L'Ecuyer es divulgadora y autora de «Educar en el asombro»
El juego libre, la naturaleza y el silencio son tres claves que ofrece Catherine L’Ecuyer (Quebec, 1974) para respetar la manera que tiene un niño de descubrir el mundo. Madre de cuatro hijos, de 13, 12, 10 y 7 años, la autora de los bestsellers Educar en el asombro (24.ª edición) y Educar en la realidad (8.ª) pisó el cole por primera vez cuando tenía 7 años. «Antes, estaba en casa con mi madre y mis hermanos subiéndome a los árboles. Vivíamos en el campo, en Canadá, y mis padres tenían como hobby el cuidado de una granja de 30.000 faisanes. Teníamos muy pocos juguetes, no los necesitábamos», asegura esta adicta a la lectura y seguidora del estilo Montessori.-¿Cómo se cultiva el asombro en un mundo hiperactivo?
-Con el contacto con la naturaleza, el silencio, el respeto por los ritmos de los niños y su sed de belleza, de misterio…
-¿Y el fruto del asombro es...?
-El agradecimiento del que no da nada por supuesto.
-Madre de cuatro, ¿fue este grado en maternidad lo que la convirtió en «bestseller»?
-Bueno... la maternidad me llevó a investigar, pero el camino para publicar fue otro. En el 2010 sufrí un grave accidente de coche embarazada y estuve seis meses de baja. Ahí fue cuando escribí el libro.
-Sí, en mi tercer idioma y, cuando le pedí a mi marido que me revisara el estilo, me dijo: «No hace falta, cariño, ¡es que no tienes estilo!», ja, ja, ja.
-¿Cuenta con los dedos?
-No, pero cuento en francés. Llegué aquí con 28 años y hay cosas que una no puede cambiar…
-¿Cómo cambió su vida cuando se vino de Canadá a España?
-Metía la pata cada día. Pidiendo al carnicero «ternura» en vez de «ternera»… o regalando polvorones a mi suegra en pleno mes de julio. Y hay choques culturales más radicales...
-Cuéntenos.
-En la cultura española, los lazos de amistad y familiares son más auténticos, pero la otra cara de la moneda es que se encuentra mucha homogeneidad en esos grupos: la gente tiende a pensar igual y a no querer destacar con ideas propias.
-¿Qué fue lo que más le sorprendió de aquí?
-Me llevo un susto cada vez que la dependienta de la frutería del barrio me llama «cariño». Pero me encanta que la cultura española sea tan cálida.
-«Pantallas no antes de los 2 años». Este es un mensaje que lleva en su boca, y sus conferencias, años. ¿Es tan nocivo el consumo de tecnología precoz?
-¿Pero qué adulto vive hoy sin móvil, sin conexión?
-No defiendo que los adultos no usen la tecnología. Pero creo que veremos un movimiento «sin móvil» dentro de poco.
-¿Sus hijos tienen móvil?
-No, mis hijos no tienen móvil y tampoco lo piden. Antes la gente les daba el pésame, ahora nos da la enhorabuena.
-La mitad de los problemas educativos se resolverían si...
-Los padres dedicáramos al menos 20 minutos a escuchar a cada uno de nuestros hijos antes de ponerlos a dormir.
-¿El mejor regalo para un niño?
-Los padres son el mejor regalo, por muy imperfectos que sean.
-¿Renunció a su proyección profesional para conciliar?
-Me rechazaron en dos empresas españolas por estar embarazada, y una de ellas hace bandera de la conciliación, y rechacé una oferta de trabajo en Lehman Brothers en Londres porque sabía que era incompatible con la maternidad.
-¿Y el «Yo no renuncio»?
-Debemos luchar por la igualdad, pero ni con ella conseguiremos que tener un hijo deje de ser un sacrificio. La vida es una aventura de renuncias a favor de lo que tiene más sentido, y esto es lo que nos convierte en personas capaces de amar. Pero hoy vivimos en la cultura del hedonismo, que asocia lo bueno con lo fácil y lo placentero.
-¿Es feminista?
-Mi mitad canadiense no es feminista, porque me atrevo a decir que la igualdad en Canadá es real. Mi mitad española sí lo es. Recuerdo el día en que los bomberos se negaban a hablar conmigo sobre la caldera, preguntaban por mi marido...
-¿Sabe hacer un caldo, una tortilla o un polbo á feira?
-Lo único que sé hacer es imitar a la mejor cocinera que conozco, mi suegra. Es gallega, de Santiago.
-Un deseo de Año Nuevo.
-Que al despertarnos cada día podamos asombrarnos al ver a las personas que tanto nos quieren y queremos.