14.9.20

Educar en la responsabilidad

 

La responsabilidad es la capacidad de asumir las consecuencias de las acciones y decisiones buscando el bien común (el propio y el de los demás).

Uno de los objetivos en la crianza es que los niños y niñas alcancen la capacidad de ser independientes, de valerse por sí mismos, de tomar decisiones y de hacer uso de su libertad desde el conocimiento de sus posibilidades; ésto es un proceso largo que se inicia en la familia y que el niño/a va poniendo en práctica en todos los ambientes sociales.

Los niños/as deben aprender a aceptar las consecuencias de lo que hacen y dicen, y de hecho, nos damos cuenta, que cuando un niño actúa de forma responsable siente satisfacción y esto favorece su autoestima.

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Algunas pautas.

En los primeros años las actividades tienen que ir siempre asociadas al juego, para los niños de 1 a 5 años ayudar en las tareas de la casa es un juego y lo van a querer hacer con mucho gusto. Este aprendizaje a través del juego y de la imitación de los adultos se transformará en un hábito.

Cuando el niño ya es más mayor y queremos darle más responsabilidades en el hogar hay que tener algunas ideas claras:

  1. Conviene que cada miembro de la familia tenga muy claras sus responsabilidades, incluso se pueden escribir y pegar en un corcho. Cada uno debe tener muy claro qué hacer, cómo y cuándo para que entre todos haya colaboración en las tareas de la casa. Es muy importante educar tanto a los niños como a las niñas que las tareas de la casa son responsabilidad de todos los que vivimos en ella, en la medida de nuestras posibilidades en cuanto a tiempos y edades.
  2. Es preciso que haya coherencia entre lo que va a exigir el padre y la madre. Tienen que estar de acuerdo para que no haya discrepancias y que no tengamos que escuchar de los niños: “mamá me deja..”
  3. No exigir a los niños cosas que nosotros como adultos no hacemos, por ejemplo, quitarse los zapatos al entrar en casa, lavarse las manos antes de comer, lavarse los dientes, etc. Recordar siempre que los niños aprenden por imitación.
  4. La paciencia y la tolerancia son actitudes imprescindibles que deben mostrar los padres hacia sus hijos para que éstos crezcan responsables. Hay que tener en cuenta que los errores son parte de la vida y del aprendizaje y no siempre ni los niños ni los adultos hacemos las tareas perfectas.
  5. No hagas lo que tu hijo/a es capaz de hacer por sí mismo, al menos no de forma habitual, eso no quiere decir que algún día quieras hacerle algo porque se encuentra mal o porque te lo pide, ya que así también enseñamos a ser amables y a hacer favores cuando el otro lo necesita.

¿Cómo hacer que mi hijo haga cada vez más cosas en casa y se empiece a responsabilizar de algunas tareas?

Lo primero, confiar en él, hacerle saber que está capacitado para hacer la tarea, darle seguridad, reforzar que puede hacerlo con frases como: “Te va a salir súper bien”, “Tú puedes hacerlo”, “Yo te veo muy preparado para hacer eso”. etc.

Después, explicarle claramente qué deseamos que haga, y por supuesto, evitar mensajes del tipo: “Ya lo hago yo porque lo hago más rápido o porque lo vas a hacer mal, etc..” Con estos mensajes desvalorizamos al niño/a , eliminamos su motivación y bajamos su autoestima. Recordemos que la autoestima se refuerza cuando el ser humano se siente útil y capaz de vivir en su medio, para los niños es igual, se sienten más valiosos cuando perciben que son capaces de aportar algo en el medio en el que viven.

Hay un gran tema, propio de otro post, pero que voy a mencionar, es la capacidad de elegir entre varias alternativas. Elegir siempre conlleva un compromiso por la opción elegida y un riesgo a equivocarse. Es muy positivo que los niños/as empiecen pronto a poder elegir sus cosas para que aprendan a comprometerse con su elección y a asumir el riesgo a equivocarse y a experimentar las consecuencias naturales de sus actos. Al principio, desde los 3 años podemos darles dos opciones y que elija una , por ejemplo, darle a elegir entre dos camisetas, o dos pantalones, si quieren ir al parque o a pasear con el patín, etc. Conforme van creciendo podemos dejarles elegir entre todas las opciones pero siempre haciéndoles ver que se comprometen con lo que eligen y que pueden equivocarse. Es muy importante que aprendan a tomar decisiones, porque la vida está llena de ellas.

Cuando está haciendo una tarea podemos estar atentos por si necesita ayuda y por supuesto, reforzar con mensajes positivos cuando la hace. A todos nos gusta que nos valoren cuando hacemos algo bien y cuando nos hemos esforzado, no somos piedras y nuestros hijos tampoco, a ellos, como a nosotros, les encanta escuchar palabras de aliento y confianza por parte de los demás. No me refiero a reforzar con algo material pero sí a decirle con sinceridad  un “muy bien” “estoy orgullosa de ti” o cualquier otra frase.

¿Qué podemos esperar según su momento evolutivo?

A modo de orientación y teniendo en cuenta las distintas etapas de desarrollo, podemos señalar las siguientes características:

A los 2 años:

Pueden hacer ya algunas tareas pero aún no comprenden si lo hacen de forma correcta porque no tienen autocontrol y no tienen la voluntad desarrollada. Puede guardar sus zapatillas, su pijama, llevar su pañal a la basura (ésto incluso antes), poner y quitar la mesa, regar plantas y flores, recoger sus juguetes con ayuda del adulto, es decir, viendo como mamá o papá también recogen. Se pueden desvestir solos y vestirse con ayuda. Comen solos.

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Necesitan orden y rutinas en su vida. Imitan a los adultos y colaboran con ellos.

A los 3 años:

Siguen observando e imitando al adulto.

Pueden vestirse y desvestirse solos o con algo de ayuda. Comen con completa autonomía. Empiezan a querer jugar con sus iguales y aceptan los turnos de juego, aunque no siempre los respetan. Comienzan a comprender que hay normas y reglas para hacer las tareas de la casa. Puede poner y quitar la mesa y ayudar en el cuidado de los animales domésticos.

A los 4 años:

Tienen deseos de gustar y servir, y suelen tener iniciativas responsables dentro de las tareas de la casa. Es bueno crear rutinas para que después, cuando ya no tengan este deseo de agradar, hayan adquirido hábitos como poner y quitar la mesa, fregar su plato, recoger juguetes, vestirse y calzarse, lavarse manos y dientes, o cualquier otra actividad del cuidado de uno mismo y del ambiente que consideremos que pueden hacer.

En cuanto a la relación con sus iguales, juega con otros y tiene iniciativas, le gusta mandar y proteger a sus hermanos menores. Le gustan los juegos simbólicos y de imitación. Entiende y respeta las reglas sencillas de los juegos.

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A los 5 años:

Si no lo hemos hecho antes ya conviene dejarle elegir entre varias opciones en temas como ropa, comida, salir a jugar, etc.

Pueden ser responsables de tareas domésticas como limpiar el polvo, fregar los platos, recoger la mesa, prepararse su ropa y su mochila, buscar las cosas que necesita para hacer una actividad, etc.

Ya empiezan a interiorizar las normas y a cumplirlas aunque también empiezan a rebelarse frente a las presiones de los adultos en temas de disciplina y normas sociales.

A los 6-7 años:

Son capaces de saber cómo quieren vestirse y es positivo que les permitamos elegir su ropa. Pueden ducharse solos, con la ayuda de lavar el pelo. Les cuesta un poco tener sus cosas ordenadas y cuidarlas y aún las pierden o las rompen. Son autónomos en los desplazamientos conocidos y les encanta ir a la calle a cumplir recados, ya dependerá de donde vivimos para permitirle ir, por ejemplo, a comprar el pan, leche, al kiosko, sacar la basura, etc. Pueden controlar su dinero, ahorrándolo para después comprar algo que les guste.

En cuanto a sus iguales juegan en grupos de 3 o mas, normalmente del mismo sexo. Acusan a sus compañeros cuando hacen algo mal pero son muy amigos de sus amigos y se sienten mal si les engañan o mienten. No suelen aceptar perder en los juegos colectivos y algunos hacen trampas.

Suelen pensar que los adultos son injustos con ellos cuando les llaman la atención por algo porque son muy sensibles a la crítica. Van adquiriendo la noción de justicia y comprendiendo las normas morales.

A los 8 años:

Comienza la autonomía personal y puede controlar sus impulsos. Es capaz de organizarse en la distribución del tiempo, del dinero y de los juegos, aunque todavía necesita supervisión. Se les puede dar algunas responsabilidades diarias como prepararse el desayuno, ir sólo al colegio, ducharse, etc.

Es capaz de prever las consecuencias de sus actos y sabe cómo actuar en situaciones habituales de su vida. En estos momentos se hace aún más decisiva la actuación de las personas adultas, ya que, si ejercen una presión muy autoritaria hacia el niño, éste se hace dependiente, sumiso y falto de iniciativa. Si, por el contrario, son adultos muy permisivos, el niño se convertirá en una persona caprichosa e irresponsable. Así pues, se hace imprescindible una actitud que favorezca la iniciativa y mantenga la exigencia.

Entre los 9 y los 11 años:

Ya es bastante autónomo en sus intenciones, y por lo tanto, en su responsabilidad. Le gusta tomar decisiones y oponerse al adulto con cierta rigidez. Es capaz de elegir con criterios personales y se vuelve un poco exigente, estricto y riguroso. Le gusta que le dejen decidir por sí mismo y tiene necesidad de afianzar su yo frente a los demás, de ahí su resistencia a hacer lo que le piden los adultos y su afán de mandar a otros niños menores. Conoce sus posibilidades, decide y reflexiona antes de obrar, aprende de las consecuencias y se siente atraído por los valores morales de justicia, igualdad, sinceridad y bondad. Reconoce lo que hace mal, pero siempre busca excusas. Se identifica mucho con su grupo de amigos.

A los 12 años:

La influencia de los amigos comienza a ser decisiva y su conducta estará influenciada en gran parte por ellos. Los hermanos/as mayores tienen también gran influencia, más que los padres. Es una etapa en la que la crítica hacia padres y profesores es frecuente, no le gusta que le traten de forma autoritaria, como a un niño; reclama autonomía en todas sus decisiones.

Necesita tener amigos y confiar en ellos, es leal al grupo y su moral es la de sus iguales, a los que imita en la forma de vestir, en los juegos, aficiones, etc. Tiene sentido de responsabilidad y trata de cumplir sus obligaciones. Su comportamiento es mejor fuera del entorno familiar.

A modo de conclusión:

La responsabilidad se adquiere y se desarrolla de forma progresiva, la capacidad de actuar de forma responsable depende de cada persona y del ambiente que le rodea (familia, escuela, barrio, etc.), todo ello conlleva que existan ritmos distintos en cada niño y niña, por lo tanto, será difícil encontrar niños/as que con la misma edad tengan conductas similares, algunos tendrán más desarrollados unos aspectos y otros menos. Estas fases descritas no deben entenderse de forma estricta sino sólo a modo de referencia.

Educar en la responsabilidad no es tarea fácil pero merece la pena para que nuestros hijos/as lleguen a ser adultos responsables de sus vidas, que sean personas proactivas capaces de tomar iniciativas y que sean los capitanes de su vidas.