27.8.20

Educando para la Libertad

niño relajado en la cama
Nos gustaría empezar diciendo que hay muchas formas mediante las cuales podemos llegar a la relajación o por utilizar un término más de adultos, podemos realizar meditación.
Desde prácticas ancestrales de religiones a movimientos nueva era, todos tienen su técnica propia. En función de la latitud en que nos encontremos tendremos una favorita u otra.
No hay una mejor. Todas son igualmente válidas.
Nosotros, quizás por vivir en Occidente, y tener un ritmo de vida particular, nos hemos adaptado al Mindfulness. También es conocido como Atención Plena, porque intenta ampliar la percepción cada instante. Con este tipo de meditación se pretende estar presente en cada momento y salir del continuo rumiar de la mente. Aunque no se trata de dejarla en blanco.
El Mindfulness se trata de darnos cuenta. Es decir, cuando observamos que la mente divaga, anclarnos a nuestro ser, volver a la meditación.
¿Y cómo conseguimos esto? Pues puede hacerse de varias formas, concretamente el Mindfulness propone centrarse en la respiración o realizar movimientos conscientes. La respiración es sin duda nuestra arma más poderosa.
El ego nos controla y siempre está pensando en términos de pasado, juzgándonos con asiduidad (la oportunidad que perdí, lo mal que lo hice en aquella ocasión, etc.); o de futuro, normalmente ansiando lo que no se tiene (cuando sea rico, el día que consiga adelgazar, etc.).
La respiración es el antídoto para dejar de anclarnos al pasado o vivir alojados en el futuro. 
Lo más importante que tenemos es el presente. Y sintiendo nuestra respiración, su temperatura y profundidad, por dónde nos va recorriendo, etc., es imposible que nuestra mente se vaya a otro asunto. De esta manera, viviremos verdaderamente en el tiempo regalado: el presente. Y desde este momento, si lo deseamos, podemos perdonarnos por lo que hiciésemos en el pasado, y a su vez podemos ser aquello que sólo creemos poder ser en el futuro.
El presente es como es, es perfecto porque no es susceptible de ser cambiado, y al ego, por sus características, no le interesa el presente. Las personas con mucho ego sólo viven recordando sus logros pasados o anunciando las maravillas que van a realizar en el futuro.
Uno de nuestros autores favoritos, Eckhart Tolle, en su impresionante libro ‘El Poder del Ahora’ habla de los tres tiempos:
“Cuanto más capaz seas de valorar y aceptar el ahora, más libre estarás del dolor y del sufrimiento”
“Si te sumerges en el pasado, se convertirá en un pozo sin fondo”
“El fruto ya vendrá cuando corresponda”
Los niños viven naturalmente en el presente. Cuando juegan durante horas y no se preocupan por comer, dormir o ir al baño, están viviendo en un presente continuo.
Niños tumbados en la hierba
Al crecer, esta capacidad se pierde, olvidada por nuestras “responsabilidades” de adultos. Así que, en teoría, a los niños les resulta más sencillo unirse a su ser.
El problema es que todos, incluidos ellos, vivimos en un mundo que embota nuestros sentidos y a los pequeños se les va educando para que acepten y utilicen los otros tiempos continuamente: “tienes que pensar en tu futuro”, “cualquier tiempo pasado fue mejor”, etc.
Todo esto va calando y los convierte en personas “de bien”. Va arrinconando esos momentos especiales.
Por eso nos encanta en nuestra vida de adulto topar con una actividad que nos hace sentir como niños, en la que no pasa el tiempo. Y lógicamente a los niños también les gusta verse en este estado.
Para eso es el Mindfulness, para volver a conectarnos a lo que somos.
Como los niños tienen otras inquietudes y les interesan cosas distintas a nosotros, hemos preparado un ejercicio muy sencillo.
Ponemos en valor la respiración, el autoconocimiento del cuerpo y los movimientos conscientes.
Esperamos de corazón que te sea muy útil con tus hijos.

DAR UN PASEO CONSCIENTE CON NUESTROS HIJOS

Puedes dar un paseo consciente con tus hijos. No tiene por qué ser en la playa o en un bosque espectacular. Sólo un sitio bonito de vuestra ciudad o pueblo.
Todos tenemos sitios de paz a poca distancia de nuestro hogar. Lo ideal sería que no hubiese mucho tráfico, para que no os distraiga.
Debemos recordar a nuestros hijos que deben respirar profundamente y cada cierto tiempo. Vosotros también, si os olvidáis, volver a la respiración y recordárselo también a ellos.
Durante el paseo podéis decirles lo siguiente:
Estad al tanto de lo que os dicen los sentidos. 
Si hay pájaros, sugiere a tus hijos que escuchen su canto. 
Si es un día soleado, puedes decirle a tus hijos que sientan los rayos en su piel. Cómo el sol calienta vuestra piel y se siente como una caricia. Se nota muy bien en la cara, en los pómulos. 
Si pasáis frente a algún arbusto o flor, pídeles que se detengan a oler las fragancias que desprende. O si pasáis por una fuente de agua potable, podéis beber y pedirle a tus hijos que sean conscientes de cómo baja el agua por sus gargantas y se pierde en ese camino. Puedes hacerle preguntas como ¿Está fría el agua? ¿Qué te produce cuando la sientes fluir dentro de tu cuerpo? 
Si hay árboles o farolas podéis tocarlos con la mano en ellas durante unos segundos, y después preguntarles: «¿Qué habéis sentido?» «¿Hay diferencia entre un objeto vivo y otro inerte?» 
Guía a tus hijos por los sentidos y volved al cabo de unos minutos al ritmo de la respiración. 
Si os cruzáis con alguien, al saludarle, invítales a ser conscientes del timbre y la vibración de voz de ese señor o señora, y pregunta: ¿Dónde os ha sonado? ¿En los oídos? ¿En el pecho? ¿En el estómago? 
Al volver a casa podéis sentaros y hablar de la experiencia o puedes darles papel y material de dibujo para que expresen libremente lo que han sentido en su paseo consciente.
Podéis hacer este paseo una vez a la semana y lo bonito de esto es que tanto tú como tus hijos, al final seréis conscientes de casi cada uno de los pasos que dais en vuestro día a día y muchos de vuestros paseos y movimientos serán poco a poco más conscientes y plenos.
Un abrazo muy fuerte,