1ª Plano de Desarrollo: del nacimiento a los 6 años. Independencia física: “Ayúdame hacerlo por mí mismo”
La primera etapa de la vida del niño es una de las más importantes de todo su desarrollo en el transcurso desde su nacimiento hacia el hombre adulto en el que se convertirá en el futuro, pues es en esta primera etapa donde se asentaran las bases de su desarrollo.
Tiene dos sub-etapas;
La primera del nacimiento a los tres años.
La segunda de los tres a los seis años.
Se caracteriza por ser una etapa de muchísimos cambios y muy relevantes para el niño, no solamente físicos sino mentales. No hay más que pensar cómo es un bebé recién nacido y cómo es el niño en el que se ha convertido cuando ya tiene los seis años.
¿Cuántas cosas ha podido aprender durante seis años?
Aquel bebé que solo sabía comunicarse llorando, que comía mediante la succión, que prácticamente no se movía, no hablaba, en cuestión de unos 2 años aprende a sostenerse, a caminar, a moverse, a orientarse en su ambiente, a comer solito, a controlar sus esfínteres, aprende un lenguaje y a comunicarse con la complejidad que eso requiere. Todos estos aprendizajes no se dan gracias a la intervención directa del adulto hacia el niño, no es un logro nuestro, sino es la naturaleza del ser humano la que se encarga de que todo esto resurja en cada uno de nosotros.
Es la mente absorbente del niño la encargada de todos estos aprendizajes absorbidos del ambiente como si fuésemos una esponja. El adulto, únicamente es el responsable de ofrecerle un ambiente preparado para que la naturaleza del niño pueda fluir con naturalidad y espontaneidad y que derive a un desarrollo físico y mental íntegro y saludable.
Ya desde el principio de su vida, es decir, desde que es concebido y crece dentro del útero de su madre como embrión físico, el bebé se desarrolla gracias a la naturaleza. Es increíble pensar cómo de dos células que se han unido, pueda desarrollarse un ser humano. Pues bien, esta naturaleza es la que acompañará al niño durante toda su vida rodeada del ambiente en el que crezca.
En la primera sub-etapa (0-3) Montessori considera que el niño, una vez en el mundo, es como un embrión psíquico o espiritual, al cual se le debe procurar unos cuidados no solo los físicos sino también los de su vida psíquica
En los cuidados a prodigar al recién nacido debe considerarse una vida psíquica. Y si en el recién nacido existe una vida psíquica, con mayor razón la tendrá en el primer año de su vida y más tarde también. (…) Actualmente es posible suponer que el niño posee, desde su nacimiento, una vida psíquica, pues se establece una distinción entre consciente y subconsciente. (Montessori, El Niño, el secreto de la infancia, 2014, p.31)
La mente absorbente inconsciente tiene un papel relevante durante esta primera sub-etapa, puesto que el niño comenzará a desarrollar inconscientemente el movimiento de su propio cuerpo, el lenguaje materno, el pensamiento y la personalidad a través de los recursos que le ofrezca el ambiente en el que conviva, y todo ello, de una manera fascinante y maravillosa, absorbiendo todo aquello que viva en su entorno sin esfuerzos que le produzcan fatigas. Es por este motivo, que debemos procurar ofrecerle un ambiente preparado y rico en posibilidades, así como la actitud observadora del adulto siempre expectante a las necesidades y tendencias del niño, ya que es crucial para un desarrollo equilibrado y saludable. El niño no hará distinciones de lo bueno y lo malo, y tomará todo aquello de su ambiente adorándolo por encima de todas las cosas.
El niño tiene con el ambiente una relación distinta a la nuestra. Los adultos admiran el ambiente, pueden recordarlo, pero el niño lo absorbe. No recuerda las cosas que ve, sino que estas cosas pasan a formar parte de su psique: encarna en sí mismo las cosas que ve y oye. Mientras que en los adultos nada cambia, en el niño se producen transformaciones, nosotros solo recordamos el ambiente, mientras que el niño se adapta al mismo. (Montessori, La mente absorbente del niño, 2014, p. 56)
Así pues, con esta cita podemos comprobar que en el niño no solamente se da una mera absorción del ambiente, sino que también ocurre, en palabras de Montessori, la encarnación, la cual la define de la siguiente manera;
“encarnación es el proceso misterioso de una energía que animará el cuerpo inerte del recién nacido y que dará a la carne sus miembros, a los órganos de articulación de la palabra el poder de actuar según la voluntad, y así se encarnará el hombre.” (Montessori, El Niño, el secreto de la infancia, 2014, p. 32).
Montessori hace una fiel comparación entre los animales y el ser humano, y nos hace reflexionar sobre la diferencia psíquica entre unos y otros acercándonos al símil de la producción de objetos: los que se fabrican en serie (desarrollo animal, que reproducen rápidamente los caracteres de su especie) y los que se fabrican a mano (desarrollo humano, reproducción prolongada y delicada, cada uno distino al otro, seres irrepetibles, que suponen un enimga para el futuro).
Debemos estar agradecidos a la naturaleza ya que nos ha dado la oportunidad de que cada uno de nosotros podamos ser, quien queramos ser, únicos e irrepetibles. Esta encarnación de la vida psícica de la que nos habla Montessori es la que hace construir al hombre del mañana, y por tanto, se debe tener muy en cuenta y presente durante este período.
De todos los animalitos sabemos lo que llegarán a ser cuando sean adultos: será un excelente y ágil corredor si es una gacela, lento y pesado en su marcha si es un elefante(…). Pero el hombre todo lo puede; su inercia aparente prepara la sorpresa maravillosa de la individualidad. Su voz sin articulación, hablará un día, pero no sabemos cual será su lenguaje. Hablará la lengua que sabrá recoger del ambiente que le rodea, prestando atención continada, construyendo los sonidos con esfuerzos incalculables, las sílabas y por fin las palabras. Será un constructor voluntario de todas sus funciones de relación con el ambiente; será el creador de un nuevo ser. Montessori, El Niño, el secreto de la infancia.
Es en este periodo cuando el niño absorbe y adquiere el lenguaje de manera inconsciente y espontánea, contrayéndolo gradualmente de una forma maravillosa, sin producirse ninguna fatiga. Su mente está preparada al principio de su vida para reproducir cualquier sonido, por complejo que sea. Será el lugar donde crezca el que marcará su lenguaje. Para que el lenguaje se de, a nivel fisiológico el niño desarrolla los órganos físicos externos necesarios; para oír (el oído) y para hablar (boca, nariz y garganta). Durante el proceso de mielinización el niño primero reconoce los sonidos y los va absorbiendo poco a poco grabándolos en su inconsciente, se fija en el movimiento de la boca y comienza a querer imitar esos gestos dando paso a la reproducción de una sílaba y poco a poco llegará al balbuceo, hasta darle significado a las palabras y llegar a la explosión de lenguaje.
“La madre no enseña el lenguaje al niño, sino que el lenguaje se desarrolla naturalmente en él como una creación espontánea. Y también se desarrolla según unas leyes determinadas, iguales para todos los niños” (Montessori, La mente absorbente del niño, 2014, p.103)
Por otro lado los niños comienzan a orientarse en el mundo, coincidiendo con el período sensitivo del orden. Ellos necesitan establecer un orden externo con el ambiente para sentirse seguros y poder orientarse, puesto que el desorden puede provocar en su pisque un sufrimiento y agitación, con el que se manifiesta llorando por un alteración de este orden, a lo que algunos consideran rabietas. Por eso es muy importante tener en consideración y saber observar las necesidades de nuestros pequeños, para identificar y diferenciar entre lo que es realmente un capricho, a una intranquilidad por una alteración de su orden exterior.
Además, también existe un orden interno en el que le permite al niño tener consciencia muscular y de sus propios movimientos.
"Aunque sea cierto que, tarde o temprano, todos los niños aprenden a coordinar sus movimientos, es necesario entender que cualquier obstrucción al movimiento libre, especialmente en el primer año de vida, puede tener serias consecuencias psicológicas que quizás comprometan el desarrollo armonioso de la personalidad". Un ser humano, S. Quattocchi,2007.
Tanto es así que también se debe preparar un ambiente adecuado para que el niño pueda desarrollarse en total libertad, sin obstáculos que frustren su avance. Para ello, hay que remitirse a lo más próximo y cotidiano que tienen acceso los niños, como por ejemplo su cama. Una ayuda para este desarrollo sería dejar esas cunas con barrotes, que además de limitar el movimiento limita la visión de su entorno, y substituirla por un colchón en el suelo para que pueda irse a la cama por él mismo o levantarse cuando no necesite dormir más, o ir en busca de su madre si la necesita o la echa de menos sin necesidad de llamarla llorando.
Otro elemento fundamental para facilitar el movimiento libre es la importancia de la ropa del niño, que debe ser cómoda y práctica para que él mismo pueda quitársela y ponérsela, a la vez que le permita realizar movimientos sin dificultad
También hace referencia sobre las diversas etapas del movimiento, asemejándolas con las de algunos seres vivos: el arrastre, caminar en cuatro patas y caminar con las dos piernas. Una vez el niño ha conseguido ponerse de pie, librera sus extremidades y es cuando por fin re-descubre sus manos como instrumento fundamental para trabajar su inteligencia y las ejercitará y adquirirá destrezas con ellas. Además, al conseguir estabilidad y equilibrio podrá ayudarnos en el día a día con tareas que repercuten a la vida diaria. Es aquí cuando podremos ofrecerle ejercicios de vida práctica para mejorar sus capacidades motoras, y además a través de ellas potenciará su autonomía, mejorará su autoestima y fomentará su participación social.
En la segunda sub-etapa (3-6) la mente absorbente del niño pasa a ser consciente y por tanto es especialmente influenciable, su personalidad va tomando forma poco a poco.
Cuando el niño conquista conscientemente su ambiente, entra en un periodo de construcción. Las cosas que ha creado en la época anterior salen a la superficie gracias a las experiencias conscientes que realiza en su ambiente. (…)La mano guiada por la inteligencia realiza el primer trabajo del hombre.(…) primero lo guiaba una fuerza oculta en él; ahora lo guía su ego, mientras que sus manos se muestran activas. Es como si el niño, que absorbía el mundo a través de su inteligencia inconsciente, ahora lo tomase por su mano. (Montessori, La mente absorbente del niño, 2014, p. 152)
Otra de las características de esta etapa es que el niño comienza a desarrollar la imaginación, cosa que le permite representar aquello que no tiene delante en realidad, o que no existe.
La imaginación da lugar a representaciones maravillosas y a un juego necesario y espectacular. Pero, además, Montessori remarca la importancia de que el niño tenga la oportunidad de poder desarrollar otra cualidad mental: la mente matemática. Porque tan necesario es que el niño pueda desarrollar su imaginación como poder sintetizar y extraer todo el conocimiento real para la vida a través de su ambiente. Si consideramos sólo la imaginación, sin permitir que el niño conozca su realidad inmediata de su mundo, podría crearle confusiones sobre lo que es real y lo que es fantasía.
La mente humana, por su naturaleza, no solo tiene la propiedad de la imaginación, que permite representar lo que no se ve directamente, sino que también tiene la propiedad de realizar síntesis, de extraer, por así decirlo, un alfabeto de las cosas que se encuentra en el ambiente exterior (…) Pues bien, demos un nombre a esta parte de la mente que se construye a través de la exactitud y llamémosla <<mente matemática>>” (Montessori, La mente absorbente del niño, 2014, p.168)
Continua en el periodo sensible del lenguaje en el que se interesa por aprender palabras nuevas de manera incansable y se interesa por la escritura.
La sed de palabras en los niños de esa edad es insaciable y la posibilidad de aprenderlas es inagotable, mientras que esto no ocurre en el periodo siguiente: entonces se desarrollan otras facultades y se presenta una mayor dificultad para recordar palabras difíciles. (…).
La conclusión lógica es que los términos científicos deberían enseñarse a los niños entre los tres y los seis años. No de modo mecánico, naturalmente, sino en relación con los objetos correspondientes con la natural exploración del ambiente, de modo que la enseñanza se base en la experiencia. (Montessori, La mente absorbente del niño, 2014, p.160)
Empieza a tener curiosidad consciente por todo lo que le rodea, la famosa frase que escuchamos a menudo ¿Qué es? y ¿Por qué? Está presente en casi todas las conversaciones que podamos tener con los pequeños. Es el momento de ofrecerle al niño todo un material que le ayude al desarrollo de su lenguaje que ya ha adquirido previamente en la etapa anterior para que vaya perfeccionándola y pueda utilizarlo para expresarse y relacionarse con los demás.
Es en esta etapa cuando el niño comienza a utilizar sus manos con un fin, para realizar una labor con un propósito inteligente, la cual le proporcionará conocimientos y satisfacciones que ayudaran beneficiosamente en su desarrollo. El niño necesita tocar, tomar con sus manos el mundo que le rodea, y por eso es de vital importancia dejarle hacer. Muchas veces el adulto, por necesidad o por miedo, limita constantemente al niño con frases como: “No toques eso, deja eso…” perjudicando de manera directa a este desarrollo motor e intelectual.
En esta etapa el niño pasa de los movimientos coordinados a los movimientos constructivos. Estos, deben tratarse también con cuidado, hay que tratar de no confundir situaciones de cuándo el niño quiere tocar y hacer por necesidad con que éste utilice sus manos con el fin de desordenar o destruir.
Es, pues, muy necesario que sea el niño en su espontaneidad, quien siga los actos; pero este movimiento constructivo tiene sus caracteres especiales; no se trata de impulsos desordenados y advenedizos. No es el correr y saltar, no es tampoco el manejar los objetos caprichosamente, llevando a su alrededor el desorden o la destrucción de las cosas; el movimiento constructivo se inspira en acciones que el niño ha visto ejecutar a su alrededor. (Montessori, El Niño, el secreto de la infancia, 2014, p. 87)
Y hasta aquí, el post de hoy. En otro post explicaremos las características de la niñez desde el punto de vista Montessori. Esperamos que os haya inspirado y servido de ayuda.