Quizá
pienses que “tonto”, “torpe” o “lento” son palabras inofensivas que no
tendrían que molestar a tus hijos. Pero en realidad, cualquier palabra
que humille a un niño (o a cualquier otra persona), siempre será un
insulto y sus consecuencias pueden ser devastadoras. No importa la edad
que tengan, los insultos siempre se quedarán grabados en el corazón de los niños creando heridas emocionales difíciles de sanar.
Si les insultamos, los ignoramos, les gritamos, les despreciamos, les humillamos, les golpeamos, les comparamos (negativamente) con los demás, les abandonamos, entre otras cosas… cuando se supone que debemos amarlos, cuidarlos, enseñarles, comprenderlos, educarlos, aceptarlos, protegerlos y abrazarlos incondicionalmente. Violamos su dignidad como seres humanos que son dependientes de nosotros. Solo debemos tocar a los niños para abrazarlos, consolarlos y besarlos. Es así de fácil.
Cualquier tipo de violencia, directa o indirecta, verbalizada o silenciosa, deja su huella en la vida de los niños que la padecen, y esas consecuencias son muy difíciles de borrar. La violencia deja cicatrices de por vida.
No se debe aceptar ni tolerar ningún tipo de violencia bajo ninguna circunstancia. Las palabras duelen tanto o más que los golpes físicos, y muchas veces, sin darnos cuenta, abusamos de nuestros hijos y lastimamos sus sentimientos, afectando a sus vidas emocionalmente para siempre.
A esa madre habría que preguntarle: “¿Estás realmente harta, cansada e incapaz de soportar más a tu hijo ?” o “¿Estás realmente harto, cansado y no puedes soportar más el ‘comportamiento’ de tu hijo?”.
Ahora te pregunto a ti, querido lector: ¿Ves cuán diferente es el énfasis? En una situación como esta, usando la inteligencia emocional, la forma de hablar con el niño sería: “Estoy muy cansado de este comportamiento. La forma en que estás actuando está mal. Me siento frustrada. Pero aún te quiero, hijo”. De esta manera, le envías a tu hijo el mensaje de que no estás de acuerdo con su forma de comportarse, pero tu amor por él es y seguirá siendo incondicional. Le estás diciendo cómo te sientes, en primera persona, y no lo estás “culpando” por cómo te hace sentir.
En los corazones de los niños, no hay posibilidad de que su padre o madre no los quiera. En consecuencia, a menudo interpretan la violencia como una forma en que sus padres les muestran amor. Es decir, el abuso y los golpes son iguales al amor. Entonces, ¿te imaginas qué tipo de pareja elegirán? Así es, alguien que muestra amor con violencia, porque esa es la única forma en que saben reconocer el afecto. ¡Qué terrible!
Si estamos frustrados o cansados, no nos desquitemos con nuestros hijos. La próxima vez que sientas que está perdiendo el control, ¡detente! Y escucha tus propias palabras. Si no puedes creer lo que escuchas, imagina cómo se sienten tus hijos cuando te escuchan decir cosas tan terribles.
En lugar de soltar cualquier insulto o palabra que pueda herir el corazón de tus hijos, di cosas como: “Qué sueño tienes hijo” o quizá “Como te quiero mi vida”. Son frases que desviarán a tu mente del caos emocional que estás sintiendo y tu inestabilidad emocional comenzará a equilibrarse.
Tu misión es protegerle
A veces olvidamos que nuestra primera misión como padres es amar a nuestros hijos y hacerles felices. No sé de dónde sacamos la idea de que tenemos derecho a tratar mal sus pequeños cuerpos o mentes y de esta manera, inconscientemente, desahogar nuestra frustración en ellos.Si les insultamos, los ignoramos, les gritamos, les despreciamos, les humillamos, les golpeamos, les comparamos (negativamente) con los demás, les abandonamos, entre otras cosas… cuando se supone que debemos amarlos, cuidarlos, enseñarles, comprenderlos, educarlos, aceptarlos, protegerlos y abrazarlos incondicionalmente. Violamos su dignidad como seres humanos que son dependientes de nosotros. Solo debemos tocar a los niños para abrazarlos, consolarlos y besarlos. Es así de fácil.
La violencia provoca más violencia
Toda emoción que no se reconoce y acepta se vuelve autodestructiva. Debemos de tener mucho cuidado en no repetir patrones de comportamiento que quizá viviste en el pasado pero que tus hijos no merecen. Es posible que pienses que es algo inconsciente y que no lo controlas, pero la realidad es que tú tienes el poder de tus acciones y que puedes dejar de tratar mal a tus hijos y a ti mismo. No descargues tus frustraciones con tus hijos… ellos son seres inocentes que merecen tu respeto y todo tu amor incondicional.Cualquier tipo de violencia, directa o indirecta, verbalizada o silenciosa, deja su huella en la vida de los niños que la padecen, y esas consecuencias son muy difíciles de borrar. La violencia deja cicatrices de por vida.
No se debe aceptar ni tolerar ningún tipo de violencia bajo ninguna circunstancia. Las palabras duelen tanto o más que los golpes físicos, y muchas veces, sin darnos cuenta, abusamos de nuestros hijos y lastimamos sus sentimientos, afectando a sus vidas emocionalmente para siempre.
Un ejemplo a tener en cuenta
Tengamos un ejemplo en cuenta para llevarlo al día a día. Hay un niño típico que está muy inquieto y se mete en alguna travesura. Su madre se enfada y se pone histérica y comienza a gritar cosas como: “¡Estoy harta de ti! No te soporto más. Estoy cansada de tratar contigo”.A esa madre habría que preguntarle: “¿Estás realmente harta, cansada e incapaz de soportar más a tu hijo ?” o “¿Estás realmente harto, cansado y no puedes soportar más el ‘comportamiento’ de tu hijo?”.
Ahora te pregunto a ti, querido lector: ¿Ves cuán diferente es el énfasis? En una situación como esta, usando la inteligencia emocional, la forma de hablar con el niño sería: “Estoy muy cansado de este comportamiento. La forma en que estás actuando está mal. Me siento frustrada. Pero aún te quiero, hijo”. De esta manera, le envías a tu hijo el mensaje de que no estás de acuerdo con su forma de comportarse, pero tu amor por él es y seguirá siendo incondicional. Le estás diciendo cómo te sientes, en primera persona, y no lo estás “culpando” por cómo te hace sentir.
Una reflexión final
Padres: al final del día, nuestros hijos son un espejo y reflejan fielmente quiénes somos. Cambiemos nuestra actitud hacia ellos. Este tipo de maltrato, que generalmente proviene de una madre que está cansada porque ha estado con los niños casi todo el día, es el más común y deja marcas indelebles en la vida de los niños.En los corazones de los niños, no hay posibilidad de que su padre o madre no los quiera. En consecuencia, a menudo interpretan la violencia como una forma en que sus padres les muestran amor. Es decir, el abuso y los golpes son iguales al amor. Entonces, ¿te imaginas qué tipo de pareja elegirán? Así es, alguien que muestra amor con violencia, porque esa es la única forma en que saben reconocer el afecto. ¡Qué terrible!
Si estamos frustrados o cansados, no nos desquitemos con nuestros hijos. La próxima vez que sientas que está perdiendo el control, ¡detente! Y escucha tus propias palabras. Si no puedes creer lo que escuchas, imagina cómo se sienten tus hijos cuando te escuchan decir cosas tan terribles.
Una técnica que debes emplear
Si pierdes el control con facilidad frecuentemente, no te pierdas la técnica que te comento a continuación. Tan pronto como sientas que estás perdiendo el control, cuenta hasta diez, respira profundamente y muerde tu lengua para no hablar. En lugar de atacar y dar el primer golpe, estira las manos y entrelaza los dedos detrás de la espalda.En lugar de soltar cualquier insulto o palabra que pueda herir el corazón de tus hijos, di cosas como: “Qué sueño tienes hijo” o quizá “Como te quiero mi vida”. Son frases que desviarán a tu mente del caos emocional que estás sintiendo y tu inestabilidad emocional comenzará a equilibrarse.