27.8.20

Montessori en las Aulas. Las aulas en las Casas


Sobre este tema hay libros enteros. De hecho, la educación Montessori cogió forma en un aula. Es una propuesta basada fundamentalmente en la actividad escolar, por lo que buena parte de los libros que escribió María Montessori, así como los cursos de formación para docentes Montessori tratan en su mayor parte de la actividad escolar. Voy a tratar de resumir en un artículo lo más significativo y diferenciador de las aulas que siguen este modelo educativo.
María Montessori tuvo la ocurrencia pedagógica de añadir el elemento “ambiente” a todo acto educativo. Ella creía en la autonomía de los niños a la hora de desarrollarse y crecer de forma óptima. Volcó toda su energía en preparar el aula con los materiales y mobiliario más apropiados para que los pequeños, en su interacción natural con ese ambiente preparado, pudieran desplegar todo su potencial. A estos espacios normalmente los llamamos sala o salón Montessori.
De esta manera, la sala en la que van a estar los niños todas las mañanas es un pilar básico de su pedagogía. La educación Montessori dignifica al niño. Una sala que no se prepare a conciencia para el acontecimiento mágico del desarrollo autónomo de los niños, no es válida para llevar a cabo este modelo educativo, por muy formado que esté el maestro. Se requieren unas características específicas.
El objetivo de un ambiente Montessori es lograr la máxima concentración de los niños en sus actividades. De esta forma, se hace más potente el desarrollo cognitivo y la creación de un mundo interior rico y valioso, que proporciona una gran autoestima.
Niña en una ambiente montessori

 

CARACTERÍSTICAS DE LOS SALONES MONTESSORI

La primera de ellas: los niños deben estar y sentirse seguros. La sensación de seguridad ya produce confianza. Si no se percibe seguridad, no podemos entregarnos al 100% a la actividad que queramos realizar. La confianza es fundamental para favorecer la concentración, no es moco de pavo. Por eso, y por otros motivos, los niños se ponen en zapatillas de casa para estar en el salón Montessori. ¿Y de qué otras formas se consigue transmitir seguridad? Otras variables que producen esa seguridad son el orden práctico y estético, unas rutinas y normas claras y consistentes, la atención cariñosa del adulto, movimientos controlados, y un nivel de ruido bajo, con una forma de comunicación hacia los niños tal, que nunca les haga sentir culpables, hagan lo que hagan.
Otra variable importante para la concentración es la eliminación de todos los elementos de estrés posibles. Por ejemplo: ruido excesivo, niños corriendo por el aula, mala gestión emocional del maestro, tener hambre, poca luz natural, interrupciones y cambios repentinos de actividad, temor a otros niños, desorientación (por no poder ver toda el aula o por el hecho de que los materiales cambien de ubicación demasiado bruscamente), tener sueño, exceso de decoración, etc. En la medida que seamos capaces de eliminar el máximo de elementos de estrés, podremos facilitar de nuevo la concentración de los niños. Pensemos en un lugar cuidado, agradable, y centrado en lo que interesa para el desarrollo de los niños: los materiales. Cualquier elemento sin un propósito claro, no debe estar en el aula.
Y, por último, los muebles y materiales. Existe una gran cantidad de materiales de desarrollo diseñados por María Montessori, y otros que se incorporan en función de las necesidades que el guía o maestro/a detecte para cada niño. Los materiales que diseñó María Montessori para la etapa infantil abren la puerta del mundo a los niños. Les permiten tener una experiencia sensorial directa con el entorno muy importante para conocer los fundamentos de la geometría, las matemáticas, la lectoescritura, y las habilidades básicas de la vida práctica para alcanzar la mayor autonomía. Por su parte, los materiales en primaria son la puerta de acceso al conocimiento. Los niños acceden a un mundo de preguntas y curiosidades de toda índole.
Cuando los niños conectan con los materiales, el ambiente se “normaliza”. Este término que usaba María Montessori, viene a querer decir que se armoniza. Cuando hay armonía, lo que se puede observar es una actividad social de respeto y de aprendizaje profundo en los niños. 

 

Las desviaciones, que son obstáculos psicológicos para la normalización, tal como María Montessori las describe en su libro “El niño, el secreto de la infancia”, se resuelven cuando los niños se sienten atraídos por los materiales, los eligen ellos y logran trabajar concentrados largo rato sin ninguna ayuda. Por su parte, el mobiliario cumple varias funciones: zonifica las áreas de trabajo y los espacios de socialización, controla los movimientos (evitamos pasillos en la clase para no invitar a que corran o lancen objetos de un extremo a otro), muestra y permite un acceso fácil a los materiales, y ofrecen una estética agradable. Así pues, tenemos estos tres factores fundamentales en los salones Montessori:

  1. Seguridad y sensación de seguridad
  2. Eliminación de elementos de estrés
  3. Muebles y materiales.
Por otro lado, la guía o maestra/o tiene la función de presentar el material a los niños, registrar la observación que va realizando de cada uno por separado y del ambiente en su conjunto, diseñar y preparar el ambiente, y coordinar el trabajo de su asistente. Normalmente hay una persona asistente que ayuda a preparar materiales y mantener el ambiente físico y psíquico en perfectas condiciones antes y durante la clase. También se ocupa de realizar las observaciones necesarias y de atender adecuadamente desde el respeto profundo a los niños que lo necesiten, permitiendo así el trabajo individualizado del guía.
Como se puede ver, el título de este artículo dice “Montessori en las aulas. Las aulas en las casas”. Así es. Tiene una coletilla porque estamos viviendo una situación en la que las aulas están vacías y todo apunta a que van a seguir estándolo varios meses. Por este motivo, quería hacer especial hincapié en los tres elementos básicos del ambiente Montessori, porque es la mejor manera que tenemos para poder llevarlo a las casas. Sin embargo, no podemos disponer de todos los materiales Montessori en nuestros hogares. Probablemente no tengamos ninguno. Y no pasa absolutamente nada. Cojamos los otros elementos: seguridad, sensación de seguridad y reducción de elementos de estrés. Y tratemos de hacer lo que podamos sin agobiarnos y sin culpas, porque la situación es totalmente anómala. Una cosa es hacer Montessori en casa, y otra es eso mismo, las 24 horas y sin poder salir de casa, sin que los niños puedan interactuar con sus iguales.

Montessori en Familia

Cada vez son más las familias que se interesan por Montessori, que sienten que esta pedagogía conecta con su filosofía de crianza y educación. Existe una extensa bibliografía, no sólo de la Doctora, sino de muchísimos colaboradores y otros autores, así como webs y blogs especializados.
Sin embargo, a pesar de vivir en la era de la información, a veces nos sentimos un poco perdidos, leemos la teoría, pero a la hora de ponerla en práctica, no sabemos por dónde empezar.
Así que espero que este artículo sea de inspiración y ayuda para poder hacer realidad nuestros anhelos sobre ese cambio educativo que todos deseamos. ¡Lee con atención!
Cuando queremos aplicar la pedagogía Montessori hemos de recordar la famosa triada: el niño, el ambiente preparado y el adulto que acompaña, y los padres podemos hacer mucho en casa, aunque no podamos llevar a nuestros hijos a una escuela con esta pedagogía.
Tal y como contasteis en vuestro anterior artículo, estos tres pilares son el resultado de las investigaciones que realizó María Montessori sobre los trabajos de Jean Itard, Eduard Séguin y Pestalozzi, (los dos primeros médicos franceses y el tercero un famoso pedagogo suizo).
triangulo método montessori

 

El NIÑO

Podemos decir que el niño se encuentra en la cima de la pirámide, ya que, como en todas las pedagogías alternativas, se pone el foco en el niño y no en el maestro, digamos que es el protagonista de su propia educación.
Debemos estar dispuestos a cambiar nuestra mirada a la infancia, y darnos cuenta de que el niño nace con un gran deseo de aprender y de amar todo el mundo que le rodea.
A través de su mente absorbente, es capaz de ir adquiriendo todos los aprendizajes, guiado por su propio maestro interior.
Nosotros los padres sólo tenemos que acompañar de forma respetuosa, intentar no dirigir continuamente, si no dejar que el niño experimente en base a sus intereses y periodos sensibles.
Por otro lado, podemos empezar a trabajar la observación desde una mirada montessoriana, por ejemplo, buscando diez minutos al día, mientras nuestro pequeño está en su juego libre, y maravillándonos de todas sus capacidades. Una buena idea es hacernos con una libreta, que la utilizaremos para nuestro registro de observaciones, y que con el tiempo se irá convirtiendo en un material muy valioso que nos permitirá conocer mejor a nuestro hijo y descubrir sus maravillosas ventanas de oportunidad para adquirir determinados aprendizajes.
No es una tarea fácil, ya que estamos muy acostumbrados a etiquetar a nuestros niños, así como proyectar nuestras expectativas, pero con la práctica se puede ir aprendiendo. De hecho, es una de las cosas que más se trabajan cuando te formas como Guía Montessori, comenzando por tu propia observación, (ya que los adultos somos el primer ambiente y si no estamos bien, esto lo notan nuestros peques), después podemos observar plantas como por ejemplo un árbol, luego animales, bebés y por último niños más mayores.. ¡Todo un reto!
Otra cosa muy importante en la que debemos poner el foco es evitar ayudas innecesarias. A nadie le gusta sentirse dependiente, ¡a los niños tampoco! Y recordando la máxima de Enséñame a hacerlo sin tu ayuda, si queremos de verdad fomentar la autonomía de nuestros peques tenemos que dejarles que intenten hacer las cosas por sí mismos e incluso equivocarse. ¡Esa mirada de satisfacción asociada al sentimiento de logro y las refleja todas las sinapsis neuronales que ocurren en el interior de su cerebro y es maravilloso!
Aquí dejo este ilustrativo vídeo, ¿cuántos intentos aguantarías sin intervenir?

 

El Ambiente Preparado 

Respecto del ambiente, hemos de tomar conciencia de la importancia de preparar minuciosamente el espacio en el que se desenvuelven nuestros niños, ya que ellos son capaces de aprehender casi de forma inconsciente absorbiendo cada detalle del mundo que les rodea: lo que la doctora Montessori llamó «mente absorbente» hoy sabemos que es la plasticidad cerebral característica de la infancia.
En este sentido, una buena idea es diseñar rincones temáticos y seleccionar materiales educativos para ofrecerle en función de sus intereses en cada momento, poniendo énfasis en la experimentación sensorial tal y como recalcaba Séguin.
Un buen ejercicio que muchas veces propongo a las familias que vienen a mis cursos es que los padres recorran la casa gateando, de este modo también podrán revisar algunos puntos de seguridad como por ejemplo enchufes y puertas que pudieran causar algún accidente doméstico.
familia compuesta por mamá, papá y su bebé cateando hacia la cámara

 

Es necesario pararse a pensar cómo se va a ver desde una perspectiva del niño: ha de estar todo visible y a su alcance. Por eso Maria Montessori mandó hacer mobiliario tamaño infantil en sus Casas de Niños, el típico que hoy estamos acostumbrados a ver en las escuelas infantiles y que afortunadamente también podemos tener en nuestra casa a precios muy asequibles gracias al famoso fabricante sueco (Mesa Lätt de Ikea).

 

Hemos de ser conscientes de que todo lo que quede a una altura superior a la de su cabeza será difícilmente apreciable para él. Así que apostemos por el minimalismo y evitemos grandes armarios altos y cerrados a los que el niño difícilmente pueda acceder.
Otra gran idea es hacernos con una Torre de Aprendizaje Montessori, que permitirá a nuestros niños ver el mundo desde otra perspectiva y participar en actividades del área de vida práctica como por ejemplo ayudarnos en la cocina o llegar al lavabo para poner en práctica su propia higiene y cuidado personal (aunque después nosotros repasemos el cepillado de dientes, por ejemplo).

 

El Adulto que Acompaña

El tercer pilar de la triada es quizá el mayor reto: nuestro trabajo como adultos.  Tal y como decía Pestalozzi, es necesaria una preparación del maestro, y actuar además con un gran amor por el niño.
Silvia Dubovoy, entrenadora de la AMI (Association Montessori Internationale) y uno de los mayores referentes de este mundo en la actualidad, habla de la gran importancia que tienen los tres primeros años de vida en el desarrollo cerebral del niño, tal y como avala la neurociencia.
En mi experiencia personal, lo que más me impactó en mi propia formación como Guía Montessori, fue precisamente esto, mi propia transformación.

 

Cuando los adultos tomamos conciencia de que somos un ejemplo para nuestros niños 24 horas al día y 365 días al año, solo entonces, es cuando empezamos a cambiar para ofrecer nuestra mejor versión a las personitas que más queremos: nuestros niños.

De nada nos sirve decir que no se grita, si luego discutimos con nuestra pareja en casa y elevamos la voz; o que hay que ser educado, si después nos cruzamos con un vecino con el que no nos llevamos bien y no le damos los buenos días…
Tal y como decía Teresa de Calcuta: no te preocupes si tus hijos no te escuchan, te están observando todo el día.
El reto es ser capaces de desterrar algunos patrones adquiridos de nuestra sociedad «adultocentrista» que están tan normalizados, como por ejemplo hacer todo por los niños, aunque puedan hacerlo (sintiéndose de este modo dependientes), o negar sus emociones con el clásico “no llores que no pasa nada”, educar basándonos en premios y castigos… etc.
Si ante un “mal comportamiento” castigamos al niño diciéndole que vaya a su habitación o que se quede quieto mirando a la pared, dejará de hacer lo que estaba haciendo, pero, ¿entenderá por qué no era correcto?
La Disciplina Positiva es una filosofía muy acorde con Montessori que puede ayudarnos mucho. Está claro que los resultados no serán tan rápidos como el premio o el castigo, pero estaremos construyendo los valores de nuestros niños, trabajando en ese legado educativo que queremos dejarles, así como fomentando el que puedan desarrollar su juicio propio y pensamiento crítico, que les será de gran ayuda en aquellas situaciones que les presente la vida, ya que los padres no siempre estaremos para acompañarlos cuando vayan creciendo.

Los antecedentes pedagógicos del Método Montessori

material de madera para contrucción metodo montessori
En el post de la semana pasada, escribíamos que para conocer los fundamentos pedagógicos de Maria Montessori había que remontarse al año 1898, cuando tuvo la oportunidad de trabajar con niños con necesidades especiales.
Montessori había leído previamente al médico francés Eduard Séguin (1812- 1880), quien se interesó por encontrar la raíz de las deficiencias mentales. Desarrolló un material específico al creer que cualquier cosa que arriba al cerebro pasa irremediablemente antes por el filtro de los sentidos, y con una intervención, estos «captadores de realidad» pueden ser ajustados y amplificados para que la información llegue menos alterada.
Séguin creía que la deficiencia mental era un problema en la captación de la información de los sentidos por la mente. Demostró que el uso de estos materiales era una parte, si bien se hacía necesaria la intervención de un especialista, para ayudar al niño a alcanzar un desarrollo más pleno.
Asimismo, Montessori se interesa por el trabajo de otro doctor francés, Jean Itard, (1774- 1838), quien fue el padre de la nueva pedagogía y estableció la importancia de la observación en los niños. Este investigador, propone la idea revolucionaria de que a un pequeño no se le  puede imponer nada. De la misma manera que su compatriota, creó ejercicios y materiales para ayudar al niño a desarrollar sus facultades.
Nuestra autora recibió igualmente influencia del pedagogo suizo Pestalozzi (1746- 1827), que hacía énfasis en la preparación del maestro, quien primero tiene que lograr un cambio personal y debe tener amor a su trabajo. También tiene que existir amor entre el niño y el maestro. En la actualidad, podemos encontrar escuelas Pestalozzi por los cinco continentes, siendo un método igualmente valorado.
Todo unido, llevó a Montessori a creer que el juego es la principal actividad a través de la cual el niño entiende su vida durante los primeros años de edad, afirmación atribuida igualmente a Jean Piaget. Por medio del juego, el infante observa e investiga todo lo relacionado con su entorno de una manera libre y espontánea. Los pequeños van fijando sus conocimientos y experiencias previas con otras nuevas, realizando procesos de aprendizaje individuales e internos, que son básicos para su maduración e independientes del medio ambiente en el que se desarrollen.
María Montessori en la escuela

 

Desarrollo de su Teoría a lo largo del tiempo

Montessori tenía en el hospital en donde educaba a los niños con necesidades especiales, a dos ayudantes sin ninguna formación en el campo educativo. Por ello, afrontaban su labor diaria sin concepciones previas ni apriorismos. Lo hizo deliberadamente, porque sus ideas eran realmente novedosas y chocaban con lo establecido.
Puede observarse cómo estos dos años (1898-1900) fueron muy importantes en la concepción del niño por parte de la doctora y están en los albores de su pedagogía. Al conseguir que los niños realizaran el examen estatal y obtuviesen resultados similares a los de los niños sin dificultades de aprendizaje, Maria Montessori llegó a la conclusión de que las capacidades de un niño medio están infradesarrolladas.
Algo más tarde, a partir del 6 de enero de 1907, pudo poner en práctica la creencia anterior. Ese día se inauguró la primera Casa de Niños (Casa dei Bambini) en San Lorenzo, en Roma. Ya hemos hablado anteriormente de ella: allí, los educandos rechazaban los premios y los castigos y obtenían la satisfacción de realizar solos su trabajo. Al enterarse de que niños de cuatro y cinco años de edad aprendían a leer y escribir como un proceso natural, la comunidad docente fijó los ojos en esta primera escuela montessoriana.
De esta forma, San Lorenzo dejó de ser un centro de control de niños de un barrio marginal, y se convirtió en un lugar de investigación donde se ayudaba al niño a desarrollarse con dignidad, libertad e independencia. Tenían la libertad para explorar sus capacidades y la responsabilidad de poder usar este albedrío sin las innecesarias limitaciones típicas de un docente.
Avanzado el tiempo, en 1909, considera crear el primer curso de guías Montessori. A este primer curso asistieron personas de todos los ámbitos, no solamente maestros. Al terminar el curso, a propuesta de los Barones Franchetti, escribe su primer libro ‘El método de la pedagogía científica’, donde establece el nicho teórico-práctico del desarrollo de los materiales y el fundamento de su método.
En 1912, el inventor e industrial Alexander Graham Bell y su hija invitan a Montessori a los Estados Unidos para abrir la primera casa de los niños en ese país. Las escuelas en EE.UU. se multiplican y se conforma la American Montessori Association que encabezaron Bell y Margaret Wilson, hija del presidente Woodrow Wilson. El método Montessori en suelo estadounidense continuó extendiéndose hasta que William Heard Kilpatrick escribe en 1914 su libro ‘The Montessori System Examined’ en el que criticó duramente el método. Kilpatrick era un reconocido profesor de la Universidad de Columbia y sus palabras, quizás muy tendenciosas y dirigidas por la conservadora clase dirigente, tuvieron un profundo eco en el parecer del gremio.
Tres años después, Montessori asiste a la Conferencia Internacional en Roma, e impresiona a muchos participantes por una cuestión práctica de la que ya hemos hablado: la edad tan temprana a la que aprenden los alumnos de la Casa de los Niños a leer y escribir.
En  1926 se funda la Real Escuela del Método Montessori con el patrocinio de Benito Mussolini. Las escuelas sufren una multiplicación exponencial en el país transalpino. Dada la fama que toma en Europa el método, comienzan a aparecer también en países como Alemania. Más tarde, Montessori renuncia al respaldo del régimen de Mussolini, quien, como ya se dijo, quería adoctrinar a los niños para sus fines bélicos, lo cual es incompatible con la libertad fundamental de la filosofía que nos ocupa. El dictador manda cerrar todas las escuelas;  mientras Hitler hace lo propio en Alemania. En 1933, abandona Italia, con un duro golpe en su autoestima, y viaja Barcelona, donde algunas personas influyentes la reciben con los brazos abiertos.  
La Asociación Montessori Internacional (AMI) es establecida en 1929. Esta asociación, hoy muy difundida globalmente, tenía y tiene el mandato de preservar el legado de la doctora. Su sede está en Países Bajos. A  la muerte de Maria, continuó siendo dirigida por su hijo Mario, a quien más tarde le sucedió su nieta Renilde Montessori. Desde 2007 el presidente es el belga André Robertfroid quien fue director de UNICEF.
Curiosamente, en 1935, en Barcelona, desarrolla métodos para catequesis, pues fue siempre una persona con grandes ideales religiosos. Al iniciarse la guerra civil española, huye de Barcelona y se instala en Holanda, donde vuelve a empezar su labor. Es en este país donde publica su libro ‘El niño, el secreto de la infancia’.
En 1939, la Sociedad Teosófica de la India la invita a viajar a ese país, y va acompañada de su hijo Mario. Al poco, estalla la segunda guerra mundial y debe permanecer en el país asiático, donde los colonizadores ingleses le permiten seguir trabajando, pero la retienen dentro de sus fronteras.
Mandan además a su hijo a un campo de trabajo. Mientras, ella se dedica a redoblar su labor con los niños de primaria. Expresó entonces que el adulto sólo puede ofrecer al niño los medios necesarios y enseñarle a usarlos y que éste debe desarrollarse por sí mismo. El desarrollo es personal y no se le beneficia, más bien al contrario, si se le ayuda continuamente.
En esta época nace su interés por los niños de primera infancia (0 a 3 años). Establece, consecuentemente, que la educación debe iniciarse desde el nacimiento. Desarrolla las Comunidades Infantiles como propuesta para sustituir las guarderías.
Una vez finaliza la guerra regresa a Holanda, su hogar después de Italia y España, y reanuda la propagación de sus ideas. Se abren más escuelas Montessori, y se inicia el movimiento a nivel mundial. Comienzan en esta época a llegar los reconocimientos internaciones. Recibe la Legión de Honor de Francia por su destacada labor en el campo de la educación, así como la condecoración Honoris Causa de la Universidad de Ámsterdam y es propuesta tres veces para el Nobel de la Paz.
Al año siguiente, en 1940, realiza trabajos de forma conjunta con el famoso poeta, filósofo y premio Nobel de literatura Rabindranath Tagore.

Principios Básicos del Método 

Maria Montessori entendía que el primer período del desarrollo humano es el más importante. Es la etapa de la vida en la cual hay más necesidad de ayuda. Esta ayuda se presta no porque se considere al menor como un ser infradotado o inútil, sino porque al encarnar un ser tan sensible y estar cristalizando su personalidad, es fundamental que alguien igualmente sensible, lo guíe amorosamente en su camino de exploración.
Los conceptos fundamentales para el Método Montessori son los siguientes:
  • La mente absorbente de los niños: la mente del niño posee una capacidad maravillosa y única. Es un mecanismo increíble que tiene la capacidad de absorber conocimientos. La forma de aprehenderlos es inconscientemente, filtrándose poco a poco desde allí a la consciencia. 
  • Los períodos sensibles: Maria Montessori estableció periodos prioritarios dentro de los cuales los niños pueden adquirir una determinada habilidad con mayor facilidad. Es decir, son momentos en su desarrollo en los que muestran mayor sensibilidad para relacionarse con apartados del mundo. Estos momentos son pasajeros y se limitan a la adquisición de un determinado conocimiento. Las investigaciones de Montessori llevaron distribuirlos así:
      • el período sensible del lenguaje, que sitúa aproximadamente entre los 2 meses y los 6 años,
      • el período sensible de la coordinación de movimientos (aproximadamente desde los 18 meses hasta los 4 años),
      • el período sensible del orden (aproximadamente desde el nacimiento hasta los 6 años),
      • el período sensible del aguzamiento de los sentidos (aproximadamente desde los 18 meses hasta los 5 años),
      • el período sensible del comportamiento social (aproximadamente desde los 2 años y medio hasta los 6 años),
      • el período sensible de los pequeños objetos (un período muy corto en el transcurso del segundo año).
  • La autonomía de los niños: este principio podría ilustrarse con la máxima de Maria Montessori: «Ayúdame a hacerlo solo». El material debe dejarse a la altura del niño para que pueda agarrarlo sin esfuerzo y guardarlo sin ayuda. El adulto únicamente interviene cuando el niño se lo pide. De este modo, se favorece la autonomía desde los primeros años. 
  • El ambiente preparado: nos habla de un lugar que se ha organizado cuidadosamente para el niño, pensado e implementado para fomentar un mejor aprendizaje y crecimiento. En él se desarrollan los aspectos sociales, emocionales e intelectuales y responden a las necesidades de orden y seguridad. Aunque de igual forma, el diseño de estos ambientes se basa en los principios de belleza y orden. Son espacios luminosos y cálidos, que incluyen lenguaje, plantas, arte, música y libros; además del material didáctico específico de vida práctica, vida sensorial, lenguaje y matemáticas, que constituyen los elementos esenciales del ambiente preparado.
  • El papel del adulto: el adulto en la Pedagogía Montessori toma el rol de guía; su misión es presentarle un ambiente positivo y cómodo. Igualmente, debe ser un observador, y aprender continuamente de las interacciones entre el niño y el ambiente. El verdadero educador está al servicio del niño y nunca debe dejar de practicar el amor, la humildad (pues es el niño el protagonista) y la responsabilidad.
  • La autoeducación: es la consecuencia de haber creado un ambiente libre, unos materiales auto corregibles mediante los cuales los propios infantes puedan identificar sus errores y aprender de ellos.
  • La ayuda de los padres: Montessori era de la opinión de que cuando el niño tiene una duda debe consultarla primero a sus padres, luego a un compañero de mayor edad, luego acudir a un libro y si no consiguiera resolver su cuestionamiento, entonces acudiera al adulto. De esta manera el niño gana independencia, puesto que en determinadas ocasiones conseguirá solventar un obstáculo sin acudir a un adulto distinto a sus padres.
‘El niño, guiado por un maestro interior trabaja infatigablemente con alegría para construir al hombre. Nosotros educadores, solo podemos ayudar… Así daremos testimonio del nacimiento del hombre nuevo’.

¿Quién fue María Montessori?


María Montessori (31 de agosto de 1870, Chiaravalle, Italia – 6 de mayo de 1952, Nordwijk, Holanda), fue una educadora, científica, médica, psiquiatra, filósofa y psicóloga italiana.
Nació en Chiaravalle, provincia de Ancona, Italia. Provenía de una familia acomodada y católica. Su madre fue Renilde Stoppani y su padre Alessandro Montessori, militar de profesión y persona muy estricta en lo que a educación se refiere. Hay que tener en cuenta que en esa época, lo máximo a lo que podía aspirar una mujer era a ser maestra, aunque la familia de María tenía la convicción de que la mujer debía tener una cierta instrucción.
Por eso, ella pudo estudiar ingeniería a los 14 años, más tarde biología y por último ingresar en la Universidad de Roma, en la Escuela de Medicina. La formación universitaria de la hija no agrada al padre, quien en un primer momento se opuso a esta determinación.  Aun así, María se graduó en 1896 como la primera mujer médico en Italia. Fue miembro de la Clínica Psiquiátrica Universitaria de Roma. Amplió estudios en el campo de la Antropología y obtuvo un doctorado en Filosofía, época en la que asiste a uno de los primeros cursos de Psicología experimental. Fue contemporánea de Freud y curiosamente, desarrolló su propia clasificación de enfermedades mentales, diferente de la del austríaco.
De un desafortunado romance con Giuseppe Montesano, psiquiatra y profesor suyo, nació su hijo Mario. Al poco tiempo, sufrió el abandono del médico, hecho que motivó en María una enorme desilusión, y le empujó  a afiliarse al movimiento feminista, del que fue representante a nivel nacional e internacional, y representó a Italia en los Congresos de Berlín (1896) y de Londres (1899).
En sus inicios, el régimen de Mussolini la distinguió como educadora preeminente. Después, Montessori se dio cuenta de las horrendas intenciones del dictador y acusó públicamente al fascismo de «formar a la juventud según sus moldes brutales» y a convertirlos en «pequeños soldados».
Sus opiniones causaron indignación en el régimen dictatorial y la doctora se vio obligada a exiliarse. Abandonó Italia en 1933, al ser clausuradas sus escuelas, y se estableció en Barcelona, donde se interesaron por sus nuevas concepciones en educación. Allí estuvo viviendo unos años, hasta el estallido de la Guerra Civil española. Al salir de España, recala en Holanda, lugar que sería su casa hasta el final de su vida. La acompañaron su esposo y su hijo. Sólo pudo volver a Italia ya en 1947 para ayudar a la reorganización de escuelas y reanudar las clases en la Universidad de Roma.
Entre 1898 y 1900, Montessori trabajó en la educación de niños con deficiencias mentales y aplicando métodos propios en fase de experimentación,  consiguió que estos niños aprendieran a leer y escribir. Estos experimentos le ayudaron más tarde a organizar una enseñanza para toda clase de niños. Se hace muy interesante recorrer su práctica profesional, y comprobar cómo Montessori, gracias al cúmulo de experiencias, fue madurando en la idea de que «los niños se construyen a sí mismos» a partir de elementos del ambiente. Para comprobarlo, volvió a las aulas universitarias a profundizar en una rama que ya había estudiado en su juventud, la Psicología.
«Los niños se construyen a sí mismos»
María Montessori con una niña

 

El 6 de enero de 1907 María inauguró la primera Casa de Niños en San Lorenzo, un barrio obrero de las afueras de Roma. Se creó como principal innovación el área de vida práctica (higiene y modales). Los niños se concentraban y realizaban ejercicios, mientras los juguetes no les atraían, únicamente en los momentos de recreo. La satisfacción de los niños provenía del hecho de realizar solos sus cometidos, prácticamente sin ayuda. Poco a poco los niños que no se habían interesado por la enseñanza, denominados por la escuela oficial como «rebeldes», cambiaron su actitud y se tornaron en amables, respetuosos y empáticos. Aprendían con suma ilusión. Se trataba de 60 niños. María Montessori, en vez de imponerles reglas arbitrarias y llenarles la cabeza de datos, los dejó libres, para que exploraran el mundo a su antojo.
En conclusión, María Montessori revolucionó los parámetros educativos imperantes hasta ese momento, poniendo al niño en el centro de todo el proceso pedagógico. Modificó radicalmente la obsoleta educación infantil y le debemos mucho a su estudio, su intuición y su observación metódica. En primer lugar, porque creó nuevos materiales con objeto de favorecer el autoaprendizaje. Y asimismo, porque transformó la escuela en el sentido de hacerla más lógica e intuitiva para el niño y la niña. Tanto es así que creía con buen criterio que si algo debía cambiar, era precisamente la Escuela, adaptándose a los requerimientos y necesidad infantiles y no a la inversa.
«El niño, con su enorme potencial físico e intelectual, es un milagro frente a nosotros. Este hecho debe ser transmitido a todos los padres, educadores y personas interesadas en niños, porque la educación desde el comienzo de la vida podría cambiar verdaderamente el presente y futuro de la sociedad. Tenemos que tener claro, eso sí, que el desarrollo del potencial humano no está determinado por nosotros. Sólo podemos servir al desarrollo del niño, pues este se realiza en un espacio en el que hay leyes que rigen el funcionamiento de cada ser humano y cada desarrollo tiene que estar en armonía con todo el mundo que nos rodea y con todo el universo». 
María Montessori

¿Cómo te sientes hoy? ¿Cómo estás?

Corazón de lana conectado a un cerebro de lana
¿Cuántas veces al día hacemos este tipo de preguntas a otras personas? ¿O cuantas veces nos la hacen a nosotros?
Me atrevería a decir sin temor a equivocarme, que la gran mayoría de las veces respondemos a esta pregunta en automático, sin pararnos a pensar realmente en cómo nos sentimos. Incluso puede, que aún dedicando un tiempo a pensar la respuesta, muchos de nosotros, en determinados momentos, ni siquiera seamos capaces de concretar la respuesta y poder explicar cómo nos sentimos realmente.
Te invito a comprobarlo por ti mismo y pensar unos instantes la respuesta a esta pregunta…

¿Cómo te sientes hoy?

¡Tómate tu tiempo! No hay prisa, aquí te espero…
¿Sabrías realmente contestar?
¿Puedes identificar tus emociones?
¿Tienes la capacidad de escucharte y aceptar aquello que sientes o piensas sin juzgarte?
Te estarás preguntando la razón de este interrogatorio, ¿verdad? Perdona el atropello. Te lo explico enseguida.
En estos días, hemos tenido la oportunidad de conocer en mayor profundidad a madres y padres como tú y hemos descubierto algo tan natural como esperanzador:

Una de las preocupaciones más presentes en su día a día son las EMOCIONES, ya sean propias o las de otra persona, en especial las de sus hijos.

 

¡Sí! El fascinante y desconocido mundo de las Emociones.

Este es un tema que, por suerte, está en auge en nuestros días, pero que muy probablemente no fue así en el “ranking de temas importantes” para la sociedad de nuestra infancia.
Me identifico al 100% con el sentir de esta mayoría de madres y padres que se desarman ante las emociones y reacciones de sus hijos.
No sé si será este tu caso.
Permíteme poner algún ejemplo para ilustrar con mayor claridad a qué me refiero.
Siendo madre de dos niños pequeños, es  frecuente vivir en casa situaciones como la que sigue:
Un mañana cualquiera, mis hijos y yo en casa. Se acerca la hora de comer, está por venir mi marido y toca preparar la comida. A menudo les apetece la idea de cocinar juntos, pero en otros momentos se quedan jugando en el salón.
En ese preciso momento en el que tengo las manos pringadas hasta los codos por la masa de las hamburguesas de pavo…
¡Gritos y llantos! ¡Estalla la guerra y el salón se convierte en un campo de batalla!
…Y yo que no sé si ha pasado algo grave, un accidente, empiezo a manotear intentado sacudirme la masa de hamburguesa de las manos para llegar cuanto antes y enfrentar cara a cara a la tragedia.
Llego al salón con carne de pavo picadita y huevo con perejil y ajo hasta en las pestañas para ver a mi hijo de 5 años lleno de ira porque su hermana pequeña ha roto su alucinante y super-hiper-mega fantástica construcción de bloques de lego.  
¡Ojo! No digo con esto que no sea algo importante. Lo es, por supuesto que lo es. En este momento para él se ha cometido una injusticia absoluta hacia su persona, una falta de respeto con su creación, en la que había puesto todo su entusiasmo e imaginación. Y esto despierta en él una sed de venganza que se traduce en ganas de pegar, morder o decir cosas muy, muy feas a su hermanita de 2 años. Que por otro lado y muy probablemente, sólo quería participar de ese magnífico momento de creatividad y diversión. Y después de la reacción, para ella totalmente desmesurada de su hermano se siente asustada, triste e incomprendida.
Pero esto no es todo. Ahora entro yo en escena y el infarto que me acompaña desde la cocina. El miedo por pensar que había ocurrido alguna desgracia doméstica, se transforma en enfado. Un enfado que me ciega y me impide conectar con las emociones de mis hijos. Inevitablemente, siento rechazo.
Pero ¿por qué siento rechazo hacia las emociones de mis hijos? ¿Qué es lo que está pasando en mí? ¿Cómo puedo identificar mis propias emociones y gestionarlas? ¿Cómo puedo, en este momento de absoluta desconexión con ellos y conmigo misma, acompañarlos desde el respeto y el amor incondicional?
¿Por qué resultará tan complicado?
Puede ser sencillamente porque no lo hemos aprendido, no tenemos las herramientas para salir airosos de estas situaciones y no se puede dar lo que no se tiene. Digamos que tenemos heridas emocionales que aún están por sanar. Quizá porque, desde el desconocimiento y con la intención de modificar un “mal comportamiento”, se nos criticó, rechazó o manipuló por sentir lo que sentíamos.
Frases del tipo:

«Pero no te pongas a llorar que te pones muy fea»

«Los hombres no lloran»

«Si te pones tristes, mamá se va a poner malita»

«Como no se te pase la rabieta ya, te quedas sin ir al parque»

«Anda no seas tonto, dale el juguete a tu hermano que es más pequeño que tú»

«¿Pero de qué tienes miedo? ¡Si ahí no hay nada! Los valientes no tienen miedo»

 …Y así, un largo etcétera de desatinos e improperios emocionales.
Esta falta de comprensión y acompañamiento nos lleva a desconectar de nuestras propias emociones. Ese rechazo hacia nuestras emociones nos lleva a pensar que no podemos ser tal y como nos sentimos frente a los demás.
Pero resulta que somos seres emocionales, sociales y pensantes. Todo está conectado en nosotros. Científicamente se han identificado hasta 400 emociones diferentes, que no son otra cosa que reacciones adaptativas al ambiente que nos rodea y que nos protegen y nos mantienen alerta. ¡400!
Aprender y tener la capacidad de escuchar, identificar, respetar y “manejar” nuestras emociones y las de los demás, es lo que se conoce como Inteligencia Emocional, y tiene una influencia directa sobre nuestra autoestima y sobre nuestra relación con los demás y con nosotros mismos.
¡Casi nada!
¿No te encantaría acompañar a tus hijos en ese Autoconocimiento tan necesario y vital? ¡A mí sí! ¿Dónde hay que firmar? Y creo que el lugar perfecto para este GRAN RETO es sin duda su propio hogar. Es el primer escenario de nuestra vida donde se comparte espacio, energía y emociones. Podríamos definirlo como una especie de Centro de Entrenamiento o Capacitación, un “Training Place” donde aprender a convivir, a discutir, a poner límites, resolver conflictos, donde desarrollar la capacidad de tolerancia a la frustración, etc. pero en un ambiente controlado, amable y lleno de amor sin condiciones.
¿Qué te parece?
Te propongo que desde hoy, empecemos a tomarnos cada situación difícil que pueda surgir con nuestros hijos, como una nueva oportunidad para aprender juntos y mejorar en la comodidad del hogar, bajo la protección de la familia y, a ser posible, sin una carga dramática excesiva.
Aún estamos a tiempo de aprender. ¡Nunca es tarde si la dicha es buena! Y como bien sabes, nuestros hijos son nuestros grandes maestros.
Por cierto, ¿Te gustaría saber cómo resolvimos la “Gran caída del Imperio Legoliano”? O mejor dicho ¿cómo podíamos haber resuelto ese conflicto? 
 Quizá podría haber empezado por ¡No posicionarme en uno u otro bando! Que por cierto, es algo muy complicado de controlar… pero si lo hago de alguna manera estoy señalando a uno de mis hijos como el “agresor” y al otro la “víctima”. Y esto es una forma de etiquetarlo, ¿no crees?
Después, ¡Respirar profundamente! y aceptar sus emociones y las mías propias.
Y cuando hubiera bajado un poco la intensidad, continuar con frases del tipo: “Veo que estás muy enfadado porque…”. “Entiendo que estés triste porque…” “¿Cómo te has sentido?”, “¿Cómo crees que se ha sentido tu hermano/a?”, “¿Cómo podríamos resolverlo la próxima vez?”…
Esto es sólo una sugerencia, y seguro que cada uno de nosotros encuentra un modo respetuoso y amable de resolver situaciones parecidas. Nos encantaría leer tus estrategias o las herramientas que empleas para resolver conflictos en casa, en la calle, en el mercado, en el autobús, donde sea.
Te invito a dejar aquí tu comentario y convertir este espacio en un lugar para compartir, reflexionar y aprender bajo la compresión mutua y sin juicios.

¡Que tengas un día lleno de reacciones adaptativas al entorno!
Muchísimas gracias por tu tiempo.
¡Ay, por cierto! tenemos un regalo para ti que va muy en sintonía con el tema de este blog. Lo puedes conseguir un poquito más abajo.

PUEDE QUE MAÑANA SEA TARDE

niño confinamiento mirando por la ventanaTal y como sugiere el título de este artículo, puede que mañana o la semana que viene o la siguiente, la rutina nos reclame de nuevo (más allá de las fases controladas de la desescalada), se levante el estado de alarma, volvamos a nuestras obligaciones y sea ya tarde para reflexionar sobre cuestiones como esta.
Démonos prisa antes de que nos quedemos sin tiempo (regalado a un sistema que no comprendemos) para imaginar que somos distintos y nuestra vida es otra y tenemos más poder (mucho más, muchísimo más) que el de traer dinero a casa.
Todo lo anterior viene de un lugar. Desconozco si del corazón o de las vísceras, pues desde mediados de marzo me he movido entre la pasión y el hartazgo, aunque en mucha mayor medida me ha visitado el primer sentimiento. He vivido edificantemente este confinamiento.
Lo que sí sé es que dos o tres días después de declararse de manera oficial la cuarentena me prometí a mí mismo que no iba a salir de ella de la misma manera a como entré. Era cuestión de aprovechar las horas encerrado en casa para observarme y observar la sociedad que se nos impuso y hemos terminando aceptando, a pesar de no comulgar con ella (una parte de nosotros, naturalmente) y de sentirnos incómodos componiendo su gran rueda (de nuevo, un porcentaje de la sociedad, no querría generalizar).
Decía el australiano Bill Mollison, el creador de la Permacultura, que pretender hacer una revolución con palabras o balas no era de ningún modo revolucionario, puesto que a la postre continuabas dependiendo del sistema que pretendías enfrentar, cuando, al volver a casa, comías de los productos que te ofrecía (no muy saludables) y utilizabas la energía que te suministraba (excesivamente cara). Según él, la verdadera revolución consistía en cosechar tu propia comida y en generar tu propia energía, dejando con ello de alimentar al sistema con tu esfuerzo.
Ningún líder político o religioso nos dirá nada tan práctico y a la vez tan elevado, tan útil y épico.
Puedes pensar que exagero, pero si meditas, tal vez alcances la misma conclusión a la que yo llegué: esto que nos ha tocado vivir es, o debería ser, una revolución, pero no de pancartas y proclamas, de hashtags o aplausos, sino una revolución… interior. No existe otra más importante. Y asimismo representa la mejor oportunidad que hemos tenido las dos últimas generaciones para cambiar las cosas, primero y principalmente, transformando el mundo, nuestro mundo, desde el interior.
Este es el orden apropiado: primero dentro y luego fuera. Solemos intercambiar los términos o, mejor dicho, pretenden engañarnos trastocándonos el orden.
Sé que estrictamente no te estoy hablando de nada relacionado con la temática de nuestro blog. Pero, ¿qué es más importante que reflexionar acerca de si estamos dándole un buen ejemplo a nuestros hijos con nuestras decisiones de vida?
Nos guste o no, debemos asumir que después de estos tiempos extraños nada volverá a ser como antes. Tanto para bien como para mal. Y precisamente serán los niños de hoy, los que vivan su futuro con las consecuencias de las decisiones tomadas en el presente por los adultos. Es probable que nosotros nos hayamos ido ya, pero a ellos les debemos un legado más grandioso y prometedor del que les estamos cediendo.
niño paseando por la ciudad en otoño

 

A veces me pregunto si no nos damos cuenta: la inercia destructiva nos estaba reclamando un cambio y teníamos (tenemos) dos opciones: o seguir como hasta ahora y autoconvencernos de que no hay nada que hacer (dejándonos caer en los brazos del derrotismo); o desandar mucho del camino, inconscientemente andado, y retomar de nuevo nuestra responsabilidad. Para con el planeta y nuestros semejantes, o volviendo a la cuestión principal: para con nosotros mismos.
Mientras escribo esto, me viene a la cabeza la famosa escena final de Blade Runner (excelente espejo de la ciencia ficción hecha realidad estos días), en la que el replicante sorprende al personaje interpretado por Harrison Ford, el detective implacable, al mostrarle con aquel bello monólogo, tal que un epitafio, su sensibilidad. Yo no he visto como él, naves en llamas más allá de Orión, sino multinacionales y bancos anunciándose como asociaciones benéficas, cuando en realidad son los principales beneficiados de este sistema en trágico desequilibrio.
Esta paradoja es propia de una perversión posmoderna, en la que el lenguaje quiere decir todo lo contrario a lo que dice, y que nos hizo pasar como obras premonitorias a 1984 o Un mundo feliz, cuando no son más que guiones preestablecidos, perfectamente orquestados por ciertos individuos, que se felicitan al ver cómo se van cumpliendo actualmente muchos de sus “vaticinios”, más allá de las hojas impresas que los recogieron.
Por favor, despertemos, no dejemos que una vez más los de arriba se apunten el tanto, pues somos nosotros los que más hemos sufrido con esta circunstancia y somos igualmente los que más nos jugamos. Está en liza algo más primordial que sus beneficios multimillonarios: la vida, cada una de las vidas de los seres sintientes de nuestro gran hogar, de los que hace mucho tiempo nos desconectamos.
¿Cómo no podemos congraciarnos al ver estos días ciervos por las calles, gaviotas tierra adentro o focas en los puertos? Están reconquistando un territorio que por ley natural les pertenece, mientras nos gritan sin palabras. Pero a pesar de ello, estoy seguro de que al minuto de levantarse el estado de alarma, aún habrá quien vaya corriendo a tomarse la cerveza a la terraza de abajo (esto no es muy original, puesto que ya lo estoy viendo en las noticias)  o a comprarse el último modelo a unos grandes almacenes. Están en su derecho, es su decisión. Sin embargo, a mí me encontraréis en el monte de mi ciudad, ansioso por ver jabalíes y por respirar ese aire puro soplando desde este cielo tan limpio (¿donde vives está igual?), sin prácticamente contaminación, como no recuerdo ni cuando era niño.
Entonces, ¿te apetece ver animales conmigo? No me refiero en Facebook live o en realidad aumentada, estoy invitándote a percibir la verdadera vida, la única que merece la pena ser vivida.
A veces, es cierto, soy demasiado profundo. Voy aumentando la intensidad conforme escribo. Además, ya debo ir terminando. La emoción me ha hecho extenderme, pero quería hablar de esto, pues en otros foros los mensajes son más someros y apelan mucho al poder del grupo, pero muy poco al del individuo.
Me gustaría concluir con una bonita experiencia de hace unos días…
Asistía (virtualmente, claro) a una conferencia de Julio Pérez García, arquitecto chileno afincado en Noruega. Fue muy reparadora su intervención, porque es un hombre comprometido con proyectos sociales y tiene mucho que aportar. Ya me tenía completamente rendido cuando, a mitad de su alocución, terminó por desencajarme. Según contó, en la primera reunión con sus clientes no recaba información acerca del estilo de casa con el que sueñan o los metros cuadrados de jardín que buscan, sino que únicamente les hace una pregunta, el más simple y a la vez el más filosófico cuestionamiento que ningún maestro puede hacer a sus alumnos: ¿Cómo quieres vivir?
Tres palabras. Sucintas y desnudas, sin artificios. Creo que hasta el mismísimo Dalai Lama necesitaría dos minutitos para reflexionarlo.
Así lo explicaba Julio: había clientes que volvían a la semana, otros a los meses. Algunos de ellos, venían, por fin, con la respuesta, dos o tres años después. Un último porcentaje de ellos, ni tan siquiera volvía. Seguramente les incomodaba demasiado la pregunta como para enfrentarse a la respuesta.
Yo llevo varios días haciéndomela mentalmente y empiezo a vislumbrarlo.
Ahora me tomo la licencia de hacértela a ti.
¿Cómo quieres vivir?
Esperamos volver a verte después de pensarla. Tómate tú tiempo. Aunque te lleve tres años. No será demasiado tarde, ni para ti ni para el mundo, si es la auténtica respuesta… La única respuesta posible.

Educando para la Libertad

niño relajado en la cama
Nos gustaría empezar diciendo que hay muchas formas mediante las cuales podemos llegar a la relajación o por utilizar un término más de adultos, podemos realizar meditación.
Desde prácticas ancestrales de religiones a movimientos nueva era, todos tienen su técnica propia. En función de la latitud en que nos encontremos tendremos una favorita u otra.
No hay una mejor. Todas son igualmente válidas.
Nosotros, quizás por vivir en Occidente, y tener un ritmo de vida particular, nos hemos adaptado al Mindfulness. También es conocido como Atención Plena, porque intenta ampliar la percepción cada instante. Con este tipo de meditación se pretende estar presente en cada momento y salir del continuo rumiar de la mente. Aunque no se trata de dejarla en blanco.
El Mindfulness se trata de darnos cuenta. Es decir, cuando observamos que la mente divaga, anclarnos a nuestro ser, volver a la meditación.
¿Y cómo conseguimos esto? Pues puede hacerse de varias formas, concretamente el Mindfulness propone centrarse en la respiración o realizar movimientos conscientes. La respiración es sin duda nuestra arma más poderosa.
El ego nos controla y siempre está pensando en términos de pasado, juzgándonos con asiduidad (la oportunidad que perdí, lo mal que lo hice en aquella ocasión, etc.); o de futuro, normalmente ansiando lo que no se tiene (cuando sea rico, el día que consiga adelgazar, etc.).
La respiración es el antídoto para dejar de anclarnos al pasado o vivir alojados en el futuro. 
Lo más importante que tenemos es el presente. Y sintiendo nuestra respiración, su temperatura y profundidad, por dónde nos va recorriendo, etc., es imposible que nuestra mente se vaya a otro asunto. De esta manera, viviremos verdaderamente en el tiempo regalado: el presente. Y desde este momento, si lo deseamos, podemos perdonarnos por lo que hiciésemos en el pasado, y a su vez podemos ser aquello que sólo creemos poder ser en el futuro.
El presente es como es, es perfecto porque no es susceptible de ser cambiado, y al ego, por sus características, no le interesa el presente. Las personas con mucho ego sólo viven recordando sus logros pasados o anunciando las maravillas que van a realizar en el futuro.
Uno de nuestros autores favoritos, Eckhart Tolle, en su impresionante libro ‘El Poder del Ahora’ habla de los tres tiempos:
“Cuanto más capaz seas de valorar y aceptar el ahora, más libre estarás del dolor y del sufrimiento”
“Si te sumerges en el pasado, se convertirá en un pozo sin fondo”
“El fruto ya vendrá cuando corresponda”
Los niños viven naturalmente en el presente. Cuando juegan durante horas y no se preocupan por comer, dormir o ir al baño, están viviendo en un presente continuo.
Niños tumbados en la hierba
Al crecer, esta capacidad se pierde, olvidada por nuestras “responsabilidades” de adultos. Así que, en teoría, a los niños les resulta más sencillo unirse a su ser.
El problema es que todos, incluidos ellos, vivimos en un mundo que embota nuestros sentidos y a los pequeños se les va educando para que acepten y utilicen los otros tiempos continuamente: “tienes que pensar en tu futuro”, “cualquier tiempo pasado fue mejor”, etc.
Todo esto va calando y los convierte en personas “de bien”. Va arrinconando esos momentos especiales.
Por eso nos encanta en nuestra vida de adulto topar con una actividad que nos hace sentir como niños, en la que no pasa el tiempo. Y lógicamente a los niños también les gusta verse en este estado.
Para eso es el Mindfulness, para volver a conectarnos a lo que somos.
Como los niños tienen otras inquietudes y les interesan cosas distintas a nosotros, hemos preparado un ejercicio muy sencillo.
Ponemos en valor la respiración, el autoconocimiento del cuerpo y los movimientos conscientes.
Esperamos de corazón que te sea muy útil con tus hijos.

DAR UN PASEO CONSCIENTE CON NUESTROS HIJOS

Puedes dar un paseo consciente con tus hijos. No tiene por qué ser en la playa o en un bosque espectacular. Sólo un sitio bonito de vuestra ciudad o pueblo.
Todos tenemos sitios de paz a poca distancia de nuestro hogar. Lo ideal sería que no hubiese mucho tráfico, para que no os distraiga.
Debemos recordar a nuestros hijos que deben respirar profundamente y cada cierto tiempo. Vosotros también, si os olvidáis, volver a la respiración y recordárselo también a ellos.
Durante el paseo podéis decirles lo siguiente:
Estad al tanto de lo que os dicen los sentidos. 
Si hay pájaros, sugiere a tus hijos que escuchen su canto. 
Si es un día soleado, puedes decirle a tus hijos que sientan los rayos en su piel. Cómo el sol calienta vuestra piel y se siente como una caricia. Se nota muy bien en la cara, en los pómulos. 
Si pasáis frente a algún arbusto o flor, pídeles que se detengan a oler las fragancias que desprende. O si pasáis por una fuente de agua potable, podéis beber y pedirle a tus hijos que sean conscientes de cómo baja el agua por sus gargantas y se pierde en ese camino. Puedes hacerle preguntas como ¿Está fría el agua? ¿Qué te produce cuando la sientes fluir dentro de tu cuerpo? 
Si hay árboles o farolas podéis tocarlos con la mano en ellas durante unos segundos, y después preguntarles: «¿Qué habéis sentido?» «¿Hay diferencia entre un objeto vivo y otro inerte?» 
Guía a tus hijos por los sentidos y volved al cabo de unos minutos al ritmo de la respiración. 
Si os cruzáis con alguien, al saludarle, invítales a ser conscientes del timbre y la vibración de voz de ese señor o señora, y pregunta: ¿Dónde os ha sonado? ¿En los oídos? ¿En el pecho? ¿En el estómago? 
Al volver a casa podéis sentaros y hablar de la experiencia o puedes darles papel y material de dibujo para que expresen libremente lo que han sentido en su paseo consciente.
Podéis hacer este paseo una vez a la semana y lo bonito de esto es que tanto tú como tus hijos, al final seréis conscientes de casi cada uno de los pasos que dais en vuestro día a día y muchos de vuestros paseos y movimientos serán poco a poco más conscientes y plenos.
Un abrazo muy fuerte,