10.8.20

Catherine L´Ecuyer: «Los niños no se van a morir por perderse dos o tres meses de clase»

 «Mandar vídeos y fichas por plataformas virtuales en la etapa infantil es un despropósito», apunta la divulgadora, que considera que el confinamiento nos puede ayudar a valorar lo que tenemos: «Después, nos sorprenderemos como nunca, lo veremos todo como si fuera la primera vez»

Autora de los bestsellers Educar en el asombro y Educar en la realidad, madre de cuatro hijos, Catherine L’Ecuyer (Quebec, 1974), asegura que «saldremos distintos» de la crisis del coronavirus. «Cuando nuestros hijos tienen todo lo que quieren sin tener que esperar, tienden a dar todo por supuesto, una actitud contraria al asombro. Ahora, hay restricciones y los recursos están limitados, es un tiempo para la templanza. Eso ayuda a valorar lo que tenemos y a agradecerlo. Agradecemos la salud. Después del confinamiento, nos asombraremos como nunca, porque veremos todo como si fuera la primera vez», dice la divulgadora.

-¿Cómo les explicamos a nuestros hijos lo que pasa buscando el equilibrio entre el realismo y la calma?

-Los niños no deberían estar escuchando las noticias, sino enterarse de lo que pasa por nosotros. Deberíamos poner los filtros convenientes cuando se lo explicamos, en función de su edad. Antes de los 6 años, no tiene mucho sentido dar mucha información. En la etapa de primaria, podemos explicarles que hay un virus que está enfermando a muchas personas y que nos quedamos en casa porque no es momento para enfermarse, porque los médicos están muy ocupados ahora atendiendo a los enfermos. Así, el día que alguien de la familia se enferme, no lo recibirán como una sentencia de muerte. De hecho, no lo es. Con esto no digo que no sea grave, pero no podemos transmitir una sensación apocalíptica a nuestros hijos, llevándolos a pensar que nos vamos todos a morir cuando no es así.

-Bélgica recomienda la actividad al aire libre, hay otros países que permiten salir con los niños. Las diferencias en las políticas de los distintos gobiernos del mundo nos invitan a plantearnos si los niños necesitan consideración o medidas aparte. ¿Son los olvidados de esta crisis?

-Está claro que sería ideal poder salir un rato con ellos, pero los niños son vectores de contagio y casi siempre asintomáticos. Ojalá los expertos (epidemiólogos y psicólogos) puedan conversar serenamente juntos sobre los pros y los contras de forma abierta y públicamente. Pero el clima politizado hace que las decisiones se tomen a puerta cerrada pidiendo unidad, sin entender el trasfondo de las mismas. En cualquier caso, al margen de esas consideraciones, es importante entender que los niños no reaccionan como nosotros a estas situaciones.

-¿Llevan, realmente, mejor ellos que nosotros esta situación?

-Los niños tienen una capacidad de adaptación que no tenemos los adultos. Y hay estudios que sostienen que no sufren ataques de pánico como los adultos, entre otros motivos porque no son capaces de procesar cognitivamente la noción de «pérdida de control». Buscar el control es propio del adulto, no del niño. En una situación de alarma, el niño mira al principal cuidador y se siente protegido por él. Los niños asumen -por el mero hecho de ser niños- que no están en control de nada. Se ven reflejados en nuestra mirada, y es esa mirada la que contribuye a construir su memoria biográfica, su sentido de identidad. Si estamos angustiados, lo serán; si estamos alegres lo serán. Su estado de ánimo no depende de las circunstancias, sino de lo que ven en nuestros ojos. Ese mecanismo de la naturaleza nos recuerda que los padres somos los primeros educadores. Algunos han sugerido que no dejar salir a los niños sería adultocéntrico. No sé si es cierto, puede también serlo el pedir salir con los niños porque el adulto «no puede más con ellos». Hemos de aprender a convivir en familia, cuando un niño grita y corre en casa, no siempre es porque se porta mal, está haciendo lo propio del niño. Entender esto lo cambia todo.

"Hemos de aprender a convivir, cuando un niño corre o grita en casa no se porta mal, hace lo propio de un niño"

-¿La situación actual no es mucho peor para ellos que sus habituales agendas de ejecutivo estresado?

-Es mucho peor desde el punto de vista psicológico, para el apego seguro, dejar a un niño en un parvulario desde los 4 meses que tenerlo 4 meses confinado con sus padres. Pero es demasiado políticamente incorrecto decirlo...

-¿Qué te parece la propuesta de enseñanza telemática de la ministra Celaá, de mandar deberes por el móvil?

-El hecho de mandar deberes a los alumnos por el móvil denota una falta grande de entendimiento de lo que implica el acto de enseñar y de aprender.

-En el encierro, ¿también se enciende la curiosidad del niño, el asombro?

-El asombro es no dar nada por supuesto. Ahora, hay restricciones y los recursos están limitados. Es una oportunidad para valorar lo que tenemos.

-¿Cómo podemos organizarnos para teletrabajar atendiendo a los niños y la casa, todo junto y revuelto?

-No comprendo lo mal que se está gestionando esa crisis. Y no estoy hablando de partidos políticos; hablo desde el sentido común y pensando en las medidas tomadas en otros países. Hay una improvisación impresionante. ¿Cómo podemos pedir a una madre o a un padre que teletrabaje a la vez que está cuidando de sus hijos, a la vez que se encarga de la casa, a la vez que asiste en la escolarización de sus hijos gestionando deberes que llegan por vía digital (a veces con solo un ordenador en casa o sin impresora), a la vez que dejan de entrar sueldos a casa? Y ahora con el banco de horas que los padres deberán devolver a las empresas, podemos decir adiós al pequeño margen de conciliación que teníamos.

"Con el banco de horas que los padres deberán devolver a las empresas podemos decir adiós al pequeño margen de conciliación que teníamos"

-¿Es un despropósito plantear deberes diarios a niños menores de 10 años?

-No podemos plantear la cuestión de la escolarización como si todos los niños tuviesen la misma edad. No es lo mismo un niño de 3 años, de 8, de 15. Antes de los 6 años, los niños van al colegio porque sus padres trabajan; no hay una necesidad objetiva. En esas edades, aprenden a través de las experiencias sensoriales y de las relaciones interpersonales. Mandarles fichas o vídeos en plataformas es un despropósito. Lo que necesitan es material sensorial, y lo tienen en casa. Bienvenidas sean las sugerencias de los maestros, pero nada debería ser obligatorio. De 6 a 12 años, un niño no es lo suficiente maduro como para poder ser autónomo con su aprendizaje, necesita una instrucción directa. En esas edades, el uso de un ordenador conectado a Internet no es recomendable. Estamos en una situación de excepcionalidad, pero los niños no se van a morir por perderse dos o tres meses de clases.

-¿La tecnología no es útil?

-Ahora que los padres estamos viendo en primera persona que la tecnología no es la panacea para el aprendizaje en la infancia, los gurús tecnológicos no van a poder vendernos la moto tan fácilmente. La tecnología es muy útil para la vida, ¡pensemos cómo habríamos sobrevivido a esa crisis sin ella! Pero sirve para los que tenemos una cabeza amueblada, preparada para usarla. No para la escolarización de la infancia, porque en esas edades nada sustituye a un maestro de carne y hueso. Educar es un acto profundamente humano.

-Las pantallas son esta temporada una tentación aún más inevitable.

-Hay alternativas: ejercicio, lectura, cocina, limpieza, charlar por teléfono, etcétera. Y el videochatting, por Facetime o Skype, es un recurso para seguir en contacto con los seres queridos.

-¿Para los niños también?

-La recomendación de la Academia Americana de Pediatría reconoce que los medios interactivos que permiten mantener la conexión con parientes a pesar de la distancia son positivos. No es lo mismo que una película o un videojuego, porque aquí hay factor humano en directo. Es preciso que haya vínculo afectivo entre el niño y la persona con la que se chatea. El videochatting en directo con Skype o con Facetime se consideran desde el 2017 una excepción a la regla «nada de pantalla antes de los 2 años y menos de una hora de 2 a 5 años».