1.2.21

Pautas para que tu hijo supere sus complejos

 

Raro es el niño que en algún momento de su vida no sufre los vaivenes que sus propios complejos le acarrean. Sentirse diferente para los más pequeños no es muchas veces plato de gusto. Tampoco que en el colegio sus compañeros de clase le señalen por algún rasgo físico o distinto de los demás. Los apodos y las burlas pueden hacer mucho daño: acomplejar al niño, minar su autoestima, crearle mayor inseguridad e inculcarle un sentimiento de creerse inferior a los demás. Llevado al límite se ha conocido estos días que una madre asesinó a su hijo de diez años por tener las orejas muy grandes y así evitar que sea infeliz.

Los niños empiezan a tener un concepto de sí mismos y de los demás sobre los seis años. A partir de esa edad pueden comenzar a surgir ciertos complejos. La adolescencia es otra etapa crítica para no gustarse a sí mismo. «Los niños pueden llegar a ser muy crueles con sus iguales y meterse con los compañeros que son diferentes, bien porque están más gorditos, porque son muy altos o muy bajos, porque llevan gafas, porque son más torpes, porque tienen las orejas muy grandes… pero eso no significa que deba ser una conducta que los adultos puedan pasar por alto», advierte la psicóloga infantil Sílvia Álava del Centro de Psicología Álava Reyes, autora del libro «Queremos hijos felices».

Se pueden superar los complejos. Para ello es muy importante que se haya establecido un vínculo de apego con los padres, lo que suele desarrollarse antes de los seis años. Eso le ayudará a confiar en ellos y a sentirse seguro. No obstante, como explica Álava Reyes explica que ««Hay niños que son más sensibles y acusan mucho más los insultos y las críticas por parte de sus iguales. Por eso es importante observar bien que al niño y ver su comportamiento, para estar seguros que no le afecte».

Es conveniente tener en cuenta una serie de pautas para que los niños puedan enfrentarse a esos complejos, y dejarlos atrás sin que por ello se coarte su desarrollo emocional y psicológico. He aquí un decálogo que ha elaborado la psicóloga infantil para que sus hijos superen lo que no les gusta de sí mismos:

1. Escucha a tu hijo, aunque a ti como adulto no te parezca importante, puede que el niño lo esté pasando mal.

2. La escucha debe de ser activa, es decir, mírale, ponte a su altura (puedes agacharte o sentarse a su lado para que os podáis mirar a los ojos), no hagas otras actividades como mirar el teléfono, estar con el ordenador o ver la tele mientras habla. Se trata de que el niño se sienta escuchado y comprendido. También puede ayudar mantener el contacto físico mientras lo cuenta, dándole la mano, poniendo la mano sobre su pierna…

3. Una vez que el niño se ha desahogado, no conviene que vea que el adulto no da importancia a cómo se siente.

4. Lo que siempre se debe hacer es desmontar poco a poco su complejo. Por ejemplo, si cree que es muy bajito, habrá que trabajar con el niño no darle tanta importancia a la altura, saber que siempre puede crecer… o si tiene las orejas muy grandes, darle la importancia justa. Se trata que su vida no gire en torno al complejo.

5. Potencia las virtudes de tu hijo, todos tenemos puntos fuertes, hay que trabajar con él para que los encuentre y sobre todo que los valore.

6. Trabaja su autoestima. Que vea que es capaz de resolver las cosas por el mismo, e ir dotándole de autonomía desde pequeño es algo que siempre ayudará.

7. Será fundamental que el niño aprenda a focalizar hacia lo positivo, que sea capaz de darse cuenta y valorar todas las cosas que tiene buenas y todos los momentos agradables que se suceden a lo largo del día.

8. No olvidemos que los niños aprenden por modelado, es decir, copian a sus adultos de referencia. Los padres deben ser modelos de seguridad, y no mostrarse acomplejados ante sus hijos.

9. Enseña a su hijo a ser asertivo, que sea capaz de decir cómo se siente, qué es lo que él quiere, y a que sea independiente de la aceptación de los demás.

10. Trabaja con él las habilidades sociales, que sepa cómo tiene que contestar a los otros niños cuando se meten con él.