Todos tenemos sitios de paz a poca distancia de nuestro hogar. Lo ideal sería que no hubiese mucho tráfico, para que no os distraiga.
Debemos recordar a nuestros hijos que deben respirar profundamente y cada cierto tiempo. Vosotros también, si os olvidáis, volver a la respiración y recordárselo también a ellos.
Durante el paseo podéis decirles lo siguiente:
Estad al tanto de lo que os dicen los sentidos.
Si hay pájaros, sugiere a tus hijos que escuchen su canto.
Si es un día soleado, puedes decirle a tus hijos que sientan los rayos en su piel. Cómo el sol calienta vuestra piel y se siente como una caricia. Se nota muy bien en la cara, en los pómulos.
Si pasáis frente a algún arbusto o flor, pídeles que se detengan a oler las fragancias que desprende. O si pasáis por una fuente de agua potable, podéis beber y pedirle a tus hijos que sean conscientes de cómo baja el agua por sus gargantas y se pierde en ese camino. Puedes hacerle preguntas como ¿Está fría el agua? ¿Qué te produce cuando la sientes fluir dentro de tu cuerpo?
Si hay árboles o farolas podéis tocarlos con la mano en ellas durante unos segundos, y después preguntarles: «¿Qué habéis sentido?» «¿Hay diferencia entre un objeto vivo y otro inerte?»
Guía a tus hijos por los sentidos y volved al cabo de unos minutos al ritmo de la respiración.
Si os cruzáis con alguien, al saludarle, invítales a ser conscientes del timbre y la vibración de voz de ese señor o señora, y pregunta: ¿Dónde os ha sonado? ¿En los oídos? ¿En el pecho? ¿En el estómago?
Al volver a casa podéis sentaros y hablar de la experiencia o puedes darles papel y material de dibujo para que expresen libremente lo que han sentido en su paseo consciente.
Podéis hacer este paseo una vez a la semana y lo bonito de esto es que tanto tú como tus hijos, al final seréis conscientes de casi cada uno de los pasos que dais en vuestro día a día y muchos de vuestros paseos y movimientos serán poco a poco más conscientes y plenos.
Un abrazo muy fuerte,