Pero toda libertad tiene sus límites
En los últimos años, la filosofía Montessori ha sido mal entendida por quienes no la conocen. Al promover la libertad en la niñez se ha pensado que se trata de un método permisivo. Y es permisiva en algunos aspectos. Pero nunca en el sentido de que el niño tenga el control sobre los adultos. Esa es una idea totalmente errónea.
Entonces, ¿de qué se trata la libertad en Montessori?
Desde que el niño nace, comienza con pequeñas tareas que le dan la oportunidad de valerse por sí mismo: respira por sí mismo, pide comida cuando tiene hambre y duerme el tiempo que necesita. Conforme va creciendo, aumentan las actividades que realiza solo, y con ello la independencia. Y a su vez, las libertades se incrementan.
Por ejemplo, cuando un niño es capaz de vestirse solo, se le da la libertad de elegir la ropa que desea ponerse. Pero toda libertad tiene sus límites. Si bien puede elegir su ropa, le daremos a elegir prendas que nosotros hayamos seleccionado previamente según la ocasión, al clima, etc.
Así, tendrá una libertad dentro de un límite.
Ahora bien, para los padres poner límites puede ser una tarea difícil. “¿Por qué voy a limitar a mi hijo comer una taza de sandía al día si es su favorita?” La respuesta es sencilla: porque si come más le puede hacer daño. Y lo mismo sucede con todo lo que el niño pida y se le dé sin medida.
Los adultos debemos tener bien presente que amar a nuestros hijos no es dejarlos hacer lo que ellos quieran. Amar a nuestros hijos es enseñarles los límites de sus acciones. Porque en la vida adulta no existe la libertad total. Incluso antes de la edad adulta, si nosotros no les enseñamos los límites, alguien más se lo va enseñar, y hasta de mala forma.
¿Qué se aprende cuando se imponen límites? Que hay cierto rango de libertad para actuar.
¿Qué se aprende cuando hay libertad? Se aprende a hacer lo correcto.
¿Qué demostramos al imponer límites? Que nuestro amor como padres guiará de la manera adecuada a nuestros hijos.