20.8.20

Catherine L’Ecuyer, autora de «Educar en el asombro» y «Educar en la realidad»: “Hemos de volver a aprender a prestar atención de verdad”


Educar en la realidad es el segundo libro de Catherine L’Ecuyer después del bestseller Educar en el asombro. Educar en la realidad es un manantial de buenas ideas educativas que nos ayudan a enriquecer nuestra mirada, adquirir mayor conciencia del maravilloso significado de la palabra educar y nos aporta valiosa información (debidamente contrastada y citando todas las fuentes) sobre alguno de los temas que forman parte del debate educativo. Adaptamos  algunas frases del libro y le pedimos a su autora que al hilo de esas frases nos sugiera algún pensamiento o recomendación para las madres y padres lectores de Gestionando hijos.
Proponemos a nuestros lectores que expresen qué les hacen sentir o qué opinan de estas frases de Catherine L’Ecuyer.  Cinco comentarios tendrán como regalo el libro Educar en la realidad. Puedes escribirnos un comentario en esta entrevista o hacerlo en el post de Facebook. 
“El día sigue teniendo 24 horas. Lo que ha cambiado es la atención que prestamos a lo esencial, a lo importante, a lo que tiene sentido”. ¿Hemos perdido el sentido de lo importante? 
Si preguntamos a los padres lo que ellos consideran importante, ellos lo saben perfectamente. Saben que a las 8 de la noche es más importante escuchar lo que te cuenta tu hijo, que correr detrás del whatsapp de un compañero de trabajo o mirar el Facebook. Ellos saben cuáles son sus prioridades y qué es lo que han de hacer en cada momento. Pero el día a día nos come y el bombardeo continuo de información que nos llega por las redes nos convierte en lo que Clifford Nass, un experto americano en la multitarea, llama “enamorados de la irrelevancia”.
¿Crees que nuestra sociedad está enamorada de lo irrelevante?
Pablo d’Ors, en su narrativa de la autobiografía de Charles de Foucault, dice que «la mayor miseria del hombre es su dispersión. “Dispersos estamos en muchas partes y en ninguna, y es así como empezamos por no encontrarnos y como terminamos por no saber ni quiénes somos”. Esa una buena descripción de lo que nos está ocurriendo a muchos.

¿Cómo podemos revertir esta tendencia?
Enamorarse con lo irrelevante ocurre cuando hay dispersión, una tentación que nos trae la multitarea tecnológica. Para revertir esta tendencia, se trata de intentar hacer solo una cosa a la vez que requiera procesar información. Es un tema de higiene mental. La gente que hace una sola cosa a la vez que requiere procesar información tiene una memoria de trabajo menos colapsada, comete menos errores, es capaz de más profundidad en el pensamiento, presta más atención, etc. Hemos de volver a aprender a prestar atención de verdad.  Si nos cuesta a nosotros, podemos imaginar lo difícil que es hacerlo para un niño pequeño, que aún no tiene la fuerza de voluntad y la templanza consolidada. Navegar con 5 o incluso 10 años, es como beber agua de una boca de incendio. Yo creo que la crisis educativa que tanto nos preocupa, principalmente es una crisis de atención.


Hay una serie de neuromitos que citas en el libro (usamos solo el 10% de nuestro cerebro, nuestra inteligencia es ilimitada, un entorno enriquecido aumenta la capacidad para aprender…) que en resumen elogian el uso de las nuevas tecnologías. ¿Por qué crees que estos neuromitos están tan extendidos a pesar de haberse demostrado como falsos?
Esos neuromitos están reconocidos como tales por la OCDE y por varios estudios en revistas indexadas de primer nivel. Pero siguen muy difundidos por 3 motivos. 1) Hay una industria que nutre esos mitos: libros y juguetes que hablan, aplicaciones informáticas supuestamente diseñadas para potenciar nuestra inteligencia, métodos conductistas como la estimulación temprana que se han utilizado como herramienta de marketing durante mucho tiempo en varios colegios, etc. 2) Los estudios científicos denuncian claramente los neuromitos como tales, pero la divulgación es dificultosa, la gran mayoría de los maestros y de los padres se los creen, porque los estudios no llegan a la calle. 3) !La vanidad humana! Decía Huxley que “es más fácil creerse una falsedad emocionante que una verdad sin interés”. Somos humanos y limitados, esa es una verdad sin interés. Que nuestros hijos puedan llegar a ser el próximo Einstein, esa es una falsedad emocionante. Tentador, ¿no?
Al hilo de una frase de Chesterton que viene en el libro (“No hay cosas sin interés. Tan solo personas capaces de entenderlas”), ¿cómo podemos despertar el interés de nuestros hijos?
El interés es un deseo. Y lo que despierta el deseo es la belleza, el sentido, el “porqué” y el “para qué” se hace lo que se hace.
Recuerdo una maestra que me contó una anécdota preciosa. Dijo a sus alumnos de 4 años que podían hacer un dibujo para sus padres. Uno de ellos se quedó sin hacer nada, triste. Entonces recordó que ambos padres de ese niño eran ciegos. Le dijo que si hacía un dibujo, ella iba a hacer agujeros pequeños en los trazos para que sus padres puedan “tocar” el dibujo. El niño se puso a dibujar con un entusiasmo indescriptible y lleno la hoja de trazos. Los niños necesitan sentido para poder motivarse.
Por lo tanto, es importante fomentar motivaciones internas y trascendentes (de sentido) en nuestros hijos y alejarse de todo lo que fomenta en ellos motivaciones externas (pantallas, castigos, recompensas, etc.).
Imagen de Pere Tordera
Imagen de Pere Tordera
¿La pantalla es una motivación externa?
Para una mente inmadura sí. Quien lleva la rienda ante la pantalla no es el niño, sino los algoritmos de la aplicación del dispositivo, que engancha con el atractivo de sus sonidos y de sus imágenes. Esos estímulos son recompensas que motivan al niño artificialmente. De hecho los neuropediatras ya saben que no se puede diagnosticar a un niño con TDAH mientras está delante de una pantalla porque el locus de control (el lugar desde el cual se controla la atención) no es interno al niño, sino es externo.

¿Y las motivaciones de distintos tipos pueden sumar? Por ejemplo, si le doy una recompensa por haber leído a un niño que lee por placer, ¿puedo fomentar aún más la lectura? 
¡Pues no es así! Los estudios dicen que cuando sumamos motivaciones externas (recompensas, castigos, etc.) a motivaciones internas (deseo de conocer, leer por el placer, etc.), las primeras acaban cargándose a las segundas. Sé que es sorprendente, pero eso es lo que dicen los estudios que cito en mi libro.
No vamos por buen camino… “Un estudio  con 14.000 alumnos de la universidad de Michigan concluye que los jóvenes son hoy un 40% menos empáticos”. ¿Cómo te explicas este tremendo déficit de empatía? ¿Cómo podemos padres y madres contribuir a cultivar esta capacidad de ponerse en el lugar del otro?
Los investigadores lo atribuyen al auge de las redes sociales. Ver una persona apuñalada en Facebook no es lo mismo que verla en la acera de camino a casa. La pantalla nos aleja de la realidad, actúa a modo de filtro entre nosotros y la realidad. Solo así se entiende que haya tantos “me gusta” en esas fotos en Facebook.
La capacidad de ponerse en el lugar del otro, la empatía es “sentir con”. Hemos de cuidar la sensibilidad de nuestros hijos con esmero, es lo que les permite sintonizar con las personas y con la realidad viendo la belleza que hay en todo. Simone Weil habla de la empatía en términos de atención: “Esta mirada en la que el alma se vacía de todo contenido propio para recibir al ser al que está mirando tal cual es, en toda su verdad”, y sigue diciendo “solo es capaz de ello quien es capaz de atención”. Es un reto precioso.
¿Por qué es importante educar en la realidad a nuestros hijos?
Los niños aprenden en clave de realidad. Los últimos estudios en neurociencia nos indican que los niños no aprenden a través de largos discursos y de explicaciones conceptuales, sino a través de sus cinco sentidos. Por eso nos quejamos de que nuestros hijos no nos escuchan. Madre Teresa de Calcuta responde sabiamente: “no te preocupes por que no te escuchan, te miran todo el día”. Por lo tanto, hemos de preguntarnos “¿qué experiencia estoy dando a mis hijos?”. Tiene mucho más sentido lo que hacemos y la mirada que tenemos hacia el mundo, que lo que les decimos que pueden o no hacer. Y aprenden mil veces más viendo, oliendo y tocando una gallina que viéndola en una tableta o pintándola “sin salirse de las líneas”.
¿Qué mitos sugieres que deberíamos desterrar de nuestras cabezas a la hora de educar a nuestros hijos?
“Más no es mejor”. Ese mito es una mala interpretación de la literatura científica. Los niños (hablamos en la etapa infantil sobre todo) aprenden a través del juego desestructurado. De hecho hay estudios que relacionan el juego desestructurado con una mejora de las funciones ejecutivas, y las funciones ejecutivas son buenos indicadores del rendimiento escolar.
Portada del libro Educar en la realidad.
Portada del libro Educar en la realidad.
¿Entonces el juego es más útil de lo que nos pensamos?
Útil, inútil… “¿Para qué te sirve, Sócrates, tocar la lira antes de morir?” Y responde Sócrates, “para tocar la lira antes de morir.” El criterio de utilidad es una trampa. ¿Útil para qué? Educar es buscar la perfección de la que es capaz nuestra naturaleza. Todo lo que pretende “inculcar” en nuestros hijos perfecciones de las que no son capaces (que hagan muchas cosas a la vez, que lleguen a tener esa inteligencia y esa memoria supuestamente ilimitada) y que deja de dar importancia a lo que reclama su naturaleza (relaciones interpersonales, sed de sentido) es ajeno a los fines de la educación, y por lo tanto acaba despojando al alumno de sus motivos. ¿No puede explicar eso tantos alumnos estén tan desmotivados?
Muchas personas dicen que estás en contra de las nuevas tecnologías, ¿es así?
Uso la tecnología a diario, son herramientas estupendas. Lo único que digo es que en mentes en desarrollo (en niños), la tecnología tiene efectos en el aprendizaje, que no siempre son buenas. Y no es una mera opinión, hay muchos estudios sobre el efecto pantalla que asocia el consumo temprano de pantalla con la falta de atención, la impulsividad, etc. Hasta la prestigiosa Clínica Mayo recomienda no dejar ver la pantalla los niños pequeños como medida preventiva del TDAH. Para poder usar esas herramientas sin riesgo, hay que haber desarrollado previamente un criterio de relevancia (del que hablé antes) y una serie de virtudes (fortaleza, templanza, etc.). Por lo tanto, la tesis de mi libro es que “la mejor preparación para el mundo online es el mundo offline”. Y eso lo acaba de confirmar la OCDE en su informe PISA Students Learning and Computers en el que sorprende a todos con sus conclusiones: El ordenador usado en el aula por encima de la media de la OCDE da resultados significativamente peores, los países que han invertido en nuevas tecnologías en el aula no han visto mejora. El informe concluye que la mejor forma de preparar al alumno para el mundo digital no consiste en facilitarle el acceso a servicios y dispositivos de alta tecnología, sino potenciando la lectura y las matemáticas. Hay un antes y un después a ese estudio. Ahora usar tabletas en las aulas ha dejado de ser “una moda”.
¿Qué consejo darías hoy a un padre, una madre en relación con la importancia de la atención en la educación?
Nuestros hijos prestarán atención si nosotros somos capaces de prestarles atención a ellos. Hoy mismo miremos a cada uno de nuestros hijos con esa mirada atenta, esa mirada como decía Simone Weil, “en la que el alma se vacía de contenido propio para recibir al ser al que está mirando tal cual es, en toda su verdad. Solo es capaz de ello quien es capaz de atención”.
Imagen de portada: Jorge Zorrilla.