Un artículo científico del Instituto Cultura y Sociedad (ICS) de la Universidad de Navarra pone en diálogo cuatro de los pilares del método educativo Montessori, en la etapa infantil, con las teorías actuales del neurodesarrollo. Titulado Four Pillars of the Montessori Method and Their Support by Current Neuroscience, ha sido desarrollado por Catherine L’Ecuyer, colaboradora del centro y doctora por la Facultad de Educación y Psicología, y los investigadores del Grupo ‘Mente-cerebro’ del ICS Javier Bernácer y Fran Güell. Se ha publicado en la revista Mind, Brain and Education.
De acuerdo con Maria Montessori, autora de esta teoría, se debe ofrecer a los niños de preescolar un ambiente preparado que contribuya a la educación sensorial, a través de una repetición espontánea con un propósito. Los investigadores del ICS aseguran que esta afirmación es consistente con conceptos del neurodesarrollo, como el desarrollo temprano de las cortezas sensoriales y motoras o la poda sináptica en áreas del cerebro relacionadas con la atención.
En el artículo se afirma que la idea de Montessori de “ofrecer a los niños de esa edad un espacio bello, simple, real y organizado” podría ser “la opción más adecuada para un desarrollo sano”.
Asimismo, este método hace hincapié en la importancia de la educación sensorial para el desarrollo de los niños. Según el trabajo, esta idea encaja con la propuesta de que el aprendizaje, así como los cambios cerebrales asociados a él, deben ir de la mano del desarrollo del sistema nervioso que se produce naturalmente en el niño.
Periodos sensibles y periodos críticosMontessori fue la primera en introducir el concepto de ‘periodos sensibles’ en el ámbito educativo. Tal como explican los autores, es preciso hacer la distinción entre ‘periodo sensible’ –momento óptimo para el aprendizaje–, y ‘período crítico’ –ventana de oportunidad irrepetible para el aprendizaje o el desarrollo. Aunque Montessori no hizo esta distinción inicialmente, la incluyó en sus últimos escritos.
Según los expertos de ‘Mente-cerebro’, algunos investigadores y docentes asumen que en el sistema nervioso hay períodos críticos para el desarrollo y el aprendizaje. Sin embargo, señalan que los hallazgos más recientes apuntan a que el aprendizaje está relacionado con períodos sensibles, y no críticos. “Esto es esencial para desmontar algunos ‘neuromitos’ frecuentes en educación”, inciden, como que el niño necesita un entorno enriquecido en estímulos para promover el aprendizaje, o que el cerebro está abierto al aprendizaje solo en los tres primeros años. Tanto este método educativo como la neurociencia apuntan a la incorrección de estas afirmaciones.
Catherine L’Ecuyer, colaboradora del Grupo ‘Mente-cerebro’, también ha publicado el libro Montessori ante el legado pedagógico de Rousseau, fruto de su tesis doctoral defendida en la Facultad de Educación y Psicología de la Universidad de Navarra bajo la dirección de José Ignacio Murillo, investigador principal de este grupo del ICS. El proyecto de investigación que ha culminado esta publicación ha sido financiado por la Fundación SM.
Hábitos positivos y edificación de la personalidadAsimismo, la Revista Española de Pedagogía ha recogido recientemente un artículo de ambos bajo el título El enfoque teleológico de la educación Montessori y sus implicaciones. En él repasan los pilares fundamentales de esa pedagogía, como, por ejemplo, el ambiente preparado, el control del error, la mente absorbente, la atención sostenida, el desarrollo de la personalidad, la repetición con propósito, la actividad perfectiva, el placer de aprender y la inclinación de la naturaleza racional hacia su fin.
Para Montessori, “la actividad humana está naturalmente orientada hacia un fin y ordenada por la razón”, aseguran los autores en el abstract. “El fin de la educación es el niño mismo, ya que esta consiste en perfeccionar al agente, llevando al acto en el niño lo que en él solo está en potencia”.
Indican que “el afán del niño por edificar su personalidad ocurre a través de la actividad espontánea de su mente absorbente y de la repetición con propósito, que genera hábitos positivos”. De ahí que “el ambiente preparado y el control del error resulten cruciales”.
“La actividad perfectiva, realizada con la cantidad justa y necesaria de estímulos, hace que el niño encuentre descanso en los actos voluntarios realizados con sentido y sin trabas”, aseguran. En esa línea, concluyen que “el placer que resulta no se entiende como mera experiencia, sino en relación con una actividad natural encaminada hacia su fin”.