Ni mejores edificios, ni butacas nuevas; ni pizarras recién pintadas, ni computadoras último modelo. Todo esto, aunque sea útil, no es lo que significa educación, por lo menos no la educación de verdad.
Lo que si la compone son esas personas que se paran delante de un grupo de estudiantes cada mañana a tratar de impartirles conocimiento, los profesores. No importa que una escuela este a la vanguardia de las últimas tecnologías si su cuerpo docente no está actualizado. Pensamos que educación moderna es sinónimo de tecnología, cuando en verdad se trata de las nuevas técnicas pedagógicas que han surgido en los últimos años.
En el Foro Internacional “La educación que de verdad importa”, realizado por la organización pedagógica Adastra, se resaltó esta problemática como la principal del sistema educativo de nuestro país. Tenemos profesores que aun dan clases como si estuviésemos en el año 1854. Se sigue tratando a los estudiantes como si todos fueran iguales; se les examina con el mismo trozo de papel a personas con aptitudes y cualidades diferentes. Hoy en día es necesario un tipo de pedagogo que este mas ligado a la psicología, para que así pueda valorar a cada estudiante como un individuo único. Abrazar la diversidad, crear espacios inclusivos para estudiantes de todo tipo, ese es el camino que debemos de seguir.
Esto es algo que debemos tener todos bien claro, no solo los docentes. Desde el gobierno hasta los padres que inscriben a sus hijos en las escuelas y los jóvenes adultos que están pensando en comenzar la universidad. De nada nos sirve una institución educativa, privada o pública; escuela o universidad, armada con pizarras eléctricas si las personas que la utilizan no están preparadas. Afrontar los retos de la educación del siglo XXI no es asunto de más y mejores aparatos. La educación, al final, es un asunto de personas.