Catherine L’Ecuyer es una mujer valiente. Lleva ocho años fustigando mitos pedagógicos desde las principales cabeceras de nuestro país: La Vanguardia, El Mundo y El País, y lo hace con una calma y un rigor que exasperan a los partidarios de las cavernas educativas. Sus libros están traducidos a 8 idiomas en 65 países.
Por: Andreu Navarra
Su libro Educar en el asombro acaba de alcanzar su edición número 29 en su versión en español. Es, sencillamente, espectacular.¿Cómo se gestó ese libro? “En 2011”, explica Catherine, “tuve un grave accidente de coche mientras estaba esperando a mi cuarto hijo. Un choque frontal me dejó con el saco amniótico fisurado, inmovilizada durante los 6 meses restantes del embarazo. Es durante ese tiempo que escribí Educar en el asombro. Yo nunca pensé que el libro iba a tener tanta repercusión.
Todo empezó con una Contra en La Vanguardia, que un profesor de educación propuso a Ima Sanchís después de haberse leído el libro. Le dijo que era una revolución educativa, y ella accedió a entrevistarme. Ese día recibí 20,000 visitas en mi blog y las librerías empezaron a pedir el libro en toda España. En ese momento, yo no venía del gremio, era una persona ajena al ámbito educativo, mi análisis no partía de los esquemas tradicionales; mi experiencia venía 1) de la literatura clásica y de los estudios científicos que había leído y 2) de la observación de mis hijos y de mi experiencia como madre a tiempo completo. El libro es el resultado de un trabajo de investigación en la literatura científica y clásica en el ámbito de la psicología, la pediatría y la neurociencia, la educación y la filosofía. La pregunta de partida es ¿qué es lo que mueve el niño a aprender? Parto de la respuesta de los griegos (Platón, Aristóteles…), luego enlazo con lo que dicen los estudios científicos, y finalmente enlazo con mi experiencia, a partir de la observación. Podríamos decir que el libro consiste en compartir mi intuición maternal, en la medida en que esa intuición está respaldada por el rigor de los estudios científicos.
De hecho, el comentario que más escucho en mis conferencias es: “Dices lo que siempre he pensado, pero no sabía como argumentarlo”. En realidad, no digo nada nuevo u original, solo explicito lo que he “descubierto”, en un lenguaje sencillo.”
Catherine L’Ecuyer ha dedicado buena parte de su vida académica a la figura de la pedagoga María Montessori: “En 2014, publiqué un artículo científico en una revista académica suiza para fundamentar la propuesta de la educación en el asombro. Después de la publicación del artículo, me fijé en el nombre de la persona que me aceptó el artículo y le contacté para pedirle si aceptaba ser el director de mis tesis de doctorado. José Ignacio Murillo, el director del grupo Mente Cerebro de la UNAV, aceptó. Inicialmente, quería profundizar en la propuesta de la educación en el asombro, pero en el verano 2015 descubrí a Maria Montessori más a fondo y pensé “esa mujer, ya ha escrito todo sobre lo que estoy investigando, mejor no reinvento la rueda y hago mi doctorado sobre su propuesta en vez de sobre la mía. En 2019, presenté mi tesis de doctorado sobre la relación entre Montessori y Rousseau. Llevo 5 años estudiando los escritos de esa pedagoga, es un pozo sin fondo.”
L’Ecuyer defiende que el pensamiento de María Montessori ha sido simplificado y manipulado para desvirtuarlo y adaptarlo a direcciones que no hubiera suscrito.
L’Ecuyer defiende que el pensamiento de María Montessori ha sido simplificado y manipulado para desvirtuarlo y adaptarlo a direcciones que no hubiera suscrito: “Muy pocas personas la entienden. No creo que haya una persona en el ámbito educativo tan maltratada y tan malinterpretada como Maria Montessori. Se la incluye en el saco del Romanticismo educativo, en la línea de Rousseau, Pestalozzi y Froebel. Pero ella discrepaba radicalmente con Rousseau.
Su herencia intelectual se encuentra en Itard y Séguin, quienes daban importancia a las experiencias sensoriales en la etapa infantil como base para la educación intelectual. Rousseau despreciaba la educación intelectual, hasta llegó a decir que odiaba los libros. Montessori habla de forma muy despectiva de Rousseau, lamenta que se la asocie con su “historieta romántica”, refiriéndose a Émile. Émile es la historia ficticia de un ciudadano creado por Rousseau para encajar en la sociedad que describe en El contrato social. No es un tratado educativo (él mismo lo confiesa), es la continuación de su visión política. Es decir que, para Rousseau, primero viene la sociedad, y luego viene el niño, que hemos de diseñar -vía la educación- para poder hacerle encajar en esa sociedad. No es un enfoque respetuoso con el niño, es todo lo contrario. Si nos fijamos, hay un grado de manipulación y de conductismo sensorial brutal en Émile. Montessori, en cambio, tiene un enfoque teleológico del niño, que tiene su origen en Aristóteles. Acabamos de publicar un artículo académico que explica eso en más detalles.”
Le pregunto a Catherine con qué figura histórica se hubiera ido de copas. Responde sin dudar que con Maria Montessori, porque le preguntaría si está de acuerdo con lo que publica sobre ella y su método.
"Hay demasiada gente motivada por conseguir ovaciones repitiendo los mismos mantras desde hace década. Eso no es progreso, eso es borreguismo."
Otra línea fundamental de su trabajo es el desenmascaramiento de los mitos educativos, como por ejemplo la estimulación temprana, los neuromitos o los tecnomitos que rodean la digitalización de las aulas. En un artículo que le encargó el Cerlalc del Unesco en 2019, detalla 6 de los “tecnomitos” muy difundidos en el ámbito educativo. En este sentido, sus opiniones vuelven a ser sólidas y originales: “El dispositivo digital no es el problema en sí. Pero usarlo en las aulas es síntoma de un mal muy grande. No sabemos cuál es el “para qué” y el “por qué” de la educación. Nunca ha habido tanta educación en las aulas (métodos, herramientas, protocolos, didáctica, etc.), pero nunca ha habido tan poca en los alumnos. Hemos perdido de vista la razón de ser de la educación, y con ello hemos perdido de vista la teleología del ser humano. En el pensamiento moderno, no hay teleología, no hay actividad perfectiva, no hay propósito, no hay naturaleza; hay libertad entendida como indeterminación, entendida como la creación continua de un abanico infinito de posibilidades con las que no queremos comprometernos. El ser humano es fluido, no tiene naturaleza que marca la hoja de ruta de la educación.
"El dispositivo digital no es el problema en sí. Pero usarlo en las aulas es síntoma de un mal muy grande."
La educación actual, obsesionada por el igualitarismo, por la militancia social y por el antiintectualismo, tiene sus raíces en Rousseau. Montessori trae frescura en el debate estéril enfrascado entre la instrucción directa y el aprendizaje por descubrimiento puro, entre el aprendizaje pasivo y el activo. Nos recuerda que el niño no crea la realidad, la descubre. Por eso mi segundo libro se llama Educar en la realidad, quise dejar claro que el asombro no ocurre en el vacío, lo que asombra es la belleza de la realidad. Y para asombrarse ante lo real, el niño necesita una educación que le traiga estructura externa, para ayudarle a ordenar su cabeza. Montessori nos recuerda que no es lo mismo un aprendizaje en el que el niño es protagonista, que uno en el que el niño cae en un activismo sin propósito; que uno en el que el niño es pasivo, que uno en el que escucha atentamente sin moverse. Montessori es, ahora, más actual que nunca.”
"Montessori nos recuerda que no es lo mismo un aprendizaje en el que el niño es protagonista, que uno en el que el niño cae en un activismo sin propósito."
Le planteo que haría si fuera ministra de Educación. Se ríe de ello, no es una política, dice. Si te comprometes con un bando, ya no puedes opinar libremente. Como siempre, su respuesta es frontal: “Digo lo que pienso, y cuando alguien me coarta a decir otra cosa, digo lo que pienso con más fuerza. No puedo soportar las presiones populares, los intereses económicos, los juegos del poder, el políticamente correcto, el corporativismo o el “quedar bien”, etc. Hablamos mucho de “progreso”, pero son precisamente todos esos males que impiden el verdadero progreso. El verdadero progreso no es externo, tiene como inicio y fin a la persona. Y en la educación, eso ocurre a través de la actividad perfectiva.” Y llegamos al meollo: “El principal problema de la educación hoy en España es que está demasiado politizado. Falta mentalidad científica, rigor, amor a la verdad. Hay demasiados gurús iluminados, conferenciantes que repiten como loros lo que dicen otros, o que copian ideas de libros americanos que aún no están traducidos. Hay demasiada gente motivada por conseguir ovaciones repitiendo los mismos mantras desde hace década. Eso no es progreso, eso es borreguismo. Obviamente, no todo el mundo hace eso, pero pasa.”
"La cultura del esfuerzo en el colegio, es un reflejo de la cultura del esfuerzo en el trabajo."
Una de las obsesiones entre quienes intentan decir algo con pies y cabeza sobre nuestro sistema educativo es la comparativa entre países que lo hacen bien y países que lo hacen mal. Catherine L’Ecuyer dice no tener una respuesta para esa especie de competencia entre estados: “No soy una experta en comparar sistemas educativos”, aclara. “Para saber más sobre eso podríamos preguntar a mi amiga Inger Enkvist. Lo que sé es que existe una simbiosis entre el sistema educativo de un país y su cultura. La cultura del esfuerzo en el colegio, es un reflejo de la cultura del esfuerzo en el trabajo. Los padres y los maestros transmiten lo que tienen. La cultura del trabajo bien hecho, de la rendición de cuenta, de la excelencia… Hay que ser consciente que los niños imitan lo que ven, y si ven que salir adelante con una chapuza o una mentira no tiene consecuencia y está bien visto (mientras no te pillen), pues eso tiene unas consecuencias sobre la educación. Si ven que está mejor valorado salir en un Reality Show que aprobar la selectividad, eso también tiene consecuencias.”
Catherine L’Ecuyer bulle de proyectos, podríamos decir que se trata de una mente hiperactiva: “Ahora mismo acabo de publicar tres artículos académicos. Uno sobre la relación entre Montessori y la educación nueva en la revista inglesa European Review of History, otro (“El enfoque teleológico en Montessori y sus consecuencias”, con José Ignacio Murillo) en la Revista Española de Pedagogía, y un tercero sobre la propuesta montessoriana vista desde el prisma de los últimos avances en neurociencia (con Javier Bernacer y Fran Güell) en la revista americana Mind, Brain and Education. Estoy dando voz, también, a los padres que no están de acuerdo con la digitalización de las aulas, acabo de firmar con 100 expertos y asociaciones americanas un manifiesto al respecto. Estoy también revisando la traducción al inglés y al francés de mi segundo libro sobre las nuevas tecnologías, Educar en la realidad. La edición inglesa saldrá en un mes y la francesa en 2021. Y estoy convirtiendo mi tesis de doctorado en un libro, sobre Montessori, que se publicará en 2021. En el medio de todo eso, doy conferencias, de momento por zoom (de forma excepcional) sobre la importancia de la atención en la educación.”
"Cuando tuve a mi segundo hijo, trabajaba tantas horas que llegué a la sala de parto con el portátil por debajo del brazo."
Le pregunto a Catherine L’Ecuyer quién es. Cómo es posible que una mujer canadiense, consultora en empresas, termine poniendo el mundo de la educación española patas arriba, con esta mezcla de verdad divulgativa y rigor documental que caracteriza sus artículos y ensayos: “No he planificado hacer lo que estoy ahora haciendo. Estudié derecho en Canadá, trabajé durante 4 años en un bufete internacional en Montreal, y después en una empresa de telecomunicación cotizada en bolsa. Me vine a España en 2002 para estudiar un máster en administración y dirección de empresas. Fue enamorarme de un español que me llevó a rechazar una oferta en un banco de inversión, Lehman Brothers, en Londres, en 2004, y a optar por quedarme a vivir en Barcelona. Me casé en 2004 al acabar el máster y empecé a tener hijos mientras trabajaba como consultora de alta dirección. Cuando tuve a mi segundo hijo, trabajaba tantas horas que llegué a la sala de parto con el portátil por debajo del brazo. Eso fue una llamada de atención potente. En los años después solo acepté contratos y trabajos puntuales que me permitían cuidar de mis hijos y llevarlos al colegio con 3 años cumplidos (algunos fueron al colegio incluso más tarde, con 5 años). Es en 2006, a raíz de esa decisión, que empecé a investigar sobre la teoría del apego, las teorías de aprendizaje y el efecto de las pantallas en la primera infancia, entre muchos otros temas relacionados con la psicología y la educación en la primera infancia. En 2008, la universidad donde daba clases sobre la teoría de las organizaciones me planteo cursar un máster en investigación, lo que hice. Ese máster me dio herramientas para profundizar en los temas educativos que estaba investigando”. Asombroso. No sé qué más podría añadir.
Es posible que este conocimiento de la vida real tenga algo que ver con el valor añadido de la obra de L’Ecuyer. Entre pedagogos engañosos y académicos que jamás han pisado la calle o el aula, no avanzábamos mucho. Catherine L’Ecuyer ha hecho entrar mucho aire fresco en las discusiones académicas. Se nota que no se debe a nadie, que no cae en el provincianismo mesiánico que tanto abunda en el país. ¿Qué consejo le daría Catherine L’Ecuyer a una joven profesora española que empezara a ejercer el próximo 1 de septiembre? “No me gustan los consejos. Le diría que la profesión docente no es agradecida, y es cada vez más exigente. Le diría que su trabajo tiene unas repercusiones infinitas y le daría las gracias por su dedicación.” Así terminaba nuestra conversación con una de las ensayistas más incisivas e inteligentes de nuestro panorama, que nos ha contado por primera vez detalles de su vida un tanto novelesca.
Foto: Gabriel Badia