Toda la situación que hemos vivido nos ha hecho (o debería habernos hecho) pensar y repensar sobre cuál es el modelo de educación que teníamos antes del coronavirus y cómo queremos que sea el que venga a partir de ahora. A pesar de que nuestros hijos e hijas hayan «perdido» tres meses de clases convencionales, no podemos negar que este confinamiento les ha servido para aprender muchísimas cosas nuevas, dejar volar su creatividad, para jugar, para aburrirse también, para reflexionar… En definitiva, para crecer.
Sin embargo, la vuelta al cole en septiembre no será como los años anteriores, nos vamos a encontrar escuelas diferentes a cómo nuestros hijos e hijas las dejaron en el mes de marzo… Y en esta tesitura, cabe preguntarse: ¿estas transformaciones que vivirá la educación hasta que se encuentre un remedio para el coronavirus serán un simple parche temporal, o serán cambios que modificarán por completo el sistema educativo actual y llegarán para quedarse?
Hemos hablado con la profesora y directora de la Asociación Pedagógica Francesco Tonucci (APFRATO), Mar Romera, sobre estos temas que conciernen a lo que ella misma ha denominado como una «revolución educativa».
Mar, ya empezamos a saber algunas de las medidas que se van a implementar de cara al nuevo curso escolar. ¿Qué opinas sobre ellas? ¿Crees que van a hacer falta más recursos, profesorado, infraestructuras…?
Mi opinión es que siempre hacen falta más recursos, y que cuantos más recursos podamos tener, mucho mejor será todo el proceso y todo el sistema educativo. Pero esto ya era así antes del coronavirus, solo que ahora se ha evidenciado más. Por otra parte, es necesario ampliar los recursos humanos, también los materiales, sobre todo en cuestiones de digitalización de los centros, y digitalización de las familias. Pero esto no va a resolver el problema real del sistema educativo que ya arrastramos desde antes del coronavirus.
Entonces, nuestras propuestas desde APFRATO para iniciar el curso 20-21, que hemos trasladado tanto a las administraciones como en diferentes webinars públicos, van encaminadas a adaptarnos a las circunstancias pero aprovecharlas como una gran oportunidad para el cambio del modelo educativo. No es simplemente hacer una adaptación parcial o temporal esperando que se encuentre la vacuna, para luego volver donde estábamos. Se trata de adaptarnos a un nuevo paradigma educativo, es como si el siglo XXI para la educación hubiese empezado en 2020.
¿Y en qué puntos crees que se debería centrar este cambio de modelo educativo del que hablas?
Lo primero de todo es potenciar de verdad la autonomía pedagógica de los centros en relación a casi todos los elementos curriculares, a los horarios, a los espacios, y a la toma de decisiones de la organización interna de los propios claustros. ¿Y por qué digo autonomía pedagógica? Porque no tiene nada que ver un centro educativo en el centro de Madrid con mil y pico chicos y chicas, que una escuelita rural del norte de la sierra con treinta y pocos.
Es decir, hablar de instrucciones generales para todo el mundo no tiene ningún sentido. No tiene nada que ver un colegio de costa ubicado al lado de la playa donde el alumnado puede incluso utilizar la arena como espacio de juego, con un cole en el centro de una gran ciudad rodeado de mil calles. No tiene nada que ver un claustro de 5 profesores con uno de 120. No tiene nada que ver una escuelita de infantil con un instituto de FP con 15 o 20 ciclos de grado medio y grado superior… Lo que no podemos es establecer generalizaciones, ni en contextos, ni en formatos, ni en claustros. Por eso entendemos que una medida urgente es la autonomía pedagógica real, que además bajará de manera brutal todos los procedimientos burocráticos que soportan los coles para nada.
Esta autonomía pedagógica debería relativizar muchísimo la utilización de espacios. La ministra de Educación hablaba el otro día de la posibilidad de comer en las aulas, esto es solo un ejemplo, pero el enfoque sería el siguiente: no vamos a comer en las aulas para minimizar el riesgo de contagio en los comedores, vamos a utilizar las aulas y el momento de comer como un momento educativo para entrenar competencias necesarias en nuestro alumnado en el siglo XXI. Es un cambio de mirada.
Vamos a relativizar los horarios, pero no para descongestionar la entrada y la salida en prevención del contagio, que también, sino para potenciar la autonomía moral, individual y la responsabilidad individual de los chicos y chicas, diseñando prácticamente una educación personalizada donde cada persona desde sus fortalezas, desde su búsqueda de plenitud, pueda tener su propia estructura curricular, y todo lo que tengamos en el centro esté al servicio de la construcción de ese proyecto de vida. Por tanto, se trata de olvidar el profe que da clase y el alumno que escucha. El objetivo es cambiar el enfoque global, en el paradigma en el que estamos, para no evolucionar, sino revolucionar. Ha llegado el momento de una revolución en el modelo educativo.
En cuanto a esto que comentas de relativizar los espacios, hace unos días salía la noticia de que la ministra de Educación proponía aprovechar también los patios de los colegios y otros espacios para dar clase…
Nuestra idea no es solo es aprovechar los patios, nosotros hemos propuesto, de la mano y explicación del propio Tonucci, que se utilicen todos los espacios de la comunidad. Mucha gente ha interpretado: “Ah, vale, entonces utilizamos las bibliotecas para dar clase, o el salón de actividades del Ayuntamiento para dar clase”. No, esta no es nuestra propuesta.
Nuestra propuesta es que toda la comunidad se implique en el modelo educativo. Entonces, si estamos en un barrio o en una localidad o en un pueblito en el que hay dos panaderías, los chicos y chicas deben asistir a la panadería, no van a asistir veinte, pero sí pueden ir dos y durante una semana aprender cómo se hace el pan, por qué se hace, qué se combina, cómo se pesa… Y lo mismo en una carpintería, en un supermercado, en las fábricas, en las instituciones, empresas…
Es decir, implicar realmente a toda la comunidad en la educación. Nosotros proponemos también, por ejemplo, que en un diámetro de 500/600 metros alrededor del colegio se cortara todo el tráfico. Y esos espacios y esas calles fuesen de utilización de los mismos niños y niñas pero, insisto, no para dar clases como estábamos haciendo, sino para hacer otro modelo de escuela.
Hemos hablado mucho durante este confinamiento (y antes también) sobre que los niños son el futuro de la sociedad, pero claro, tendremos que empezar a darles las herramientas que necesitan para el futuro ahora, en el presente. ¿No crees?
Para empezar, yo me atrevería a decirte que los niños y niñas no son ciudadanos del futuro, ya son ciudadanos hoy. Lo segundo es que con los primeros que hay que contar es con ellos, y a los primeros que hay que preguntar es a ellos: tenerlos en cuenta. Nos reunimos mesas sectoriales de directivos, profesorado, sindicatos, políticos, técnicos… Ya, ¿y los niños? ¿alguien les ha preguntado a ellos? Si tienen las soluciones.
Desde esa perspectiva, la gente está preocupada en general porque los niños han perdido tres meses o cuatro de curso… Yo eso, de verdad, no lo entiendo. ¿Qué han perdido? ¿Qué situación han vivido? ¿Qué han aprendido? ¿Cómo han madurado? ¿Cómo hemos trabajado durante este tiempo la responsabilidad individual? No el mínimo común múltiple, sino la responsabilidad individual. Es decir, el perder una secuencia de contenidos no tiene absolutamente ninguna importancia, lo que pasa es que todavía no hemos entendido que esos contenidos en la escuela se utilizan como recursos para provocar el proceso de madurez a nivel neurológico.
Si se pudiese hacer cada año una simulación de esta situación que hemos vivido con el coronavirus, pero sin las muertes, las pérdidas y la desestructuración económica del planeta, si solo fuese por la ecología, la contaminación y el sistema educativo, yo firmaba todos los años esta situación. Pero claro, el tema es que nos preocupamos porque el niño no ha aprendido a restar con llevada. Pues, a ver, dentro de dos años ese mismo niño restará con llevada en 5 minutos, lo que este año le habría costado cuatro meses, porque el proceso de madurez neurológica cognitiva ya estará adquirido. El tema es, si este proceso, en una vivencia excepcional en casa, desde una perspectiva de reflexión, de pérdida que han tenido muchos, de no poder estar con sus amigos y comodidades de su vida normal…. Probablemente, todo esto les ha ayudado y han aprendido muchísimo más que si hubiesen estado en el cole.