Esa
pregunta es actual, especialmente en un momento en que nuestros hijos
están a punto de hacer el borrador de su carta a los Reyes Magos.
No hay
respuesta mágica a esa pregunta, porque la educación en el asombro y en
la belleza es una aventura que empieza en el momento en que nacen
nuestros hijos, no es una pastilla milagrosa que les podemos dar con 7
años… Pero hay algunas ideas generales que quizás nos pueden ayudar.
Primero, no es verdad que todo el mundo lo tiene.
En la clase de nuestras hijas, la mitad de las niñas tienen Monsters,
la otra no. En la clase de nuestro hijo, hay muchos niños que no se
entretienen con videojuegos violentos. Los niños tienden a mirar a su
derecha y a su izquierda y a concluir que el resto del mundo es parecido
a lo que ven a su lado. Los niños no son capaces de hacer estadísticas, hemos de ayudarles a hacerlo.
“¿Cariño, hay alguien en tu clase que no tiene Monsters?” Y entonces
empezarán a acordarse. Y podemos ir un paso más lejos. “¿Por qué tú
crees que esas niñas no tienen?” “¿Por qué tu crees que esas otras niñas
las tienen?”
Segundo, hemos de ser muy valientes y
tener muy claro como padres que la lógica de “lo he de tener/hacer
porque todo el mundo lo tiene/hace”, es una lógica que se ha de romper de pequeño. Si cedemos, ¡que no sea nunca con ese argumento!
De lo contrario, con 15 años, habremos contribuido a que vayan al
botellón “porque todo el mundo va al botellón”. Los niños tienen que
entender que esa postura carece de personalidad y de fuerza. Tienen que
desarrollar intereses propios, originales, optar por explorar sus
talentos y habilidades en vez de jugar al absurdo juego del seguidismo.
Un niño que tiene una pasión por los pájaros, por la música, por la
química, por los cohetes o por los castillos es un niño curioso y
ocupado, que no tiene tiempo para envidiar cada una de las modas que
pasan por nuestros patios.
Tercero, hemos de introducir a nuestros hijos a todos los juguetes y películas, antes de que se enteren por sus amigos
(a partir de los 6 años, antes no será necesario). Es mil veces mejor
ver el tráiler de una película infantil vulgar con mamá, y hacer un mini
fórum sobre ello comentándolo en casa, que oír hablar de esa película
en el patio, sin saber de qué va. Nuestros hijos no serán bichos raros,
serán personas fuertes y seguras con un criterio informado. Pero para
ello hemos de invertir un cierto tiempo.
Cuarto, reducir el número de competidores que interfieren con los criterios de los padres. Y
aquí hablamos entre otras cosas de la televisión y de las miles de
revistas publicitarias de juguetes que llegan a nuestros hogares en esos
tiempos pre Navidad. En mi casa, pasan del buzón al cubo de
reciclaje, directamente.
Los niños son target de las estrategias de marketing de las multinacionales que venden juguetes y videojuegos y no hemos de dejar que eso ocurra, porque lo que es comercial no necesariamente es lo mejor, y muchas veces interfiere con nuestros criterios educativos y hace más difícil nuestra tarea de educar. Sobre ese tema, os recomiendo escuchar 4 minutos del documental The Corporation, que habla de la manipulación de la que son víctimas nuestros hijos por las multinacionales que quieren vender sus productos. Según la profesora de psiquiatría de Harvard, Susan Linn, una familia no puede competir con una industria que gasta 12 000 millones al año en bombardear a los niños con estrategias comerciales y de marketing. Y pregunto yo, ¿con la televisión apagada, no será más fácil?
Quinto, acompañar al niño mientras hace su carta a los Reyes. “Olvídate de lo que todo el mundo tiene. ¿Qué es lo que más te gustaría pedir a los Reyes, cariño? ¿Por qué?” Quizás el niño necesita ir a merendar Cacaolat solo con mamá o con papá antes de darse un paseo por la librería más cercana, en la que se le ocurrirán muchas más ideas de las que se le ocurren mirando una revista de Drim o de ToysRus… En mi casa, esas revistas pasan del buzón al cubo de la basura, directamente.
Los niños son target de las estrategias de marketing de las multinacionales que venden juguetes y videojuegos y no hemos de dejar que eso ocurra, porque lo que es comercial no necesariamente es lo mejor, y muchas veces interfiere con nuestros criterios educativos y hace más difícil nuestra tarea de educar. Sobre ese tema, os recomiendo escuchar 4 minutos del documental The Corporation, que habla de la manipulación de la que son víctimas nuestros hijos por las multinacionales que quieren vender sus productos. Según la profesora de psiquiatría de Harvard, Susan Linn, una familia no puede competir con una industria que gasta 12 000 millones al año en bombardear a los niños con estrategias comerciales y de marketing. Y pregunto yo, ¿con la televisión apagada, no será más fácil?
Quinto, acompañar al niño mientras hace su carta a los Reyes. “Olvídate de lo que todo el mundo tiene. ¿Qué es lo que más te gustaría pedir a los Reyes, cariño? ¿Por qué?” Quizás el niño necesita ir a merendar Cacaolat solo con mamá o con papá antes de darse un paseo por la librería más cercana, en la que se le ocurrirán muchas más ideas de las que se le ocurren mirando una revista de Drim o de ToysRus… En mi casa, esas revistas pasan del buzón al cubo de la basura, directamente.
Sexto, hemos de educar a nuestros hijos en la lectura. Muchas de las alternativas que el mercado nos ofrece para Reyes incapacitan los niños para la lectura. Jugar es importante, pero no es lo mismo que divertirse pasivamente.
A veces confundimos ambas cosas. Los contenidos frenéticos y los
juguetes con botones los apalancan y los convierten en sujetos pasivos. Un
niño que no lee es un niño abocado al conformismo, al pensamiento
único, sin imaginación. Los libros, en cambio, desarrollan su templanza,
su capacidad de convivir con el silencio, de pensar, de reflexionar, de
imaginar. Un niño que lee tiene vida interior, y por lo tanto brillo en
los ojos.
En
definitiva, aprovechemos esta época tan bonita, en la que los niños
están a la espera de algo grande y misterioso, para rodearlos de
belleza, de excelencia. Y poco a poco, nuestros hijos se negarán a
dejarse llevar por las absurdas modas y serán verdaderos protagonistas
de su educación. Eventualmente, son los que irán cambiando el tono del
patio del colegio, y de la sociedad en general.