24.8.20

¿Cuestión de sensibilidad?


Por Catherine L’Ecuyer

En 1939, escuchábamos la primera “palabrota” de la historia del cine, en la última escena de “Lo que el viento se llevó”. Desde ese momento hasta el año 2010, el lenguaje violento y soez ha aumentado de forma exponencial, hasta batir todos los récords en 2013, en la película “El lobo de Wall Street”, con unos 800 insultos / palabras agresivas.
 
“Es cuestión de sensibilidad”. Ese es un argumento que escucho mucho últimamente para quitar hierro a lo violento, a lo soez. Según esa postura, “todo depende”, “todo es opinable”, una cosa no es violenta o soez en sí, sino que depende de la sensibilidad de la persona que lo traga. Discrepo. Pienso que las cosas llevan en sí belleza y/o ausencia de belleza en un grado objetivo. La violencia es real, no es un invento de la imaginación. Y no deja de serlo porque no afecta a la persona que lo perpetra, que lo ve o que lo sufre. Sin embargo, las personas que invocan la “cuestión de sensibilidad” tienen parcialmente razón. ¿Por qué? Es verdad que existen personas, que por tragarse continuamente y pasivamente todo lo que entra en sus hogares a través de las pantallas, han perdido la sensibilidad y por lo tanto la violencia ya no les afecta. Su capacidad de “sentir” tanto lo feo como lo bello está adormecida. Y existen otras personas que por cuidar la calidad de los contenidos que ofrece el Séptimo Arte, todavía captan la ausencia de belleza que hay en ciertos contenidos, todavía “sienten” algo ante la belleza y sintonizan con lo que necesitan sus hijos / alumnos.
Por lo tanto, el argumento “es cuestión de sensibilidad” no es un criterio válido para valorar un contenido violento, sino que lo es para valorar el grado de ceguera del espectador que lo invoca.
Aquí un video muy gráfico que ayuda a entender el proceso de pérdida de sensibilidad al que hemos sido expuestos en los últimos 70 años. (click aquí si no puedes ver el video)
 
Nos entristece y nos indigna en distintos grados el ver y oír lo que hace la violencia en las guerras. Las guerras, los genocidios, nacen por orgullo, se extienden por ignorancia y se dejan hacer por falta de sensibilidad. Como decían Pau Casals, el mundo no es peligroso por las personas que hacen el mal, sino por las que se sientan “a ver qué pasa”. Hemos de educar a nuestros hijos en la sensibilidad, que es una manera concreta de educarles “para la paz”. Solo hay paz si hay compasión. Y solo habrá compasión si hay sensibilidad. La paz es la consecuencia de la lucha interior por no perder esa sensibilidad, esa piel fina, que permite ponernos en el lugar del otro, y así sentir compasión hacía él, hacer nuestras sus penas y sus alegrías.