María Montessori fue una de las figuras presentes en el movimiento de renovación pedagógica “Escuela Nueva” que a principios del siglo XX luchó por cambiar la educación que se estaba llevando hasta el momento, estudió entre otras cosas medicina, trabajó con discapacitados y más tarde fundó “La casa de los niños”, dedicó toda su vida a la infancia, a la educación y como su vida transcurrió entre guerras, a intentar conseguir una paz mundial.
Las ideas de Montessori, su forma de ver al niño, su forma de ver la educación… crearon toda una filosofía que es interesante conocer para poder descubrir toda la magia del método. Aunque a veces lo más conocido sean los materiales, estos carecen de sentido si no se conoce todo lo que hay tras ellos. Hay que tener en cuenta que seguir el método tampoco es una forma de conseguir un resultado X (niños que se entretengan solos, que se vistan solos…) sino que debe de ser acorde a tu forma de ver al niño, de ver la educación.
No debemos de olvidar que el método Montessori se creó para ser aplicado en el aula, no en casa, y que son las guías las personas que conocen el método, cómo aplicarlo, cómo presentar los materiales puesto que son las personas formadas para ello, pero algunas ideas del método que benefician a todos los niños, se pueden aplicar en el hogar:
-Otra forma de ver al niño
El niño es activo, aprende haciendo, no es un ser pasivo que aprende gracias a lo que el adulto le transmite.
Además cada niño es diferente y tiene necesidades e intereses distintos, ya no es el adulto el que decide qué y cuándo enseñar algo, sino que es el propio niño el que lo va demandando y descubriendo. Hay que conocer al niño y ajustarnos a sus “periodos sensibles”, momentos en los que el niño tiene una especial predisposición por algo y lo adquiere de forma natural, sin apenas esfuerzo.
El niño por lo tanto aprende en libertad, cuando puede elegir qué hacer según sus necesidades internas. Aunque es cierto que el niño no es adivino y la primera vez que se enfrenta a un material no puede saber la forma correcta de utilizarlo y es el adulto el que lo presenta pero siempre en función de sus necesidades e intereses.
Los premios y los castigos externos no tienen sentido porque lo que se busca es que el niño sea capaz de aprender según su propia motivación, cuando se premia, la motivación interna del niño por la actividad disminuye buscando la recompensa por el mínimo esfuerzo. Cuando el niño se equivoca, se le da la oportunidad de reparar su error, sin tener que recurrir a castigos externos.
El RESPETO al niño es básico, se le trata como nos gustaría que nos tratasen a nosotros.
-Otra forma de actuar el adulto
Si el niño se ve de una forma diferente, como no, el adulto también adopta un papel diferente al que se tenía hasta el momento, el adulto deja de ser el que transmite los conocimientos, el que toma el papel activo en la enseñanza, el que imparte el premio o el castigo… para asumir otro rol, el de un observador del niño, que lo conoce, que prepara el ambiente y deja las herramientas a su alcance para que sea este el que construya su propio aprendizaje y una vez el niño está desarrollando su actividad lo observa, pero no interviene, no interfiere, no le sugiere, dejando libre su actividad espontánea y permitiendo que vaya ganando autonomía, confía en él, respeta su forma de ser, sus necesidades, sus tiempos.
“cualquier ayuda innecesaria es un obstáculo para su desarrollo”
Al mismo tiempo, el adulto es un ejemplo a seguir, trata al niño con respeto para que el niño aprenda a respetar, actúa de forma tranquila para que el niño también lo esté, al niño le apasiona observar al adulto y aprende mucho más de él que de las cosas por lo tanto este tiene que ser consciente de todo que transmite con el ejemplo.
-El ambiente preparado
Si observamos al niño y lo conocemos, podremos preparar un ambiente adecuado a sus necesidades en el que pueda moverse libremente y elegir qué hacer ¿Cómo podemos preparar un ambiente en nuestro hogar?
Se buscará la amplitud en los espacios, que sean luminosos, bellos, de materiales naturales, con colores neutros, plantas, evitando espacios y paredes sobrecargadas de objetos…
-Mobiliario adaptado: buscaremos muebles a su altura, en los que se sienta cómodo, sillas pequeñas, quizá una mesita pequeña para comer, realizar actividades, pintar o jugar; estanterías en las que los objetos se encuentren a su alcance… Todas estas medidas, facilitan su autonomía.
-El orden: El niño es ordenado, siempre y cuando se respete su “periodo sensible” y preparemos un ambiente que lo favorezca, limitaremos el número de objetos a la cantidad que el niño puede localizar en su memoria, se evitarán los espacios sobrecargados, juguetes guardados amontonados en baúles o cajas, sino que cada cosa tendrá un lugar específico donde ser guardado y donde el niño lo puede encontrar cuando lo necesite.
Esta idea de orden, no sólo la podemos aplicar con los juguetes, sino también con su ropa… De esta forma también contribuimos a que el niño aprenda a valorar y cuidar el ambiente.
-Actividades para la vida práctica: es una parte importante del método, con este tipo de actividades el niño puede desarrollar la autonomía que necesita: preparase la comida, aprender a vestirse sólo… En definitiva, conocerse, cuidar de sí mismo, de los demás y del ambiente…
-Actividades: aunque no nos vamos a centrar en este aspecto, sí que podremos colocar las actividades en bandejas que contengan todo lo necesario para llevarlas a cabo, los materiales deben de aislar cualidades, de forma que si preparamos una actividad para enseñar el concepto grande/pequeño, deberá ser el mismo objeto, del mismo color, de la misma forma y en lo único que deben diferir es en el tamaño, los materiales serán autocorrectivos, es decir, que el niño será capaz de darse cuenta tras finalizar la actividad por sí mismo si lo ha realizado correctamente o no y por supuesto bellos, de materiales naturales…
¿Cómo podemos llevar estas ideas a la práctica? Aunque Montessori no explica cómo podemos llevar Montessori al hogar excepto en algunas ocasiones concretas como ocurre por ejemplo en el libro El niño, el secreto de la infancia, sí que podemos tener en cuenta sus ideas en cuanto al niño, al ambiente, al adulto… que le permitirán mayor autonomía y respeto a sus tiempos, ritmos.
La habitación: Montessori no estaba de acuerdo con la cuna ¿por qué? Porque con ella, el niño no es autónomo, el niño no puede acostarse cuando tiene sueño, ni bajar de ella cuando se despierta, necesita a un adulto para entrar y salir, tiene que llorar para poder avisar al adulto… Por lo tanto, proponía abolir esta “jaula elevada” y sustituirla por un colchón muy bajo en que el niño pudiera entrar y salir a voluntad.
El armario puede adaptarse al niño, colocando la ropa a su altura, los zapatos…
Podemos instalar una percha a su altura para que le niño pueda colocar sus chaquetas.
Como ya hemos comentado, los muebles, los cuadros y los objetos deben de estar colocados a su altura. El número de objetos y juguetes se deben de limitar en número y colocarlos en orden.
El baño: podemos facilitarle un orinal, un elevador para subir al váter o al lavabo, colocar un espejo a su altura, dejar a su alcance el peine, cepillo de dientes, jabón, toalla, pañuelos…
En la cocina: podemos habilitar un armario bajo o cajón para que el niño tenga sus cosas: vasos, platos, servilletas, algún dispensador de agua o botella… También es interesante replantearse dónde come el niño ¿puede acceder él mismo a la trona?
En el salón: generalmente es el espacio de reunión para toda la familia, así que suele ser el lugar donde prefiere estar el niño en vez de en su habitación porque es donde están sus padres, sus figuras de referencia, las personas que más quiere. Así que es interesante adaptar este espacio también para los más pequeños de la casa.