¿DAMOS MÁS IMPORTANCIA A LA FELICIDAD DE NUESTROS HIJOS O A SU EXCELENCIA?
Hacía ya tiempo que me apetecía hablar sobre un tema que cada día es más visible y palpable cuando hablamos de infancia ¿Damos más importancia a la felicidad de nuestros hijos o a su excelencia?
Quizá abrir el debate genere reflexión y nos haga replantearnos algunas cuestiones sobre la infancia, la educación y la crianza de nuestros hijos.
Creo que el error de prioridades es el que lleva, en último lugar, a distorsionar cuestiones tan importantes como nuestro sistema educativo.
Asusta ver cómo proliferan todo tipo de actividades de estimulación
temprana para bebés, también me asusta ver que la pregunta más frecuente
cuando se habla del método Montessori son "ideas de actividades para mi
bebé de X meses". Cada día es más habitual ver centros infantiles
bilingües, introducción a las matemáticas en estos... Y por supuesto,
todo tipo de actividades extraescolares para potenciar el sentido
musical de los niños, segundos idiomas, deportes,...
Queremos que los niños aprendan más y antes. Pero ¿Y si reflexionamos sobre ello?
¿La felicidad y el éxito están conectados?
Lo primero, antes de abrir el debate, creo que es reflexionar sobre la
conexión entre la felicidad y el éxito. La felicidad no siempre implica
éxito y viceversa. Hay personas muy exitosas tremendamente infelices, y
sin embargo otras personas que, aparentemente, no tienen tanto éxito en
su vida consiguen una felicidad plena ¿Por qué?
La cuestión está en querer realmente lo que hacemos, focalizar nuestra atención hacia lo realmente esencial en la vida.
Ese es el auténtico éxito de la vida: SER FELICES
¿Debe preocuparnos la excelencia del niño?
¡Por supuesto!. El objetivo de desarrollar al máximo las potencialidades
del niño es totalmente asumible. La infancia es una etapa de
construcción. Será la época en la que se construyan las bases y los
cimientos del adulto del mañana.
Olvidarnos del objetivo de desarrollo de sus potencialidades sería un
error. El problema es cuando se da prioridad a la excelencia del niño
por encima de su felicidad.
Olvidarnos de su felicidad implica forzar su desarrollo de forma antinatural para conseguir una evolución mayor y/o más rápida.
Pero... Estamos en una sociedad competitiva
Una de las críticas habituales cuando se pone en tela de juicio la prioridad de objetivos en la infancia es la falta de preparación de los niños para sobrevivir en una sociedad cada vez más competitiva.
Es cierto que nuestra sociedad actual es competitiva. Pero cuando nuestras metas están enfocadas en competir con otro a menudo nos conducen a un estado de desasosiego, envidia y estrés. Esto ocurre porque focalizamos nuestra atención en el vecino. Puede que consigamos ser los mejores en algo, pero es difícil conseguir una felicidad plena de esta forma.
Las personas más eficaces y excelentes son las personas apasionadas. Una persona que pone pasión en su trabajo es una persona que compite consigo misma. Tiene ilusión por mejorar, por superar sus propias marcas. Competir con uno mismo lleva al goce y a la felicidad cuando nos superamos. Este estado nos alienta para seguir mejorando.
Un ejemplo práctico:
Voy a ponerte el ejemplo de un camarero que compite con su compañero
para ser mejor. Lleva los cafés más rápido. Se fija en cómo cobra su
compañero y consigue hacerlo más deprisa que el otro. Pero aunque
consigue ser excelente, siempre sigue pendiente del otro. No disfruta de
sus logros.
Un camarero apasionado se levanta con una sonrisa, va contento a su
trabajo. Atiende de buena gana a los clientes, e incluso comienza a
recordar sus nombres. Se marca incluso ese objetivo; memorizar los
nombres de los clientes. Cuando lo consigue la motivación es tal que
trata de ir a por otro objetivo.
Su atención está focalizada en sí mismo y no en el vecino. Esto hace
que su pasión, su motivación y su felicidad en el trabajo sean plenas.
Cuando educamos a los niños para competir indirectamente les estamos empujando a buscar como objetivo vital superar al vecino. Es muy difícil que, cuando nuestra atención está focalizada en otra persona, consigamos una felicidad plena.
Sólo te pido que hagas un ejercicio muy rápido ¿Quién crees que puede conseguir ser más eficiente; una persona apasionada y feliz o una persona infeliz que se concentra en superar a los demás?
Educar para la competencia, es educar en envidias, en objetivos insanos, en valores de lucha...
Con esto quiero decir que, aunque el objetivo de la excelencia sea lícito no debemos tratar de alcanzarlo a costa de lo que sea. Al menos no a costa de la felicidad. Es probable que al no dejar brillar al niño de forma natural consigamos justo el efecto contrario.
Si nos preocupamos sólo de la felicidad del niño ¿Estaremos fomentando un adulto inútil o incompetente?
Cuando escribí acerca de mi desacuerdo con los deberes algunas de las críticas que me encontré fueron encaminadas en este sentido ( Leí comentarios de este tipo: "¡Eso es! Que los niños no hagan nada, eduquemos a auténticos analfabetos")
Personalmente me duelen este tipo de argumentos, porque me lleva a
pensar que estamos muy lejos de entender cómo funciona de verdad el
desarrollo del ser humano.
Los impulsos vitales de un niño le empujan a un aprendizaje natural, de
acuerdo a etapas sensibles temporales por las que va pasando y que le
predisponen a absorber de manera natural.
En un libro de María Montessori leí que los periodos sensibles se
podrían comparar a una especie de haz de luz que ilumina algo y deja en
penumbra lo demás. De tal manera que el niño está predispuesto de manera
especial a aprender sobre eso; lenguaje, movimiento, orden...
El problema viene cuando queremos forzar ese desarrollo, o por el contrario NO entendemos cómo funciona verdaderamente y no hacemos más que poner obstáculos y detenerlo.
Cuando un niño tiene la posibilidad de evolucionar naturalmente, sin ser forzado ni coaccionado de forma autoritaria desde el exterior, el niño consigue una felicidad plena.
Un niño motivado y feliz, es un niño que está creciendo con unos buenos cimientos psicológicos y que estará preparado por encima de cualquier otro para aprender y desarrollar todas sus potencialidades.
Cuando hablo de priorizar su felicidad, no quiero dar a entender que nos debamos despreocupar de su evolución, ni mucho menos. Sólo hablo de dejarles ser, de seguir al niño. Se trata de que el niño camine por la vida y nosotros le ayudemos. No de ir tirando con una cuerda que asfixie su brillo interior. (Es un ejemplo un tanto radical pero creo que muy visual).
Algunos signos que delatan que nos preocupa la excelencia por encima de la felicidad
-Comparar al niño con otros
-El niño pasa menos de 3/4 horas al día moviéndose
-Nos obsesiona preparar actividades para estimular su desarrollo
-Un niño menor de 7 años recibe notas y les damos importancia
-Le obligamos a hacer deberes después de haber permanecido al menos 5 horas sentado
-Utilizamos a menudo la frase "a ver quien acaba antes", " a ver quién lo hace mejor"...
-Tratamos de que sea mejor que sus amiguitos
-Queremos ocupar su día con actividades
-No permitimos que se aburra
-Le obligamos a hacer actividades que NO le interesan
¿Cómo criar y educar niños felices?
¡Ufff! Esta pregunta tiene tal magnitud que me asusta empezar a escribir
algo. Un niño feliz es aquel que es educado con amor, respeto,
confianza y comprensión por encima de cualquier cosa. Un niño al que se
le deja SER.
Respetar la esencia de un niño quiere decir confiar en sus impulsos
vitales y guiarle para que metódicamente vaya encontrando las respuestas
de sus sensibilidades (lenguaje, orden, movimiento, naturaleza...)
Deberíamos aprender a entender LAS NECESIDADES de los niños. Un
niño necesita correr, necesita tocar, necesita pisar charcos, tocar la
nieve, subirse a un árbol, necesita coger algo para ver que al caerse
hace ruido, un niño necesita cantar, chillar, dar palmadas...
Cuando tratamos de frenar todos estos impulsos estamos obstaculizando su desarrollo natural, y por tanto su felicidad.
Si hay algún Método educativo que tenga en cuenta la felicidad del niño por encima de todo ese es el Método Montessori.
No concibo un método educativo que no tenga una visión integral del niño
y trate de que desarrolle todas sus facetas como ser humano.
La posibilidad que da el Método Montessori al niño de dirigir su
aprendizaje hace que sea feliz aprendiendo, pues está siguiendo sus
impulsos libremente.
Hace poquito leí en la página de facebook de educación Montessori (muy recomendable por cierto) una frase muy reveladora:
En un ambiente Montessori los niños NO hacen lo que quieren, si no que quieren lo que hacen
Si quieres profundizar un poquito más en el Método Montessori y comenzar
a aplicarlo en tu hogar para educar niños felices te recomiendo algunas
de estas lecturas publicadas en el blog:
-Cómo empezar con el método Montessori en casa. PARTE 1
-Cómo empezar con el método Montessori en casa. PARTE 2
-Cómo empezar con el Método Montessori en casa. PARTE 3
-Actividades de inspiración Montessori de 0 a 3
-Nuestro ejemplo como forma de aprendizaje
-Padres tóxicos ¿Lo eres?
-Errores frecuentes a la hora de aplicar Montessori en casa
-Nuestro ejemplo como forma de aprendizaje
-Libertad y límites según Montessori
-Una casa sin castigos, gritos ni amenazas
¿Y qué hay de nuestro sistema educativo? ¿Qué prioriza?
Nuestro sistema educativo actual apenas tiene en cuenta las necesidades
del niño. Está centrado en la excelencia a costa de todo lo demás.
¿El resultado? Altas tasas de fracaso y abandono escolar. Hay un error de prioridades y hasta que no comprendamos esto no seremos capaces de evolucionar.
En nuestro sistema educativo:
-Los niños pasan muchas horas sentados (demasiadas) sin moverse
-Todos deben aprender lo mismo al mismo tiempo, se fomenta la
competitividad constantemente (con notas, trabajos con puntuaciones,
concursos...)
-El niño es un sujeto pasivo de su aprendizaje
-Las lecciones son repetitivas y monótonas
-No hay aprendizaje vivencial
-No tienen libertad para elegir qué aprender
-La educación se basa en premios y castigos que distorsionan el aprendizaje natural
-Los niños con frecuencia no entienden lo que aprenden
-Tienen horas y horas de deberes diarias...
¿El resultado? Niños desmotivados, infelices con su aprendizaje, desnaturalizados, dependientes...
Mi reflexión final:
Debemos luchar porque nuestros niños sean felices por encima de su excelencia. Seguir su esencia, dejar que sean niños. Que se mojen, que se manchen, que canten, que escalen... Si les damos libertad desde el principio aprenderán a ser conscientes, autónomos e independientes.
Un niño motivado y feliz es un niño dispuesto a absorber sin obstáculos. Prioricemos su felicidad por encima de su excelencia.
Creo que no he escrito ningún otro post que defina tan bien como este el objetivo de "PEQUEFELICIDAD": La felicidad del niño.
El mejor camino para la excelencia, sin duda, es la felicidad.
Hay una frase de María Montessori muy acertada que quiero que sirva de reflexión:
Una prueba de lo acertado de la intervención educativa es la felicidad del niño.
¿Excelencia vs felicidad? ¿Abrimos el debate? ¿Cuál es tu prioridad?
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