decir nada de nada. Confía en el niño. ¿Qué es lo peor que te imaginas que puede pasar? Que se caiga de morros al suelo sin poner las manos, pues habrá sido una oportunidad para aprender a ponerlas en futuras ocasiones. Mejor que lo aprenda cuanto antes, pues los niños cada vez corren más rápido. Las heridas de los labios curan enseguida. Y los dientes de leche se acaban cayendo y salen unos nuevos 😉
– Niño subiendo o trepando por sitios difíciles con alto riesgo de caída: En vez de decir “Te vas a caer” podemos decir: “Eso que estás haciendo es bastante difícil, me voy a quedar cerca por si acaso te caes o crees que te vas a caer y necesitas mi ayuda, tu puedes, confío en ti, adelante” (no es necesario verbalizarlo todo, hay cosas, como la confianza en ellos, que se transmiten con nuestros actos). Y si caen, podemos animarles a volverlo a intentar. En la repetición está el aprendizaje.
¿Qué haremos pues si un niño se cae, se hace daño y se pone a llorar?
Lo mejor es caminar hacia él con tranquilidad, quedarnos a su lado, mostrar empatía, ofrecer un abrazo, demostrar amor y comprensión, darle la importancia que se merece a la caída, es decir, no decirle que no pasa nada, ni exagerar la situación. Recordar que las heridas físicas se curan enseguida, las emocionales no son tan fáciles de curar.
Susurrarle al oído alguna buena frase, por ejemplo ésta fabulosa que me he inventado siempre funciona bien:
“Acuérdate cariño de lo que siempre te digo: que el dolor tiene algo bueno, que viene… está un ratito… ¡y luego se va!. Ten paciencia, pronto pasará, me quedo contigo si quieres hasta que se te pase…”
De esta forma ¿qué crees que les haremos sentir?: Pues se sentirán respetados, tranquilos, queridos y valorados por sus seres más queridos, por sus figuras de referencia, sus padres o sus maestros/as.
De esta forma tan sencilla, podemos convertir algo tan normal como es una caída en algo positivo, en una oportunidad para aprender, aprender a caer (poner las manos, rodar para minimizar daños…), aprender a gestionar nuestras emociones (tanto del niño como las nuestras como padres), saber cómo actuar cuando un amigo se cae y no están cerca sus padres u otros adultos, aprender a curar una herida (stick de árnica o similar o frio para chichones, agua oxigenada y tirita para los cortes… ), aprender a recoger las cosas que se hayan podido caer junto con el niño (por ejemplo cristales, porcelana, líquidos…) etc…
Por desgracia, la sociedad en general tiende a ver las caídas como algo malo. La típica frase: “¡Cuidado que te vas a caer!” utilizada en exceso lo demuestra.
Como crees que se sienten cuando les dices: “Te vas a caer” y encima cuando se caen les dices: “te lo dije!”: Piénsalo…
En lugar de ir corriendo y que nuestra prioridad sea ver la “gravedad” de la pupa, primemos el consuelo del niño o niña, pues ¿qué más da a priori si ha llegado a cortarse un poco o solo ha sido un porrazo? La forma de consolarle va a ser el mismo, y eso es lo que se le va a quedar marcado en su registro al niño de forma inconsciente, tu forma de actuar ante su caída, no las secuelas físicas de la misma. (Recordar que estoy hablando de caídas con daños leves o moderados)
De lo que se trata es de no ser exagerados, de hacer un uso racional de la frase “te vas a caer”, no sentenciar, no vaticinar, de usarlo solo en aquellas situaciones en las que es prácticamente seguro que se vayan a caer y que además la caída pueda generar daños importantes en el niño (no meros rasguños o moratones), pero no usarla de forma aislada, sino acompañada de un refuerzo positivo, por ejemplo:
– Te vas a caer si sigues subiendo por ahí y es peligroso, prueba mejor a subir por este otro lado…
– Te vas a caer si lo haces de esa manera, creo que sería posible si lo intentaras de este otro modo…
– Creo que te vas a caer, yo me voy a quedar cerca por si acaso, me quedo más tranquila/o si estoy cerca, adelante, inténtalo.
Viene en su naturaleza, los niños han de saber cuáles son sus límites, hasta donde pueden llegar. Como van creciendo y sus habilidades aumentan, siempre van a estar poniendo a prueba sus destrezas y habilidades, es lo normal, lo sano.
Así que querido padre/madre, acéptalo lo antes posible y piensa en el cuento aquel que decía: “Que viene el lobo! Y todos acudían…, hasta que de tanto decirlo dejaron de hacer caso…”
Mi hijo/a hoy en día cuando se hace daño, aunque sea poco, ya dramatiza la situación, algo ha fallado, pero… ¿qué hago para solucionarlo?
Para comprenderlo, piensa, ¿cómo reaccionabas cuando el niño o niña estaba empezando a caminar?, ¿cuál era tu reacción en las primeras caídas del niño?
Ibas corriendo y lo levantabas del suelo preocupado? O te agachabas a su altura sonriendo y le dejabas tiempo para que se levantara por sí mismo?
Un poco más mayores, en torno a 2 años, las primeras pupas en las manos, los primeros cortecitos, ¿Cómo reaccionabas? ¿Cogías tal vez con preocupación la mano de tu hijo/a analizando la gravedad del corte, corriendo al botiquín a desinfectar la herida y cubriéndola con una tirita asegurándote de que el niño/a entendiera que era algo importante para que no se arrancara la tirita?
Reflexiona un momento… El levantar a un niño rápidamente del suelo con preocupación cuando se cae dando sus primeros pasos les hace sentir miedo ante las caídas, acaban percibiéndolas como algo malo y acaban relacionando el error con algo malísimo, con vergüenza y con frustración, mermando así su autoestima con cada error, con cada caída, por muy pequeña que sea… y lo mismo sucede con los cortes debidos a su curiosidad innata por explorar el mundo que les rodea.
Una de las cosas maravillosas de la educación Montessori es que se les transmite el concepto de que el error forma parte del proceso de aprendizaje, y establecen frente a él una actitud positiva, es decir que saben que caerse o equivocarse no es algo malo, es una OPORTUNIDAD para crecer, para aprender, para mejorar. Que el daño físico dura poco rato, que se pasa, que forma parte de la vida y lo interiorizan como algo positivo.
Es curioso que con los niños que empiezan a caminar la tendencia de los padres es a tener reacciones desproporcionadas ante caídas, golpes y rasguños, pero cuando ya son más mayorcitos, que ya caminan, corren, trepan y saltan constantemente es cuando le vemos caer (y estamos casi seguros de que ha sido una “caída tonta” y no se ha podido hacer mucho daño desde nuestro umbral subjetivo del dolor) les decimos “no ha sido nada”.
¡Menuda contradicción!, primero les hacemos sentir miedo a las caídas y luego queremos quitarle importancia porque el niño o niña le da más de la necesaria. Reflexiónalo…
Como decía María Montessori: Sigue al niño, si de bebé no le da importancia a las caídas, golpes y rasguños, tu tampoco, y si de más mayor se las da, tu también (en el momento crítico), para posteriormente restarle importancia extrayendo conclusiones positivas de la situación, tomándola como una oportunidad para aprender.
Simplemente he querido compartir con todos vosotros mi opinión personal como madre y guía Montessori del uso y abuso de éstas frases tan típicas (“No pasa nada” y “Te vas a caer”) cuando un niño se hace daño.
Espero que este post os haya gustado y que os haga reflexionar acerca de este tema. Espero vuestros comentarios.