12.2.21

Consejos de María Montessori a los padres de familia

Sabemos que la protección es un cuidado preventivo necesario y natural, ante un eventual riesgo o problema, pero cuando esa actitud exagera el cuidado, y no permite a la otra persona el realizar las tareas propias de su edad, pretendiendo que no sufra por ningún motivo y tratando de hacerle la vida más fácil, anticipándose a cualquier necesidad o demanda que tenga, generando conductas que no corresponde a su edad; entonces estamos ante una conducta de “sobreprotección”. Webmaster Psicología afirma en su blog: “Todos los niños necesitan la protección de sus padres ante ciertos peligros que encontrarán en su vida, pero cuando esta protección se convierte en una burbuja de aislamiento hacia una gran parte de lo que ocurre en el exterior hablamos de sobreprotección”.

Descubrir si alguno de nuestros estudiantes es sobreprotegido, no es tanto para actuar directamente nosotros como profesores (aunque es posible que más de un profesor tenga la especialidad en psicopedagogía), sino para detectar a tiempo, y formalizar el debido procedimiento, siguiendo el protocolo de convivencia escolar. Según CUIDADO DE LA SALUD, nos dice que “los niños que han recibido un cuidado excesivo por parte de sus padres, normalmente poseen ciertas características, algunos ejemplos serían que:

  • Comportamiento de niños sobreprotegidos
  • Carecen de iniciativa,
  • Son incapaces de tomar decisiones
  • Pueden comportarse de forma: Insegura y temerosa, Dependiente,  Tímida, Nerviosa.

Los niños con estas características sufren cuando tienen que separarse de sus padres para ir a la escuela”[1].

En la escuela, según los sistemas educativos más habituales, somos los profesores quienes asumimos la responsabilidad de detectar a tiempo los obstáculos para el correcto aprendizaje de los estudiantes, y si es necesario, derivarlos a un tratamiento especializado.

En las redes hay mucha literatura sobre el tema, y debemos aprovecharla, porque nos es conveniente conocer las señales de posible “sobreprotección”, e iniciar el proceso de ayuda de acuerdo con las normas y reglamentos de la institución educativa. Recordemos que “somos como padres o madres” de esos estudiantes, pero realmente (salvo excepciones) no lo somos, por lo que no debemos asumir un rol que no nos corresponde. Además, necesitamos hacer ver que la sobreprotección, no suma, sino que resta al proceso educativo de nuestros estudiantes[2].

El Blog GUÍA INFANTIL[3] publica un interesante artículo de la psicóloga Silvia Álava Sordo, ella afirma que: “la sobreprotección es un estilo educativo de los padres, en los que éstos, asumen parte de las responsabilidades de sus hijos, les tratan como más pequeños, les resuelven los problemas… por evitar que el niño sufra, se frustre o lo pase mal, los padres le dan las tareas resueltas, y no son conscientes que están impidiendo que sus hijos aprendan, que se desarrollen correctamente, que crezca sanos, seguros, autónomos e independientes”; y señala algunos indicadores de padres de familia, que nos están enviando a la escuela, niños “sobreprotegidos”:

  • no les dejan hacer las cosas que sí pueden hacer,
  • se anticipan a la satisfacción de que sus hijos sientan que han hecho algo por sí mismos,
  • les impiden desarrollar recursos y estrategias,
  • satisfacen sus necesidades en exceso,
  • no dejar que se frustren o que sufran,
  • no permiten, a sus hijos, que se queden sin algo que les guste,
  • no admiten que luchen por sus objetivos,
  • en lugar de ayudar, resuelven los problemas, y
  • (en algunos casos extremos) un miedo intenso e irracional por asistir a la escuela, y se identifica a través de síntomas como la ansiedad, sudoración de manos, temblor, dolor de cabeza o estómago, náuseas y mareos, que se conoce como la fobia escolar[4].

El diálogo con los padres de familia, siempre será el mejor puente para cooperar en la formación integral de nuestros estudiantes, por eso podríamos aprovechar las reuniones para leer juntos el artículo de la rumana Olga Valyaeva, traducido y adaptado por Genial Gurú[5], en el cual se relatan cuatro historias y se dan unos consejos a los padres de familia. Y dice: “Dales a tus hijos la oportunidad de vivir y respirar. Así podrán crecer y desarrollarse en el área que tengan destinada. Nuestro rol como padres es muy sencilla: regar a tiempo, pero no ocultar del sol, proteger de las malezas; después el niño, tal como una flor, podrá crecer por su cuenta y mostrar lo mejor de sí”.

Para valorar la importancia de compartir la tarea educativa entre el hogar y la escuela, recordamos dos consejos de Bill Gates en la Universidad de Yale, a los jóvenes: “Si te equivocas no culpes a tus padres, asume tu responsabilidad y aprende de los errores” y “Si crees que tu profesor es duro, espera a conocer a tu jefe, este no tendrá vocación de enseñanza ni la paciencia requerida”, y también recordar que “la alegría no llega sólo con el encuentro de lo hallado sino que forma parte del proceso de búsqueda. Y enseñar y aprender no se pueden dar fuera de ese proceso de búsqueda, fuera de la belleza y de la alegría” (Paulo Freire).

De esta manera nuestra labor, como profesores, logrará el objetivo de la educación, cual es, acompañar el pleno desarrollo de nuestros estudiantes, en sus potencialidades y habilidades, orientadas a la toma de conciencia del rol que les toca desempeñar para perfeccionar su contexto, con una conciencia crítica, capaces de analizar la realidad del mundo en que viven y favorecer la transformación de la sociedad en más justa, igualitaria y democrática[6], como opina Paulo Freire.

SI sabemos detectar a tiempo los síntomas de sobreprotección,muchas veces practicadas por los padres de familia de manera inconsciente, estaremos allanando el camino para un eficaz y fértil proceso de enseñanza – aprendizaje, pues el estudiante aprende mejor cuando está preparado de manera adecuada tanto física, mental y emocionalmente, y es nuestra tarea trabajar incansablemente para mantener nuestra mente clara para hacer posible las cosas, pues estamos convencidos, como nos animó Steve Jobs: “Vale la pena llegar hasta el final con esto, porque cuando terminas puedes mover montañas”, y que “nos hacemos sabios no por el recuerdo de nuestro pasado, sino por la responsabilidad de nuestro futuro” (George Bernard Shaw).