“Disciplina Positiva” un
término que últimamente parece que vemos por todas partes o al menos
con mayor frecuencia. Sin embargo, he de confesar que, como educadora de
familias en Disciplina Positiva que soy desde casi ya 3 años, cada vez
que imparto una charla o taller en el que participan familias o
docentes, me encuentro con un montón de dudas o confusiones iniciales
con respecto a qué es y que no es esta metodología educativa.
Es por ello que hoy quiero dedicar esta
entrada del blog a aclarar ciertas cuestiones que considero que pueden
ser de gran ayuda para todas aquellas mamás, papás o profes que sienten
la curiosidad de descubrir en qué consiste exactamente la Disciplina
Positiva, pero que al mismo tiempo puedan tener cierto “rechazo” causado
muchas veces por el nombre de la misma o por el no saber de dónde viene
esto que les puede parecer la típica “moda” de turno. Pues bien,
empecemos si os parece justamente por ahí.
La Disciplina Positiva es una metodología
educativa que cuenta con una trayectoria de más de 30 años. Esta
metodología, cuyos antecedentes se remontan a los estudios de la
Psicología Individual de Alfred Adler y que más tarde continuó
desarrollando uno de sus discípulos, el psiquiatra y educador
norteamericano R. Dreikurs allá por los años 20, nace, tal y como se
conoce hoy, de la mano de 2 investigadoras y terapeutas americanas la
Dra. Jane Nelsen y Lynn Lott, quienes en los años 80 diseñaron una serie
de herramientas educativas basadas en los criterios que explicaremos a
continuación y que compilaron a través de dos programas educativos (uno
dirigido a familias y otro especialmente para aulas) denominados
“Positive Discipline” y que, a día de hoy, ya se ha puesto en práctica
en más de 60 países de América, Europa y Asia, entre otros.
No obstante, a pesar de esta larga
trayectoria y los numerosos estudios científicos que avalan los
resultados y beneficios que se obtienen tras educar a los niños y
adolescentes a través de las herramientas de Disciplina Positiva, esta
metodología llega a España hace relativamente poco tiempo, concretamente
hace alrededor de 5 años. Es por ello que en los últimos tiempos ha
habido un “boom” dentro de nuestras fronteras y eso nos puede llevar a
pensar que estamos ante una moda pasajera más o algo que alguien se
acaba de inventar, cuando la realidad es muy distinta, ya que como
acabamos de comprobar, la trayectoria y el impacto de esta forma de
educar es ya indiscutiblemente sólida.
Por otro lado, otro aspecto que en
ocasiones provoca cierta confusión es el propio término “Disciplina
Positiva”. Si bien es verdad que quizás no sea un nombre muy “atractivo o
transparente” a la hora de que las personas entiendan qué hay detrás de
esta metodología, esto se debe únicamente a que se trata de una
traducción literal de su título en inglés “Positive Discipline”. Sin
embargo, su nombre en español a veces hace que la palabra “Disciplina”
puede acarrear una connotación un tanto negativa al asociarse
“disciplina” a algo negativo o duro o cuando hablamos de “Positiva”
nuestro marco de pensamiento nos lleva en ocasiones a pensar en que esto
tiene que ver con el refuerzo positivo asociado a premios, cuando nada
más lejos de la realidad, puesto que que uno de los grandes pilares de
esta metodología es el poder educar sin castigos y también sin premios.
Para entender un poco mejor qué nos
aporta esta metodología, vamos a pasar a explicar una de las grandes
diferencias de la Disciplina Positiva en relación a otros métodos
educativos y lo que para mí es desde luego la más importante aportación.
Esta no es otra cosa que la gran oportunidad que nos brinda de entender
qué hay más allá de la conducta o el comportamiento humano,
especialmente del de los niños. Para ello, la forma más habitual que los
autores de esta metodología usan para explicar este concepto es la
metáfora del iceberg, que consiste en lo siguiente. Todos sabemos que lo
que las personas vemos a simple vista en un iceberg es la punta de
hielo que sobresale del agua (al igual que ocurre con el comportamiento
de los niños, lo que vemos a simple vista es únicamente su conducta o
comportamiento). No obstante, debajo de ese pico de hielo saliente se
esconde la raíz del problema, un bloque de hielo de mayor magnitud que
aunque no esté saliendo a flote en ese momento, es el causante de lo que
sí podemos observar. Del mismo modo que ocurre con un iceberg, las
conductas de los niños son provocadas por una necesidad o creencia que a
simple vista muchas veces no se ve, pero que es muy necesario descubrir
y atender, puesto que si solo nos quedamos con la superficie e
intentamos abordar el comportamiento, simplemente estaremos poniendo un
parche (como ocurre cuando usamos castigos o premios como herramienta
educativa) lo cual funciona a corto plazo, pero sin duda no es para nada
efectivo a largo plazo y, además, puede provocar que esa necesidad o
creencia del niño que no está siendo atendida se enquiste y el
comportamiento se magnifique.
Por esta razón fundamental y dado la
importante que resulta atender qué hay detrás de la conducta, Jane
Nelsen y Lynn Lott recogen 5 criterios de la Disciplina Positiva y crean
un conjunto de 52 herramientas que cumplen a la perfección con los
mismos. Estos son los siguientes:
- Es amable y firme al mismo tiempo (es decir, atiende las necesidades del niño y del adulto a la vez). Esto no quiere decir otra cosa que que esta metodología no cae en ser autoritaria (donde sólo se respeta las necesidades del adulto) ni tampoco permisiva (donde se atiende las necesidades exclusivamente del niño), por lo que ayuda a educar desde el ansiado equilibrio.
- Educa a largo plazo. Como hemos explicado con anterioridad, no atiende solo a la conducta, sino a la raíz del “problema” por lo que desde luego que NO es una varita mágica para acabar con comportamientos indeseados de hoy para mañana, pero SÍ ayuda a que el aprendizaje sea efectivo a largo plazo y, sobre todo, a que los niños sean capaces de integrarlo no por miedo ni por interés, como sí ocurre con los premios o los castigos que solo atienden a la conducta.
- Ayuda a los niños a sentirse importantes (pertenencia y contribución). Esto quiere decir que, como seres sociales que somos, todas las personas necesitamos sentir que pertenecemos a nuestro grupo de referencia (el principal en la infancia es la familia) y que además buscamos la oportunidad de poder contribuir al mismo. Por lo tanto, la corrección y los límites son aspectos fundamentales para que los niños crezcan equilibrados y seguros, pero para poder corregir de forma eficaz antes debemos conectar con ellos y con nosotros mismos para que los límites puedan ser respetuosos y educativos.
- Enseñan importantes habilidades de vida. La forma en la que educamos con Disciplina Positiva ayuda a que los niños desde edad temprana desarrollen competencias socio-emocionales fundamentales para su crecimiento personal como pueden ser: la comunicación respetuosa, la colaboración, la resolución efectiva de conflictos, la empatía, el respeto mutuo, la responsabilidad, etc.
- Ayuda a que los niños desarrollen sus capacidades y sean conscientes de ellas. Esta metodología educativa capacita y empodera a las personas, ya que les aporta herramientas útiles para relacionarnos de forma respetuosa con nosotros mismos y con los demás.
Pues bien, tras explicar a grandes rasgos
cuál es el origen de la Disciplina Positiva, en qué se diferencia
principalmente de los métodos educativos tradicionales y cuáles son las
principales características y criterios de la misma, podemos concluir y
dejar claro que la Disciplina Positiva NO es en ningún caso:
- Una moda pasajera o algo que aparece de la nada.
- Una educación que solo tienen en cuenta las necesidades de los niños y por lo tanto es permisiva.
- Una metodología en la que la disciplina pueda ser entendida como poner límites irrespetuosos o castigar.
- Una varita mágica que funciona de hoy para mañana y acaba por arte de magia con los comportamientos que como adultos etiquetamos como “malos”.
En definitiva, desde luego que la
Disciplina Positiva como cualquier otra metodología o modelo educativo
no es la solución a todos los problemas del mundo, pero lo que sí puedo
decir, desde mi opinión y experiencia personal y profesional, es que sin
duda es una forma de estar en el mundo que te permite no solo educar
sino relacionarte con tus hijos, con tu pareja, con tus amigos, familia,
etc., de una manera siempre respetuosa, en la que se nutren las
relaciones horizontales, en la que los errores son una parte importante
del aprendizaje, en la que crecemos como personas desde la
responsabilidad y no desde la culpa, y en la que nuestro ejemplo ayuda a
los niños a comportarse desde la motivación intrínseca y no solo a
través de evitar castigos o conseguir premios, o lo que es lo mismo, a
dejar de actuar por miedo o por manipulación. La Disciplina Positiva no
es para padres perfectos porque la realidad es que estos no existen,
pero sí es para padres y educadores conscientes y comprometidos que
saben lo intenso y complejo que es educar, pero que aún así están
dispuesto a intentarlo y acompañar a sus hijos en su desarrollo
socio-emocional mientras crecen y aprenden juntos a lo largo de la vida.
Eso SÍ que es desde luego Disciplina Positiva