Los niños deben tener completa libertad para aprender y poder desarrollar sus habilidades por ellos mismos
Hoy día que la pandemia del coronavirus ha obligado a replantear el nuevo año escolar, pasando la virtualidad y el papel de los padres o tutores a jugar un papel de primer orden, hay que mirar hacia la formación de los hijos desde el hogar, y qué mejor forma de hacerlo desde la óptica de María Montessori, la creadora del método pedagógico que lleva su nombre y que el pasado 31 de agosto se celebró el 150 aniversario de su nacimiento.
Aunque pensar en el método Montessori es pensar en una inversión considerable de dinero por lo cara de la matrícula anual en los centros educativos que lo han adoptado, es posible aplicarlo desde cualquier hogar, pues María lo ideó para gente pobre, no para ricos.
Esta italiana, que fue la tercera mujer en graduarse de médico en su país, entendía que la educación debía ser una técnica de amor y de respeto, y es por ello que decía que “El niño es una fuente de amor: cuando se le toca, se toca el amor”.
Y sobre esa base dio forma a un método didáctico revolucionario para
la época, pues se basaba en confiar en los niños. Decía, por ejemplo que
al niño no había que acosarles, obligarles ni dirigirles. Ni premiarlos
ni castigarlos, ni siquiera corregirlos.
Había que respetarlos y no interferir, dejarlos libres en un ambiente en
el que todo -espacio, muebles, objetos- estuviese a su medida.
¿En qué consiste el método?
El método Montessori se sustenta en el principio de que los niños deben tener completa libertad para aprender y desarrollarse por sí solos, en un ambiente de comprensión y cariño que sea estimulante.
Parte de que los pequeños poseen una capacidad casi ilimitada para apropiarse de los conocimientos, primero a nivel inconsciente y luego al nivel consciente, y de esa manera se considera que el niño tiene un papel activo en su propio aprendizaje.
María Montessori también decía que para que el niño pueda aprender y desplegar todo su potencial debe estar inmerso en un ambiente adecuado que fomente su crecimiento, por lo que el orden, la seguridad, el diseño y el acceso a las herramientas eran elementos cruciales que no debían faltar en el entorno en el que se desenvuelven los niños ya que son los aspectos que estimulan el aprendizaje y crecimiento infantil.
Igualmente, le otorga un papel orientador fundamental a los adultos, y en especial a los padres, considerándolos como los guías principales del niño, las personas responsables de mostrarle su entorno y las potencialidades que existen en él.
En ese sentido su método presta una atención especial al amor y la comprensión de los padres hacia sus hijos.
Entre las claves del método Montessori podemos señalar:
La mente de los niños tiene un gran potencial. Los niños aprenden día a
día sin darse cuenta. A más estímulos, oportunidades de aprendizaje y
experiencias más potencial. Ahora bien, hay que tener en cuenta que cada
niño tiene su ritmo y hemos de respetarlo. Asimismo, el mejor modo de
que un niño aprenda es mediante la alegría. Si nuestro hijo se siente
feliz, respetado, atendido y seguro, estará listo para “absorber” todo
aquello que lo envuelva.
Los períodos sensibles. Los períodos sensibles son etapas en las cuales los niños pueden adquirir una habilidad con mucha facilidad. Se establecen generalmente entre los 0-3 años, 4-6 y los 7 a los 9 años. Son momentos en que tiene mayor posibilidad de aprender a andar, hablar, a relacionarse, a ser autónomos.
Un ambiente adecuado. El método Montessori requiere de un ambiente muy estructurado. Se busca que los materiales y los espacios favorezcan el autoaprendizaje, el descubrimiento y crecimiento. En estos espacios deben darse oportunidades para que desarrollen aspectos sociales, emocionales e intelectuales.
El papel del adulto. El papel del adulto en la filosofía Montessori es esencial: debe guiar al niño con amor, respeto y seguridad para darle a conocer el ambiente en forma cariñosa. Hay que ser observadores, pero también “magos” a la hora de hacer que el niño conecte con su entorno día a día para potenciar su desarrollo físico, emocional e intelectual.
Estrategias para la casa
En primer lugar algo que hay que tener claro es lo siguiente: el niño debe sentirse parte de la casa y de la familia. Ello implica que el pequeño debe tener su espacio en cada actividad que se haga en el hogar. Puede resultar extraño, pero para educar niños independientes y capaces, hay que darles responsabilidades.
Mobiliario adaptado. Los muebles deben ir adaptados a su altura. Una estantería bajita hará por ejemplo que pueda ordenar mejor su ropa o juguetes. Una mesa y una silla de pequeño tamaño permitirán que esté a tu lado cuando estés leyendo o incluso cocinando.
La importancia del orden y de los estímulos. Un hogar bien estructurado y con adecuados estímulos hará que los niños integren la información de modo adecuado. Deben entender que ese orden no debe romperse. Que las habitaciones se cuidan, que los juguetes se guardan. Que la ropa va al armario. Un hogar con estímulos es un escenario donde aprender cada día. No dudes pues en tener un espacio con plantas donde puedan plantar semillas y ver las flores crecer. Permite que haya un rincón de pintura, un rincón de juegos, un rincón donde poder cocinar con mamá y papá. Sin que pueda correr riesgos, deja que te ayude al hacer un pastel, al hacer una ensalada.
Los juegos más recomendables para el hogar. Los juegos más adecuados serán aquellos relacionados con la vida práctica. Construir, tocar, oler, sentir, manipular. Son tareas básicas que los niños deben experimentar. El método Montessori recomienda, por ejemplo, jugar con títeres. Les puede ayudar a socializar y a comunicar.
Principios por los que se guió María Montessori
Su método tiene origen en la observación y el seguimiento a las actividades desarrolladas por las niñas y niños y su evolución psicológica. Propugnó por la educación de los sentidos; buscaba formar a las personas para que ellas buscaran su perfeccionamiento personal. Conocer la psicología del infante, estudiar su profunda y misteriosa psicología, observar la línea de su desarrollo y encontrar así la ayuda que las personas adultas le deberían ofrecer en el momento adecuado. En este plan la guía la debería aportar cada infante a partir de los poderes que iba revelando; el niño o la niña que se presenta con sus energías ocultas es quien debería dirigir los esfuerzos de la persona observadora, sus revelaciones son lo que se debería tener en cuenta como guía.