1.7.20

Montessori y las funciones ejecutivas

Satyam - Una Educación Consciente 
Imagina un aeropuerto cualquiera; imagina que estás al mando del control del tráfico aéreo de dicho aeropuerto; sabes, que gran parte de tu trabajo pasa por manejar aviones que van a despegar o van a aterrizar, aviones que se mueven en muchas pistas con una perfecta sincronización. Imagina ahora que esa torre que coordina todo el tráfico aéreo es el cerebro de tu hijo que, a la vez que maneja gran cantidad de información, debe evitar distraerse. Imagina ahora lo importante que es el trabajo de las funciones ejecutivas desde la primera infancia.
Las funciones ejecutivas suponen por tanto un ingrediente clave para el rendimiento del niño a lo largo de toda su vida. No se trata únicamente de aprender el lenguaje o aprender los números o los colores. Además, debemos ser efectivos a la hora de trabajar con los demás, de evitar distracciones, de manejar demandas múltiples, etc.
Si hay algo de lo que una escuela Montessori debe estar satisfecha en los tiempos que corren, es el de trabajar algo de suma importancia para el ser humano como son las funciones ejecutivas. Digo “en los tiempos que corren”, pues la llegada a nuestras vidas en los últimos años de los dispositivos electrónicos y su desaconsejable utilización antes de los 6 años según los expertos, hacen que niñas y niños entre 0 y 6 años no estén realizando un trabajo adecuado de sus funciones ejecutivas acorde a las necesidades de desarrollo que niñas y niños en esta franja de edad tienen como seres humanos que son.

Las funciones ejecutivas son las que nos caracterizan a los seres humanos y nos definen como seres sociales. Las funciones ejecutivas que la gran mayoría de investigadores considera como básicas son el control inhibitorio, la memoria de trabajo y la flexibilidad cognitiva. Estas habilidades, relacionadas con la gestión de las emociones, la atención y la memoria, nos permiten el control cognitivo y conductual necesario para planificar y tomar decisiones adecuadas. Estas funciones tan importantes para la vida cotidiana están vinculadas al proceso madurativo de la corteza prefrontal y resultan imprescindibles para el éxito académico y, lo que es más importante, para el bienestar personal del alumno (Diamond, 2013).
En un día a día de una escuela Montessori, las funciones ejecutivas tienen un papel protagonista sobre todo en la etapa comprendida entre los 0 y los 6 años, lo que en el método Montessori abarcaría las etapas de Nido, Comunidad Infantil y Casa de niños.
Imaginemos una situación diaria del niño en el aula. Supongamos una situación en la que un niño tiene que esperar su turno para realizar una actividad. En primer lugar, el niño debe tener control inhibitorio, debe poder abandonar lo que está haciendo para permitir que otro niño tome su turno. Pero cuando le toca nuevamente su turno, también tiene que recordar qué es lo que se supone que debe hacer y entonces es donde se requiere de la memoria de trabajo. Si los niños a los que les toca el siguiente turno no hacen algo imprevisible, el niño de nuestro ejemplo debe ser capaz de ajustar lo que hará enseguida, y esto último en lo que requiere de flexibilidad mental.
Este sencillo ejemplo, aclara por ejemplo cuestiones del tipo de por qué en Montessori solo hay un material de cada tipo, obligando así a los niños a tener que esperar su turno para poder trabajar con él; o por qué en Montessori los niños pueden observar el trabajo que realiza un compañero siempre que lo hagan con sus manos atrás y en silencio, de tal manera que respeten al compañero que está trabajando a la vez que “aprenden a esperar”; o por qué en Montessori, los niños tiene que esperar a que el Guía les realice la presentación completa de un material antes de que ellos puedan trabajar con él; o por qué en Montessori existen “límites lógicos” donde un niño adquieres numerosas rutinas donde la espera para después poder realizar la actividad es algo que forma parte en bastantes ocasiones al día de una rutina diaria de un niño.
Trabajar las funciones ejecutivas es algo así como “ir al gimnasio”. De esta manera, cuanto más se trabajen estas áreas cerebrales, la capacidad se vuelve más fuerte porque se aspira a fortalecer esas conexiones neurales. La función ejecutiva cambia a lo largo de la vida, aunque bien es cierto que mejora considerablemente durante los primeros años.
La sociedad del “fast life”, donde apenas si se está dejando al niño ser niño o llevar unos ritmos naturales de desarrollo, tiene hoy unas carencias tremendas en cuanto al desarrollo de las funciones ejecutivas en la primera infancia que a la postre les perjudicaran a lo largo de su vida. Niñas y niños poco o nada acostumbrados a la espera, a controlar sus impulsos, a respirar o a saber esperar para poder actuar, son el resultado hoy de una sociedad que “vomita” cantidad de falsas esperanzas y falsos aprendizajes creyendo que cuanto más ocupado esté mi hijo mejor; una sociedad que confunde aprendizaje con acumulación de conocimientos.
Hoy, donde el ser humano se encuentra sumido en una nueva revolución para su especie, en este caso la revolución tecnológica, la educación debería fijar en el trabajo de las funciones ejecutivas uno de sus pilares imprescindibles dentro de sus programaciones educativos, y no lo está haciendo. Hoy, muchos de los problemas por los que pasan niñas y niños, estoy convencido que pasan por no haber tenido un correcto trabajo de las funciones ejecutivas cuando tocaba hacerlo. Pero claro, es más fácil culpar a un niño de 4 años que a todo un sistema educativo.
La sociedad de hoy necesita educar para la vida y no solo educar para conseguir un trabajo. Defendamos una educación que acerque al niño al sentido de la vida. De forma lenta pero segura, el niño ingresa al mundo con estas habilidades le permiten llevarse bien con los demás, cambiar las reglas, ser flexibles, lograr nuevas cosas, y hacerlo sin miedo.
Si no adquirimos estas habilidades durante la infancia y la adolescencia, que es cuando se activan, estaremos realmente mal preparados para mantener un trabajo cuando seamos adultos, para criar nuestros hijos o para convivir con los demás. Básicamente, para ser parte de la sociedad.